Fuera
de foco.
Rutas sin mapa.
Emilio Santiago Muiño. Libros de la Catarata.
Como
logro
de
este tiempo de urnas
nos quedará el afloramiento
de temas y cuestiones que la
izquierda
en general, y nuestro
partido, en concreto
parecían
haber olvidado. El
tema, por ejemplo, de cuáles
son y quiénes
conforman las clases sociales sobre las que debe apoyarse el trabajo
político de un partido
revolucionario. La
cuestión viene de lejos pero
su actual retorno
trae ecos de las multitudes de Negrí, de
su capitalismo cognitivo y
del inevitable comentario – casi
una muleta ideológica- de
tantos teóricos a la page
sobre el paso de las
sociedades tayloristas con fábricas y
obreros de
mono azul a las sociedades
postfordianas en las que, al
parecer, la clase obrera o
ha desaparecido o se habría transformado en una especie de nueva
clase líquida
conformada
por antiguos desclasados
hasta ayer mismo felices y hoy paseando
inquietos por el borde de los
abismos
que la crisis económica abrió en sus
expectativas
e
hipotecas.
El
precariado,
Guy Standing. Edit Capitán Swing.
A
primera vista y reflexión parecen evidentes los
cambios en la configuración de los actores sociales presentes en
nuestra sociedad. Al fin y al cabo, y al menos en buena parte de las
economías
más desarrolladas, se ha pasado de un paisaje industrial a una
economía de servicios que ha fragmentado y multiplicado los lugares
de trabajo, dispersando a trabajadoras
y trabajadores al tiempo que deslocalizaba hacia las periferias las
producciones que requieren más mano de obra intensiva
y externalizaba momentos y
espacios de producción extendiendo, vía autónomos y
precariedad,
la explotación del
uno por uno mismo. Y esto hasta un punto que habría
dado lugar a la necesidad de
reconsiderar
del peso y significado
de
esos cambios
en la composición,
naturaleza y
protagonismo tanto
de las clases sociales como
del sujeto histórico
revolucionario cuya consistencia e
incluso existencia
entra
en duda. Esto
aparece hoy como
evidente y sobre esto acentúan
sus análisis los
teóricos y opiniólogos de
la izquierda
más “actualista”
y publicitada.
Pero
aunque lo evidente lo es
de suyo,
quizá cabría preguntarse,
por aquello de la dialéctica
y el juego de
contrarios, hasta que punto
lo evidente, lo que se da por supuesto, puede estar
desalojando o
debilitando la percepción de
zonas de la realidad que la
evidencia como categoría del conocer no alcanza.
Conflictividad y
crisis. España 2008-2012. José
Daniel Lacalle. Edit El Viejo Topo.
Parece
arriesgado interpretar que las clases sociales muden
su naturaleza política, es
decir, su papel en la lucha de clases, en
función de los determinantes tecnológicos que el sistema productivo
introduce. Difícil negar que las tecnologías intervienen
en los cambios del
paisaje sociológico que se levanta sobre esa geología que la lucha
de clases conforma, pero
no por ello cabe afirmar
que las clase sociales – burguesía,
proletariado- muten
de forma radical pues eso
sería confundir estructuras
y objetos con actores sociales y
suponer que
esos cambios determinarían
la disolución del sujeto revolucionario puesto que el
sujeto revolucionario es una categoría que remite al combate y no a
la sociología. Esa
sociología, en la que
“el ilusionismo electoral“ hizo
caer a nuestro partido en las últimas décadas, se nos impuso como
una evidencia
que, sumada
a cierta incapacidad para
integrar lo que estaba
sucediendo en la escala global-imperialista con la
local (europea
o nacional),
trajo consigo reducir la lucha de clases a mera batalla electoral.
En tierra
extraña. Manuel
Fernández-Cuesta. Edit Atrapasueños.
Ocurre
además que como marxistas nunca deberíamos
caer
en el error de pensar que “los
emprendedores son el corazón de nuestra economía” (Pablo
Iglesias
dixit), pues
sabemos
que el corazón, el
hueso
y la sangre de lo económico anida
en el
conflicto entre el Capital
y el Trabajo
y, en
consecuencia, al
igual que el sujeto contrarrevolucionario
se construye a partir del concepto-madre que llamamos
tasa de ganancia, el sujeto revolucionario también
se
construye alrededor de
otro
concepto clave:
la plusvalía. De ese sujeto revolucionario,
al que hoy estamos
aprendiendo a sumar
la
fuerzas del
feminismo y el ecologismo, nos sentimos herederos. Y ese sujeto, a
pesar de las apariencias sociológicas, sigue
hoy más presente que nunca pues nunca la extracción de plusvalía
ha sido tan global y numerosa.
La
producción de mercancías
a través de mercancías.
Piero
Sraffa. Oikos
Edcs.
Porque no es que el
sujeto trabajo se haya diluido. Sí ha sucedido es que el proceso de
valorización de las mercancías se ha fragmentado y ha vuelto más
complejo, más complicado. Para que la mercancía produzca valor
monetario, es decir para que exprese el plusvalor acumulado a
lo largo de ese proceso, intervienen hoy nuevas instancias y tiempos
de producción: antes, por ejemplo, un libro se producía en la
editorial y se vendía al librero con un precio que incluía la
plusvalía que la empresa editorial extraía a asalariados y la que
la propiedad de la librería extraía de los suyos. Hoy actúan
otros “momentos mercantiles” más “cognocitivos” como diría
Negri: la publicidad, la crítica, la blogosfera, etc... Cadenas de
plusvalías sucesivas que crean una geografía económica difícil
de captar. Que hoy haya menos fábricas o talleres (¿a nivel global
es así?) no significa que haya menos asalariados (menos seres
humanos de los que se extrae plusvalía) sino todo lo contrario.
A
pié
de escaño. Alberto
Garzón. Edit Península
No parece
cuestionable que, al menos en los países más desarrollados, la
fragmentación y dispersión de los espacios donde se produce la
extracción de plusvalías hace que la agitación en el espacio del
trabajo sea más difícil y exige la elaboración de nuevas tácticas
de propaganda (propagación), contacto y relación entre asalariados.
También parece incuestionable la necesidad de no olvidar que la
producción industrial sigue desempeñando un papel importante en la
maquinaria económica española -automoción, conservas y maquinaria
de precisión- y que en buena parte del sector servicios ya públicos
(todavía) : administraciones del Estado, hospitales, colegios,
universidades, o privados: Telefónica, banca, alimentación,
hostelería de escala, se mantienen espacios laborales
cuantitativamente relevantes. Cierto que las preguntas que como
militantes comunistas estamos obligados a hacernos es cómo pueden
hacer agitación hoy quienes trabajan en sus casas haciendo diseño,
cortando piel para zapatos, corrigiendo y traduciendo textos, o cómo
poder hacer causa común entre trabajadores manuales o profesionales
que actúan en el mismo sector económico o cómo crear redes
virtuales o analógicas entre asalariados y asalariadas de distintos
países. ¿Por Internet? ¿Por grupos de facebook? ¿Asaltando los
sindicatos?¿Propiciando sindicatos de clase internacionales?
¿Creándo una nueva Internacional Comunista? Las respuestas no están
en el viento sino en la voluntad, en la militancia, en el esfuerzo
por la unidad popular y en la imaginación e ideología de este
partido que nos hace comunistas. Se trata, como escribe el camarada
Paco Pacios de “atraer, explicar y convencer”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario