lunes, 12 de diciembre de 2016

¡Leed, leed, malditos!


¡Leed, leed, malditos!

                                         c. bértolo
                       

Los estudios económicos normalmente sirven para darse cuenta de que el mejor momento para haber hecho algo fue el año pasado.
Érase una vez el año 2007 y hablemos de un país donde todos éramos felices, altos, rubios, europeos, ricos y guapos. Digo todos porque todos éramos todos y si algunos se quedaban fuera no contaban para nada ni para nadie. Felices porque la tarjeta oro ya estaba al alcance o en el bolsillo de todos los españoles y en los grandes almacenes no dejaba de reír la primavera. Nuestros hijos, bien criados con leches holandesas, cereales y nutrientes de serie americana, y con largos años de vida asegurada porque acaban de firmar hipotecas a cuarenta años y aunque ganan no más de ochocientos euros la semántica les sube el sueldo y los convierte en joviales mileuristas. Precarios pero consumistas, con i-Pod y muy creativos en su blog por muy escasas que fueran las descargas. Nuestros padres o abuelos, con sus molestos achaques y sus insoportables manías, bien atendidos, y a higiénica distancia, por las mesnadas de ecuatorianos o colombianas que pasean al sol sus decrepitudes, les calientan patatas fritas congeladas y lavan cuerpos y cacharros y cualquier clase de mala conciencia que hubiere (pocas en todo caso). Tropas de rumanos reformando nuestros cuartos de baño para adaptarlos a los nuevos tiempos de ducha integral o jacuzzi doméstico; miles de subsaharianos o magrebís cultivando y recolectando los tomates de plástico, las escarolas de hojalata, las lechugas de plexiglás y los subvencionados olivares, para que no nos falte nuestra famosa dieta mediterránea que tan sanos e inmortales nos mantienen al decir de los prestigiosos laboratorios de dietética que generosamente financian las marcas aceiteras. El viejo inconsciente colonialista disfrutando del color sumiso predominante entre los que desde el otro lado de las barras nos sirven el café y el croissant a la plancha, por favor. Segunda residencia en una de esas nuevas urbanizaciones en la costa que un concejal, de derechas o de izquierdas, amigo de un amigo de una amiga, promueve con nocturnidad y con unas condiciones muy favorables. Qué tiempo tan feliz que nunca olvidaré: fines de semana a Ikea, a Decathlon o al Guggenheim de Bilbao; vacaciones a la India en verano para comprar unas cuantas telas y volver horrorizados de la miseria ajena; en invierno a New York para aprovechar el cambio tan guay y volver cargados de sonys y gepeeses con control de radar incorporado. A punto de comprar un 4 por 4 para arrollar sentimientos de inferioridad en la jungla del asfalto. A punto de la televisión de plasma, la nevera plateada, la banda ancha y de incrementar la cuota del plan de pensiones, cambiar de Banco, ir a un safari fotográfico por Kenya, de aficionarse a los tintos postmodernos del Penedés olvidando la rutina poco cool de los riojas. Todos ya, en fila e impacientes, en la lista de espera de reservas para Arzak, el Bullí o Toñi de Vicente. Dudando entre Ruiz Zafón o Vila-Matas, entre Coetzee o Cesar Vidal, entre Enrique Iglesias o David Bisbal, Gallardon o Esperanza, entre el PNV o el PNV, entre Almodóvar o Tom Cruise, entre el Madrid o el Barça, entre lo mejor y lo mejor, que bien nos lo merecemos con lo que nos ha costado pasar el duro trance de traducir a euros las pesetas. Allí estábamos: felices y comiendo perdices con foie, ensaladitas, vinagres de M y delicatessen al por mayor. Y de pronto, súbito y porque sí….una mariposa que estornuda en un Banco Hipotecario del Estado de Florida.

Madrecita de mi vida que me quede como estoy.

