La Literatura y el Non
serviam.
c.b.
En cierto modo puede entenderse que la Literatura está
conformada por todo el patrimonio de historias, sucesos, aconteceres,
fantasías, testimonios, relatos, palabras en definitiva, a través
de las cuales, configuradas como poemas, dramas, narraciones o
historias, los hombres y mujeres, a lo largo de los tiempos han
dejado memoria oral o escrita de sus miedos y deseos, de sus
esperanzas y fracasos, de sus derrotas y logros, empeños y olvidos,
mitos y angustias. La literatura entendida como el lugar donde habita
la palabra memorable, la que merece permanecer, devenir herencia,
promesa y aviso. En la literatura así considerada, como repertorio
de temas y motivos, puede encontrarse lo mejor y lo peor, lo más
noble y lo más abyecto de eso que hemos convenido en llamar la
condición humana y que muchas veces la literatura muestra en
negativo: como la condición inhumana. La literatura como árbol que
hunde sus raíces en el deseo profundo de ser memoria y recuento
saltando más allá del tiempo o el espacio concreto donde el texto o
relato tuvo su nacimiento. La literatura como instrumento técnico
capaz de sortear la fugacidad de una vida, de esquivar los
condicionamientos de lo biológico para, apropiándose del don
sagrado de la omnipresencia, revelarse como una especie de
inmortalidad al alcance de esa especie limitada que al cabo
constituimos. Árbol en cuyo tronco se asientan las palabras que
fueron, son y serán, y del que arrancan ramas múltiples y hojas,
brotes, flores y frutos, amargos unos, gratos otros. Árbol de la
sabiduría, del bien y del mal, donde buena parte de la humanidad
busca, acogida a su sombra, cobijo, consejo o consuelo frente a la
aventura de ese aventurarse inevitable que es el vivir, y el morir.
La literatura, también, como cielo estrellado donde brillan,
“titilan a lo lejos”, en medio de la noche oscura, astros,
planetas, lunas, cometas, satélites artificiales, asteroides y
estrellas fugaces. Un espacio abigarrado que desde el principio de
los tiempos, es decir, desde el principio de la memoria, hombres y
mujeres tratan de ordenar a fin de orientarse en medio de ese
aparente caos de voces, –la literatura- a las que pedimos
respuestas o preguntas cuando deseamos encontrar el sentido a una
existencia que nadie ha demandado y de la que seremos arrojados sin
que se nos haya solicitado permiso alguno. La literatura como mapa de
la noche: sistemas solares, galaxias, constelaciones, y como brújula
semántica que señala la significación de las palabras. Hablamos de
la novela como una de esas grandes galaxias que topografiamos
delimitando en ella constelaciones diversas: la novela histórica, la
novela de aprendizaje, la novela de adulterio, la novela de
aventuras, la novela de misterio y terror. Una ordenación acaso más
arbitraria que ingeniosa pero que igual que el planisferio nocturno
sirve al navegante en su viaje nos permite orientarnos en la urdimbre
de textos que la literatura ha venido tejiéndo desde que la palabra
cobró vocación de memoria.
Huelgas, revueltas y revoluciones son tres palabras que comparten un
mismo campo semántico, una misma evocación compartida, un mundo
común sin duda definido por la resistencia frente a la opresión
tiránica o a la injusticia sentida como tal, ya esté ese
sentimiento asentado en causas objetivas ya sea un sentimiento
subjetivo y por tanto enjuiciable y polémico. Resistencia colectiva
e individual frente a un poder que se vive como injusto, frente a una
situación que socialmente se vuelve intolerable. Resistirse, non
serviam, a lo que nos oprime parece, en principio al menos, un
movimiento connatural, biológico, fundado en la necesidad animal de
moverse libremente y sin ataduras ajenas dentro del habitat donde
nuestros cuerpos han de buscar nutrientes imprescindibles para su
supervivencia y reproducción y donde nuestras facultades son terreno
propicio para la dignidad y la autoestima. El gesto de resistencia de
quien busca soltura, libertad, autonomía. En el caso del animal
humano que somos,”zoom politikon” en términos aristotélicos,
habitantes de un espacio social, - uno entre los otros, otro para los
unos,- el gesto será siempre un gesto social, individual y
colectivo al unísono.
