¡Leed, leed, malditos!
Los estudios económicos
normalmente sirven para darse cuenta de que el mejor momento para
haber hecho algo fue el año pasado.
Érase una vez el año 2007 y hablemos de un país donde todos éramos
felices, altos, rubios, europeos, ricos y guapos. Digo todos porque
todos éramos todos y si algunos se quedaban fuera no contaban para
nada ni para nadie. Felices porque la tarjeta oro ya estaba al
alcance o en el bolsillo de todos los españoles y en los grandes
almacenes no dejaba de reír la primavera. Nuestros hijos, bien
criados con leches holandesas, cereales y nutrientes de serie
americana, y con largos años de vida asegurada porque acaban de
firmar hipotecas a cuarenta años y aunque ganan no más de
ochocientos euros la semántica les sube el sueldo y los convierte en
joviales mileuristas. Precarios pero consumistas, con i-Pod y muy
creativos en su blog por muy escasas que fueran las descargas.
Nuestros padres o abuelos, con sus molestos achaques y sus
insoportables manías, bien atendidos, y a higiénica distancia, por
las mesnadas de ecuatorianos o colombianas que pasean al sol sus
decrepitudes, les calientan patatas fritas congeladas y lavan cuerpos
y cacharros y cualquier clase de mala conciencia que hubiere (pocas
en todo caso). Tropas de rumanos reformando nuestros cuartos de baño
para adaptarlos a los nuevos tiempos de ducha integral o jacuzzi
doméstico; miles de subsaharianos o magrebís cultivando y
recolectando los tomates de plástico, las escarolas de hojalata, las
lechugas de plexiglás y los subvencionados olivares, para que no nos
falte nuestra famosa dieta mediterránea que tan sanos e inmortales
nos mantienen al decir de los prestigiosos laboratorios de dietética
que generosamente financian las marcas aceiteras. El viejo
inconsciente colonialista disfrutando del color sumiso predominante
entre los que desde el otro lado de las barras nos sirven el café y
el croissant a la plancha, por favor. Segunda residencia en una de
esas nuevas urbanizaciones en la costa que un concejal, de derechas o
de izquierdas, amigo de un amigo de una amiga, promueve con
nocturnidad y con unas condiciones muy favorables. Qué tiempo tan
feliz que nunca olvidaré: fines de semana a Ikea, a Decathlon o al
Guggenheim de Bilbao; vacaciones a la India en verano para comprar
unas cuantas telas y volver horrorizados de la miseria ajena; en
invierno a New York para aprovechar el cambio tan guay y volver
cargados de sonys y gepeeses con control de radar incorporado. A
punto de comprar un 4 por 4 para arrollar sentimientos de
inferioridad en la jungla del asfalto. A punto de la televisión de
plasma, la nevera plateada, la banda ancha y de incrementar la cuota
del plan de pensiones, cambiar de Banco, ir a un safari fotográfico
por Kenya, de aficionarse a los tintos postmodernos del Penedés
olvidando la rutina poco cool de los riojas. Todos ya, en fila
e impacientes, en la lista de espera de reservas para Arzak, el Bullí
o Toñi de Vicente. Dudando entre Ruiz Zafón o Vila-Matas, entre
Coetzee o Cesar Vidal, entre Enrique Iglesias o David Bisbal,
Gallardon o Esperanza, entre el PNV o el PNV, entre Almodóvar o Tom
Cruise, entre el Madrid o el Barça, entre lo mejor y lo mejor, que
bien nos lo merecemos con lo que nos ha costado pasar el duro trance
de traducir a euros las pesetas. Allí estábamos: felices y comiendo
perdices con foie, ensaladitas, vinagres de M y delicatessen al por
mayor. Y de pronto, súbito y porque sí….una mariposa que
estornuda en un Banco Hipotecario del Estado de Florida.
Madrecita de mi vida que me quede como estoy.