La teoría del caos, eso de que una mariposa aletea en Brasil y se hunden las torres gemelas en New York, les resuelve muchos problemas a ese perezoso que todos llevamos dentro. Hace innecesario el esfuerzo de leer algo sobre las crisis de sobreproducción de las que habla Marx o sobre las críticas de Keynes a los acuerdos de Bretton Woods, aquel lugar donde los norteamericanos decidieron que su dólar fuera el fluido hegemónico para la circulación de la sangre económica: si yo me desangro, tú ni te cuento. Bueno pues una mariposa, al parecer del tipo hispano con pocos recursos, dejó de pagar su hipoteca subprime a un banco de florida y como consecuencia un mosquito asustado clavó su aguijón contra el casco del barco financiero y se abrió imparable una vía de agua y a los bancos les subió la fiebre (“Una décimas”, dijo Almunia, “algo estacional” subrayó Vergara, “esto pasa en un Rato”, exclamó Solbes), y a Pedro Fernández Gual, españolito que vino al mundo en 1964 y que estaba a punto de comprarse un apartamento a pié de obra en Denía, le negaron el crédito y al promotor de la urbanización Mirandoalmarsoñé le salió una cojera financiera que no te digo y al fabricante de ventanas de aluminio Lalunadevalencia le brotó un sarpullido en la cuenta corriente y treinta de los setenta despedidos (el resto eran sin papeles) fueron a hablar con el sindicato y allí les dijeron que Calma al obrero, que cuando Botín cierra una puerta siempre se abre una ventana, y aunque ninguno, de momento, se arrojó por ella, todos a ver como pago mi hipoteca que vivo sin vivir en mi y tan alto euribor espero que muero porque no llego (a fin de mes), y la crisis, y la economía que se hunde y aunque Botín y compañía tienen sus propios submarinos y los gobiernos estén dispuestos a tragarse las aguas que inundan las salas de máquinas, al resto de los mortales sólo nos queda sino la esperanza de encontrar una isla para salvarse del tsunami y confiar en que Aznar tenga razón y el cambio climático no haga subir demasiado el nivel del mar, la mer, la merde, toujours recomencèe. Y todo por culpa de esos pobres de Florida que se aprovecharon de la generosidad de los banqueros y resfriaron a la dichosa mariposa que estornudó y puso a rodar la bola de nieve, -cierra bien la puerta hermano/ que largo será el invierno, escribió Valente-, y ahora todos costipados por mucho frenadol que receten los G-20 o Zapatero en plan de guest star, todos temblando después de tanto reír, temiendo que nos quiten la silla prestada, oír el silbido de la guillotina laboral, ver como el cajero expulsa la tarjeta o acercársenos con sonrisa sibilina la Jefa de Recursos Humanos, mientras los agoreros siguen anunciando que esto no ha hecho más que empezar, que el futuro pinta muy negro y no hay Obama que nos salve.
¿Pero qué hacer en medio del naufragio? Pues leamos hermanos, leamos, que todo libro es una salvavidas y la literatura un buen lugar donde permanecer a salvo por algún tiempo mientras los tiburones financieros se devoran entre ellos y refundan el capitalismo suyo de cada día dánosle hoy, o mañana al menos, así como nosotros tampoco pagamos a nuestros deudores y nos apretamos como una soga el cinturón y se nos llenan de moho y gusanera las perdices de cuando éramos felices. Leamos hermanos, y sigamos creyendo en los Banqueros Magos que la estrellada luz les ilumina y orienta.