En los tres conceptos que dan nombre a este libro lo
colectivo es el rasgo pertinente y básico si bien lo individual no
deja de ocupar un lugar sobresaliente. Por huelga, entienden
los diccionarios la “Interrupción colectiva del trabajo con el fin
de imponer ciertas condiciones o manifestar una protesta; por
revuelta "Alboroto, alteración, alzamiento colectivo y
violento contra la autoridad,”, y por revolución “Cambio
violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de
una nación.”. Si ya cada uno de estos términos por separado deja
entrever la materia a la que apunta este libro, es dable señalar que
su aparición conjunta en el sintagma que da título al libro avisa
sobradamente que se trata de proponer una constelación de textos que
den cuenta , del modo más coherente y representativo posible, de la
expresión literaria que la tradición emancipadora social ha ido
trazando a lo largo de la Historia y de la Historia de la Literatura,
dos secuencias temporales cuya cronología no siempre se superpone.
De ahí que para la narración de un hecho acaecido en el siglo I
antes de Cristo, la rebelión de Spartacus por ejemplo, se ofrezca un
texto narrativo escrito en el XX, mientras que en otros caso la
cronología del hecho y del texto sea casi simultánea porque el
episodio histórico y la creación del texto literario
correspondiente, la muerte de Emiliano Zapata, coinciden en el
tiempo. Desde la voluntad de incorporar al conjunto de textos un
panorama histórico del movimiento emancipador, se ha optado para su
presentación por un ordenamiento cronológico que atiende al trazo
de la historia y no al momento en que tiene lugar su expresión
literaria. Se abre así con la narración de un suceso “anterior a
todo tiempo”, la Rebelión de Lucifer, para cerrarse con una
revuelta radicalmente contemporánea: los movimientos
antiglobalización. La elección de este orden responde a la
intención con que hemos tratado de vertebrar este volumen
entendiéndolo como una unidad de sentido y no como un mero
muestrario o recopilación de textos que dieran cuenta simplemente de
una materia común como tantas otras. Para poder trasmitir la
impresión deseada de que el camino de la emancipación de hombres y
mujeres frente a toda traba o poder que impida su realización: la
construcción de un espacio social donde nadie se apropie para su
beneficio personal del destino de nadie, es un camino en marcha, con
sus inevitables y tortuosos tramos de avance, retroceso y parada,
tal disposición de los textos seleccionados nos ha parecido
imprescíndible.
Justificar los criterios de selección de los textos que se
proponen requiere más detenimiento aun cuando bien podrían
resumirse en dos principales: calidad literaria y capacidad de
significación. Por desgracia, o suerte, la calidad literaria no es
una condición fácil de determinar y la historia de la literatura es
una prueba evidente de ello; valga como ejemplo el desprecio
literario de todo el siglo XIX hacia la obra de Góngora o el
descrédito que el neoclasicismo del siglo XIX expresó hacia el
teatro de Shakespeare. Estamos por tanto ante un concepto
relativamente inestable y aunque no nos parezca que tenga su
fundamento en la mera subjetividad individual, su posible
objetividad descansa en un cierto grado de acuerdo o convenio que
cada tiempo o época o cultura realiza a modo de canon dominante. Ni
siquiera el propio concepto de que sea o no sea un texto literario
está libre de condicionantes temporales. En cualquier caso hemos
tratado de adoptar en la tarea de selección una actitud respetuosa
con lo que llamaré las estimaciones literarias dominantes si bien,
las necesidades de atender al otro criterio autoimpuesto, la
capacidad de significación, han podido dar origen a la presencia
acaso inesperada de textos cuya calidad o incluso cualidad literaria
podría ser puesta en cuestión desde ámbitos literarios distintos.