La teoría del caos, eso de que una mariposa aletea en Brasil y se
hunden las torres gemelas en New York, les resuelve muchos problemas
a ese perezoso que todos llevamos dentro. Hace innecesario el
esfuerzo de leer algo sobre las crisis de sobreproducción de las que
habla Marx o sobre las críticas de Keynes a los acuerdos de Bretton
Woods, aquel lugar donde los norteamericanos decidieron que su dólar
fuera el fluido hegemónico para la circulación de la sangre
económica: si yo me desangro, tú ni te cuento. Bueno pues una
mariposa, al parecer del tipo hispano con pocos recursos, dejó de
pagar su hipoteca subprime a un banco de florida y como
consecuencia un mosquito asustado clavó su aguijón contra el casco
del barco financiero y se abrió imparable una vía de agua y a los
bancos les subió la fiebre (“Una décimas”, dijo Almunia, “algo
estacional” subrayó Vergara, “esto pasa en un Rato”, exclamó
Solbes), y a Pedro Fernández Gual, españolito que vino al mundo en
1964 y que estaba a punto de comprarse un apartamento a pié de obra
en Denía, le negaron el crédito y al promotor de la urbanización
Mirandoalmarsoñé le salió una cojera financiera que no te digo y
al fabricante de ventanas de aluminio Lalunadevalencia le brotó un
sarpullido en la cuenta corriente y treinta de los setenta
despedidos (el resto eran sin papeles) fueron a hablar con el
sindicato y allí les dijeron que Calma al obrero, que cuando Botín
cierra una puerta siempre se abre una ventana, y aunque ninguno, de
momento, se arrojó por ella, todos a ver como pago mi hipoteca que
vivo sin vivir en mi y tan alto euribor espero que muero porque no
llego (a fin de mes), y la crisis, y la economía que se hunde y
aunque Botín y compañía tienen sus propios submarinos y los
gobiernos estén dispuestos a tragarse las aguas que inundan las
salas de máquinas, al resto de los mortales sólo nos queda sino la
esperanza de encontrar una isla para salvarse del tsunami y confiar
en que Aznar tenga razón y el cambio climático no haga subir
demasiado el nivel del mar, la mer, la merde, toujours recomencèe. Y
todo por culpa de esos pobres de Florida que se aprovecharon de la
generosidad de los banqueros y resfriaron a la dichosa mariposa que
estornudó y puso a rodar la bola de nieve, -cierra bien la puerta
hermano/ que largo será el invierno, escribió Valente-, y
ahora todos costipados por mucho frenadol que receten los G-20 o
Zapatero en plan de guest star, todos temblando después de
tanto reír, temiendo que nos quiten la silla prestada, oír el
silbido de la guillotina laboral, ver como el cajero expulsa la
tarjeta o acercársenos con sonrisa sibilina la Jefa de Recursos
Humanos, mientras los agoreros siguen anunciando que esto no ha hecho
más que empezar, que el futuro pinta muy negro y no hay Obama que
nos salve.
¿Pero qué hacer en medio del naufragio? Pues leamos hermanos,
leamos, que todo libro es una salvavidas y la literatura un buen
lugar donde permanecer a salvo por algún tiempo mientras los
tiburones financieros se devoran entre ellos y refundan el
capitalismo suyo de cada día dánosle hoy, o mañana al menos, así
como nosotros tampoco pagamos a nuestros deudores y nos apretamos
como una soga el cinturón y se nos llenan de moho y gusanera las
perdices de cuando éramos felices. Leamos hermanos, y sigamos
creyendo en los Banqueros Magos que la estrellada luz les ilumina y
orienta.
¿De qué se ríen los
Reyes Magos? De las cartas de los niños pobres.
Papá
Noel. Obras
Completas.
Edit Caballo de Troya. 2009
Dicen los que saben que se lee para saber o para olvidar. Bueno,
también cabe leer para saber olvidar o para olvidar lo que se sabe.