¿De qué se ríen los Reyes Magos? De las cartas de los niños pobres.
                                     Papá Noel. Obras Completas. Edit Caballo de Troya. 2009

Dicen los que saben que se lee para saber o para olvidar. Bueno, también cabe leer para saber olvidar o para olvidar lo que se sabe. A cada cual según sus necesidades. Que está harto o harta de tener la cara de disgusto con que la crisis le saluda en el espejo todas las mañanas: pues un poco de humor que no falte. Qué siente que este miedo laboral o profesional que le carcome por dentro es mejor sacarlo a pasear: pues una historia de horror para vacunarse del pánico. O mejor unas dosis alternas o entrecruzadas de una cosa con otra, un coctel: Arreola y Benedetti, Cervantes y Kafka, Chesterton y Francisco Ayala, Bukowski con Borges, Mogol con Chejov, todos a partes iguales, bien agitaditos y con una pizca de angostura económica. Perfecto. Humor y horror casan bien, que no en vano son hermanos gemelos.

Humor y horror ¡Vaya par de gemelos!

Hijos de lo inesperado y de la intemperie. Fueron engendrados, con afán e ilusión, en el mismo tálamo y vieron la luz con apenas unos segundos de diferencia sin que la comadrona- la frágil condición humana- ni la celadora de turno- la frágil condición inhumana- acertaran, en medio del revuelo, a discernir quien fuere el primogénito, lo que origina celos y disputas fraternales y no dejará de crear follón a la hora de las herencias.
El humor es primo, por parte de padre, de lo cómico, de la risa, del chiste y del disparate. El horror es sobrino, por parte de madre, del temor, del miedo, de lo siniestro y de la muerte. No se llevan mal pero cada uno juega a su juego en compañía de sus parientes. Cada uno tiene su propio carnet de identidad, su propio pin y su propia contraseña pero como son gemelos hay quien sospecha que a veces intercambian sus papeles – parapléjico cambia moto destrozada por silla de ruedas- aunque lo más usual es que más que juntos se presenten sucesivos, que uno aparezca detrás del otro, pues casi de manera inevitable así ha venido sucediendo desde los principios de la Historia. Qué tremenda desgracia nos aguarda para que hoy seamos tan felices, cantó Rilke. Primero fue el Paraíso con Adán y Eva en plan de buen humor poniéndo nombre a las animales y a las cosas: a la garrapata, garrapata; al ciempiés, ciempiés, al hipopótamo, hipopótamo; al mal tiempo, buena cara. Luego vino lo de la serpiente y la manzana y la indigestión y el enfado y el horror y el plan de jubilación que se les viene abajo: ganarás el pan con el sudor de tu frente (lo de ganarlo con la frente ajena, la economía capitalista, vendría un poco más tarde). Madre Eva, la mariposa de Adán, que ya Jardiel Poncela, Amor se escribe con hache-, decía que su creación fue la primera y divina broma pesada y visto lo visto decidió, se dice, astuta y machistamente, repartir el peso entre varias bromitas ligeras al mismo tiempo. Murió de inflación, se cuenta.
El humor y el horror, el eterno dilema literario. Humor, que goza de muy buena prensa y mucho crédito. Horror, que no disfruta de tan buena imagen pero tiene muchos seguidores y cuanto más increíble es mayor aprecio se le otorga, Lovecraft dixit. El humor es cosa seria: desnuda la vanidad, desmorona las soberbias, desvela las falsedades, ridiculiza prejuicios, tira de la manta de la hipocresía, funciona como analgésico y es garantía de vida feliz, sana y longeva. Sus efectos, la risa, la carcajada o la sonrisa, tienen consecuencias benéficas en lo personal, en lo social y en el infarto de miocardio. Una sociedad que se ríe de si misma es una sociedad tolerante, abierta, flexible, aunque acaso sea también una sociedad resignada: cómo definir qué es ser español, le preguntaron a Cánovas. “El que no puede ser otra cosa”, respondió. Una persona que es capaz de reírse de si misma nos parece alguien creativo, inteligente, fiable, atractivo, deseable: “Me llamo Macedonio y luego me pasaron otras cosas”. El humor descabalga al puritano, al absoluto, a lo solemne, a lo políticamente correcto, a lo predecible y a la cultura de empresa: “Preferiría no hacerlo”.
El horror se manifiesta con varios ropajes. Toscos y bárbaros en ocasiones: sangre, mazmorras, calaveras, sueldo mínimo, dientes podridos; refinados y exquisitos en otras: premoniciones, pesadillas, misterios, declaraciones de amor (o de Hacienda), culpas, penitencias. Puede venir del más allá o del más acá. A veces viene de Lugo, pocas.
Es presencia y ausencia y como todo mito se repite a lo largo de la Historia, revive una y otra vez, resucita y es eterno, eterno retorno, inmortal, invulnerable. Repele y seduce, atrae y acobarda. Por su voz nos habla al tiempo el infinito y la cuenta corriente. Irrumpe sin aviso en la vida cotidiana y la trastoca y sobrepasa. Un escalofrío que nos hace arder indefensos y nos obsequia con el don de la incertidumbre. Su encanto reside en su capacidad para transformar lo trivial y rutinario en intemporal y trascendente. El horror no deja lugar para lo mediocre. Avisa de que algo hay que nos supera y eso, al tiempo que nos abate y humilla, nos consuela. El Gran Padre enfadado o la Gran Madre castradora que nos miran desde lo alto mientras temblamos, con temor y deseo, esperando el castigo que nos redima de esa falta que no conocemos pero que sin duda hemos cometido.
El horror como la señal del caos que nos acecha y nos acoge pues, si todo es caos ¿dónde habita la culpa? ¿En la mariposa desnuda que cogió frío en las playas de Miami ? ¿En la tarjeta oro que el genio de la botella nos regaló a cambio de dejarle en libertad? ¿En el subprime hispano que se creyó protagonista del sueño americano?