Me refiero, por ejemplo, a la oportunidad de reproducir dentro de un
libro con clara vocación literaria como es éste, los noventa y
cinco puntos de las tesis de Lutero o la declaración de derechos a
que dio lugar la independencia de las colonias norteamericanas. He de
retomar la idea ya expresada con anterioridad acerca de la literatura
como “palabra memorable” para hacer ver que textos semejantes
reúnen a mí entender cualidades que van más allá de su posible
consideración como mero documento o testimonio histórico.
La capacidad de significación, en tanto criterio, enlaza por un
lado con la representatividad del material literario elegido y por
otro, con su adecuación o
conveniencia compositiva respecto al sentido que hemos tratado de
otorgar al conjunto. En lo que a esto atañe la fábrica o armazón
del libro, aún sin olvidar el norte literario que lo encaminaba,
partió de un esquema, en principio, más histórico que literario.
Se decidió en primer lugar la secuencia de acontecimientos, -
huelgas, revueltas, revoluciones,- con que construir “la
representación” de ese camino en marcha citado, es decir, los
acontecimientos necesarios para que el libro contase, a nuestro
juicio, lo que queríamos que contase, prefiriendo siempre, dentro de
lo posible, la elección de aquellos que, por ser de mayor
conocimiento general o de mayor proximidad a nuestro entorno
cultural, más fácilmente vehiculasen la conveniente
representatividad. Y así, si bien se quiso que la rebelión contra
los dioses estuviese presente en la apertura, se eligió la rebelión
de Satanás antes que la historia de Prometeo y los Titanes que los
textos clásicos nos ofrecen o las revueltas contra Odín presentes
en las sagas germanas o el enfrentamiento entre dioses que
encontramos en el Mahabharata y, con la misma orientación,
se prefirió el texto sobre la revuelta irmandiña, cercana a
nuestras circunstancias geohistóricas , frente a una posible
crónica sobre algún episodio de las jacqueries francesas.
Seleccionados los tramos del camino, la inclinación por uno u
otro texto determinado responde por tanto a la necesidad de conjugar
adecuadamente los dos criterios señalados. Aún así, la selección,
en muchos casos y sobremanera en aquellos relacionados con episodios
o momentos históricos, la Revolución Francesa, el movimiento
obrero, la Revolución Soviética, las luchas antifranquistas, que
han generado una abundante y espléndida literatura, la difícil
decisión final se hizo atendiendo a otros criterios convenientes
aunque no prioritarios: sostener o despertar el interés de los
posibles lectores, abarcar distintos géneros o estilos literarios,
procurar su diversidad temporal, introducir un ritmo ágil y
atractivo, conjugar lo conocido con lo infrecuente, y, con especial
acento y cuidado, equilibrar desde la pluralidad los inevitables
perfiles ideológicos. No se trataba de buscar ninguna imposible
imparcialidad sino de evitar ópticas uniformes o cómplices, a fin
proponer miradas literarias complementarias que revelaran ángulos y
acercamientos que al entusiasta, al sectario, al enemigo o al
simpatizante se le escapan consciente o inconscientemente. Contar un
camino no es, no debería ser al menos, listarse a cantar o
concelebrar el camino; en primer lugar porque el camino es tortuoso,
complejo y falible, y, en segundo, porque las veredas de la Historia
ni son de dirección única ni están predeterminadas ni
profetizadas. Entiendo que la presencia de una voz disconforme como
la del Padre Guevara hablando de los Comuneros de Castilla o la de
Sofía Casanova narrando con distanciamiento singular la Revolución
bolchevique ilustran de modo suficiente el talante con que, sin
renunciar a nuestro objetivo, hemos tratado de plasmar esta propuesta
literaria sobre la emancipación, el inconformismo social y la lucha
contra la injusticia. Un eje de afán y esfuerzo que atraviesa la
historia de la Humanidad.