A cada cual según sus necesidades. Que está harto o harta de tener
la cara de disgusto con que la crisis le saluda en el espejo todas
las mañanas: pues un poco de humor que no falte. Qué siente que
este miedo laboral o profesional que le carcome por dentro es mejor
sacarlo a pasear: pues una historia de horror para vacunarse del
pánico. O mejor unas dosis alternas o entrecruzadas de una cosa con
otra, un coctel: Arreola y Benedetti, Cervantes y Kafka, Chesterton y
Francisco Ayala, Bukowski con Borges, Mogol con Chejov, todos a
partes iguales, bien agitaditos y con una pizca de angostura
económica. Perfecto. Humor y horror casan bien, que no en vano son
hermanos gemelos.
Humor y horror ¡Vaya par
de gemelos!
Hijos de lo inesperado y de la intemperie. Fueron engendrados, con
afán e ilusión, en el mismo tálamo y vieron la luz con apenas unos
segundos de diferencia sin que la comadrona- la frágil condición
humana- ni la celadora de turno- la frágil condición inhumana-
acertaran, en medio del revuelo, a discernir quien fuere el
primogénito, lo que origina celos y disputas fraternales y no dejará
de crear follón a la hora de las herencias.
El humor es primo, por parte de padre, de lo cómico, de la risa, del
chiste y del disparate. El horror es sobrino, por parte de madre, del
temor, del miedo, de lo siniestro y de la muerte. No se llevan mal
pero cada uno juega a su juego en compañía de sus parientes. Cada
uno tiene su propio carnet de identidad, su propio pin y su propia
contraseña pero como son gemelos hay quien sospecha que a veces
intercambian sus papeles – parapléjico cambia moto destrozada
por silla de ruedas- aunque lo más usual es que más que juntos
se presenten sucesivos, que uno aparezca detrás del otro, pues casi
de manera inevitable así ha venido sucediendo desde los principios
de la Historia. Qué tremenda desgracia nos aguarda para que hoy
seamos tan felices, cantó Rilke. Primero fue el Paraíso con
Adán y Eva en plan de buen humor poniéndo nombre a las animales y a
las cosas: a la garrapata, garrapata; al ciempiés, ciempiés, al
hipopótamo, hipopótamo; al mal tiempo, buena cara. Luego vino lo de
la serpiente y la manzana y la indigestión y el enfado y el horror y
el plan de jubilación que se les viene abajo: ganarás el pan con el
sudor de tu frente (lo de ganarlo con la frente ajena, la economía
capitalista, vendría un poco más tarde). Madre Eva, la mariposa de
Adán, que ya Jardiel Poncela, Amor se escribe con hache-,
decía que su creación fue la primera y divina broma pesada y visto
lo visto decidió, se dice, astuta y machistamente, repartir el peso
entre varias bromitas ligeras al mismo tiempo. Murió de inflación,
se cuenta.
El humor y el horror, el eterno dilema literario. Humor, que goza de
muy buena prensa y mucho crédito. Horror, que no disfruta de tan
buena imagen pero tiene muchos seguidores y cuanto más increíble
es mayor aprecio se le otorga, Lovecraft dixit. El humor es
cosa seria: desnuda la vanidad, desmorona las soberbias, desvela las
falsedades, ridiculiza prejuicios, tira de la manta de la
hipocresía, funciona como analgésico y es garantía de vida feliz,
sana y longeva. Sus efectos, la risa, la carcajada o la sonrisa,
tienen consecuencias benéficas en lo personal, en lo social y en el
infarto de miocardio. Una sociedad que se ríe de si misma es una
sociedad tolerante, abierta, flexible, aunque acaso sea también una
sociedad resignada: cómo definir qué es ser español, le
preguntaron a Cánovas. “El que no puede ser otra cosa”,
respondió. Una persona que es capaz de reírse de si misma nos
parece alguien creativo, inteligente, fiable, atractivo, deseable:
“Me llamo Macedonio y luego me pasaron otras cosas”. El humor
descabalga al puritano, al absoluto, a lo solemne, a lo políticamente
correcto, a lo predecible y a la cultura de empresa: “Preferiría
no hacerlo”.