Uno horror que brota en los subterráneos económicos y lentamente, crédito a crédito, hipoteca a hipoteca, quiebra a quiebra, va infestando todo el globo, resquebrajando y desregularizando nuestro calmo bienestar o nuestro malestar asumido. El mal oscuro, la historia interminable de una oquedad que avanza, el agujero negro por donde resbalan las felicidades del ayer, del hoy y acaso del mañana. Grieta a grieta vemos la estela de un horror que no cesa de acercase por mucho vade retro que nuestros gobernantes exorcicen sin pausa. Un virus, un troyano, una epidemia, la peste que desde las finanzas USA salta a Gran bretaña y luego, vía Holanda,desembarca en Alemania y rebota en Francia y ¡por dios! ¡por dios! que ya viene, que sube los escalones, reclama su venganza, ¡que está llegando a Alcorcón y a Cornellá! que no se para, que está llamando a nuestra puerta. Menos mal que nos queda Lovecraft y si ha de venir que nos pille al menos en casita y leyendo en el sofá buenas historias porque un libro es una isla pero también un escudo y un cobijo y un disfraz, y un espejo para no mirar directamente a los ojos a la Gorgona, aquella cuya mirada volvía de piedra a todos los que osaban enfrentarla. No apartemos los ojos del libro, sigamos leyendo, que el horror virtual nos vacune contra el horror real. Que no quiero verla, que no quiero verla. Libro, obedece y cuéntame un cuento, cuéntame que el beso del príncipe despertó a la bella durmiente, que la caricia de la princesa rompió el encantamiento del sapo, que Hansel y Gretén volvieron a casa. Lectores del mundo ¡uníos! Ningún fantasma recorre Europa. Es sólo una mariposa que aletea ancha y ajena. Feliz Año Nuevo. Que nos dejen leer en paz
Editado en diario El Público en 2010, creo

1 comentario:

  1. Aprovechamos este medio para solicitarle a C. Bertolo que nos informe de dirección postal para enviarle el último libro de Juan Carlos Rodríguez (Pensar la literatura. Entrevistas y bibliografía. 1961-2016). Puede ponerse en contacto a través del correo: asociacionicile@gmail.com Muchas gracias y un saludo.

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