En considerable proporción los textos escogidos forman parte
de lo que se ha venido llamando la literatura revolucionaria y que
identificamos como aquel conjunto de textos que al calor del
surgimiento del movimiento obrero ha venido acompañando al
desenvolvimiento de las ideologías socialistas desde mediados del
siglo XIX. Ha sido nuestro propósito sin embargo, enraizar esta
estela literaria de rebeldía, protesta o motín en un paisaje
temporal mucho más amplio acudiendo a los muchos y claros
precedentes que en las literaturas anteriores al siglo XIX se
encuentran. El fracasado “golpe de Estado” de Lucifer, la “guerra
de liberación“ que Moisés lleva a cabo contra un Faraón cuyo
empecinamiento le obligará a recurrir al derramamiento de sangre
inocente, la “utopía” de esa ciudad sin amos ni esclavos con que
Spartacus sueña o el amotinamiento y “lucha armada” de los
campesinos gallegos contra los abusos de los señoríos feudales, son
episodios que incorpora con acertada fuerza expresiva esa larga
tradición literaria que, más denostada que aplaudida, representa
una dirección ética y estética viva y permanente y que ha dado
lugar a obras literarias de tan alto relieve como La madre de
Gorki, Talón de hierro o Marín Edén, de Jack London, La
mina de Armando López Salinas, Central eléctrica de
Jesús López Pacheco, Vámonos con el cañón para Bachimba
de Rafael F. Muñoz, Los de debajo de Mariano Azuela o La
consagración de la primavera de Alejo Carpentier, y que sin
embargo y a despecho de su alta calidad literaria, y por razones que
luego abordaremos ni aparecen formando parte del canon de la
Literatura Universal, ni encuentran hoy por parte de la crítica o
del mundo académico la hospitalidad necesaria para ser leídas con
la atención y difusión que sin duda podrían alcanzar si el
reconocimiento de su valor literario se realizase en condiciones ya
que no favorables al menos no radicalmente hostiles. En un contexto
social y cultural en el que predomina un confortable escepticismo
activo contra cualquier ideología que se niegue a aceptar como
razonable que el derecho al trabajo dependa de la voluntad
empresarial de los que detentan la propiedad de los medios de
producción, o que la mitad de la población infantil mundial
padezca grave desnutrición, al tiempo que las basuras producidas por
tan sólo uno de los llamados países desarrollados contiene valores
nutrientes que solventarían esa carencia, una literatura que se
niega a aceptar estos hechos como “naturales” o inevitables
parece estar condenada a sobrevivir en los márgenes de un sistema
literario que la soporta, cuando la soporta, como una antigualla
estética. Rechazo que da cuenta en buena medida de su escaso
conocimiento por parte de los lectores actuales y de la dificultad
que supone en muchos casos encontrar ediciones disponibles de la
mayoría de esas obras y autores que conformaron y conforman la
tradición de esta literatura de lucha, combate y protesta, situación
que convierte a este libro, más allá de nuestros aciertos o errores
a la hora de la selección de textos concretos, en una ocasión casi
única para recuperar un horizonte literario de extraordinario
interés que pocas, muy pocas veces asoma por el paisaje editorial.
Es ésta una literatura de difícil caracterización
formal y que si por su temática resulta reconocible y agrupable,
por la variedad de géneros que encierra – poemas, narraciones,
novelas, dramas- y por la diversidad de tendencias – realismo,
crónica, alegoría, romances- con que se expresa, impide hablar en
sentido estricto de ella como de un género o subgénero con sólida
especifidad . No obstante entiendo que desde el punto de vista
compositivo, dentro de ese corpus que la literatura de
revuelta y revolución compone, se pueden detectar ciertos
rasgos comunes si no constantes al menos significativos por su
frecuencia.
Michael Waltez, al estudiar la producción literaria
fecundada por las ideas de libertad, solidaridad y creencia en las
posibilidades de alcanzar colectivamente una vida más justa, vio en
el relato bíblico del Éxodo una estructura narrativa que puede
aplicarse a todo relato revolucionario. Tres serían para él los
elementos o topos pertinentes:
1. El lugar donde se vive (Egipto).
2. Existe un país mejor (la Tierra Prometida).
- Para llegar a ella hay que pasar por el sacrificio del desierto.
Pauta compositiva que creo podríamos trasladar a un esquema todavía
más transparente o general:
- Situación de injusticia.
- Propuesta de una alternativa.
- Acción heroica para lograr el paso de otra situación.