El horror se manifiesta con varios ropajes. Toscos y bárbaros en
ocasiones: sangre, mazmorras, calaveras, sueldo mínimo, dientes
podridos; refinados y exquisitos en otras: premoniciones, pesadillas,
misterios, declaraciones de amor (o de Hacienda), culpas,
penitencias. Puede venir del más allá o del más acá. A veces
viene de Lugo, pocas.
Es presencia y ausencia y como todo mito se repite a lo largo de la
Historia, revive una y otra vez, resucita y es eterno, eterno
retorno, inmortal, invulnerable. Repele y seduce, atrae y acobarda.
Por su voz nos habla al tiempo el infinito y la cuenta corriente.
Irrumpe sin aviso en la vida cotidiana y la trastoca y sobrepasa. Un
escalofrío que nos hace arder indefensos y nos obsequia con el don
de la incertidumbre. Su encanto reside en su capacidad para
transformar lo trivial y rutinario en intemporal y trascendente. El
horror no deja lugar para lo mediocre. Avisa de que algo hay que nos
supera y eso, al tiempo que nos abate y humilla, nos consuela. El
Gran Padre enfadado o la Gran Madre castradora que nos miran desde
lo alto mientras temblamos, con temor y deseo, esperando el castigo
que nos redima de esa falta que no conocemos pero que sin duda hemos
cometido.
El horror como la señal del caos que nos acecha y nos acoge pues,
si todo es caos ¿dónde habita la culpa? ¿En la mariposa desnuda
que cogió frío en las playas de Miami ? ¿En la tarjeta oro que el
genio de la botella nos regaló a cambio de dejarle en libertad? ¿En
el subprime hispano que se creyó protagonista del sueño americano?
Uno horror que brota en los subterráneos económicos y lentamente,
crédito a crédito, hipoteca a hipoteca, quiebra a quiebra, va
infestando todo el globo, resquebrajando y desregularizando nuestro
calmo bienestar o nuestro malestar asumido. El mal oscuro, la
historia interminable de una oquedad que avanza, el agujero negro por
donde resbalan las felicidades del ayer, del hoy y acaso del mañana.
Grieta a grieta vemos la estela de un horror que no cesa de acercase
por mucho vade retro que nuestros gobernantes exorcicen sin pausa.
Un virus, un troyano, una epidemia, la peste que desde las finanzas
USA salta a Gran bretaña y luego, vía Holanda,desembarca en
Alemania y rebota en Francia y ¡por dios! ¡por dios! que ya viene,
que sube los escalones, reclama su venganza, ¡que está llegando a
Alcorcón y a Cornellá! que no se para, que está llamando a nuestra
puerta. Menos mal que nos queda Lovecraft y si ha de venir que nos
pille al menos en casita y leyendo en el sofá buenas historias porque
un libro es una isla pero también un escudo y un cobijo y un
disfraz, y un espejo para no mirar directamente a los ojos a la
Gorgona, aquella cuya mirada volvía de piedra a todos los que osaban
enfrentarla. No apartemos los ojos del libro, sigamos leyendo, que el
horror virtual nos vacune contra el horror real. Que no quiero
verla, que no quiero verla. Libro, obedece y cuéntame un cuento,
cuéntame que el beso del príncipe despertó a la bella durmiente,
que la caricia de la princesa rompió el encantamiento del sapo, que
Hansel y Gretén volvieron a casa. Lectores del mundo ¡uníos! Ningún
fantasma recorre Europa. Es sólo una mariposa que aletea ancha y
ajena. Feliz Año Nuevo. Que nos dejen leer en paz
Editado en diario El Público en
2010, creo
Aprovechamos este medio para solicitarle a C. Bertolo que nos informe de dirección postal para enviarle el último libro de Juan Carlos Rodríguez (Pensar la literatura. Entrevistas y bibliografía. 1961-2016). Puede ponerse en contacto a través del correo: asociacionicile@gmail.com Muchas gracias y un saludo.
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