Partiendo de esta secuencia estructural la literatura
revolucionaria se configuraría temáticamente alrededor de tres
momentos: el de la protesta o denuncia; el de la utopía o el ideal y
el de la acción o enfrentamiento. Ahora bien, si tenemos en cuenta
que, como señala Manuel Rodríguez Rivero, la característica
estructural propia de “la literatura de aventuras” es la
presencia en el entramado argumental de un obstáculo que los
protagonistas deben salvar a fin de alcanzar una situación deseada,
no debería sorprendernos el constatar que desde el punto de vista
formal la literatura revolucionaria se presenta como una especie de
pariente “rojo”de esa literatura de aventuras cuyo objetivo
básico, el entretenimiento, es radicalmente opuesto al suyo: la toma
de conciencia. Con todo, cabe también deducir de este parentesco,
acaso no deseado, las razones que explican el por qué del raro
destino al que se ve sometido esta literatura de denuncia y revuelta
a la que, desde las instancias académicas hegemónicas, se viene
descalificando una y otra vez en razón a una pretendida
incompatibilidad entre la calidad literaria y la ideología política
que en ella se respirara. Incompatibilidad entre lo político y la
calidad literaria que, visto lo visto, sólo mostraría sus
devastadores efectos negativos sobre “lo literario” cuando lo
político se corresponde a una visión del mundo en el que está
presente la necesidad o conveniencia de transformar o revolucionar,
por injustas u opresivas, las reglas del juego económico y social
que el capitalismo, como ideología dominante, defiende y presenta
como únicas, adecuadas y posibles. Desde tal astigmatismo
analítico, la literatura de protesta y revolución no dejaría de
ser el pariente “feo y deforme”. Aventuras “contaminadas”,
ingenuas cuando no monstruosas, manchadas de buenas intenciones, que
hablan de cambiar este mundo que, podrá tener sus defectos o
defectillos, claro, pero que es el único mundo posible; nada que
ver por supuesto con la aventura sana, natural y limpia que nos
cuenta como unos caballeretes de ánimo mercantil se lanzan
avariciosos a la búsqueda de unas riquezas que no les pertenecen,
reúnen capital para comprar un barco y pagar una tripulación y que,
cuando esta tripulación de piratas se les amotina porque quieren
conseguir lo mismo que ellos quieren, el tesoro, no dudan en
recurrir a esa violencia que en los piratas condenan pero que la
ideología mercantilista para su caso legitima.
La ideología dominante es como la señal más insistente
y efectiva que emite un teléfono: el silencio; un silencio que
propaga su mensaje – nadie llama- pero del que no se es consciente
salvo que se viva en estado de necesidad: el enamorado o enamorada
que angustiados esperan la llamada del amado o de la amada. Y en
efecto esta literatura políticamente correcta “no suena”.
Mientras que la otra, la “estridente”,los dueños del canon sólo
toleran y admiten con renuencia y a cuentagotas: Los miserables
de Victor Hugo, El don apacible de Sholojov, Imán de
Ramón Sender, El guardián de Harold Pinter, Canto general
de Neruda, Madre Coraje de Bertold Brecht, su existencia a
modo de mal menor mientras insisten en levantar aduanas literarias
que poco posibilitan el conocimiento y el desarrollo de cualquier
imaginación literaria que pretenda insistir en la aventura, la gran
aventura, de cambiar el mundo.
Por otro lado y en comparación a lo que sucede con la “no
contaminada” literatura de aventuras, donde el protagonismo
descansa con especial fuerza sobre un héroe individual, en la
literatura de revuelta o revolución el protagonismo recae sobre un
elemento o constructo narrativo de carácter dual donde lo individual
y lo colectivo tienden a complementarse dialécticamente de manera
semejante a como sucede en la épica tradicional, dando lugar a que
las fronteras entre el héroe y lo colectivo que representa y encarna
resulten casi imposibles de desgajar. Como consecuencia, y según el
grado de fusión de esta pareja protagonista sea mayor o menor, el
texto correspondiente adquirirá un perfil más o menos cercano a la
épica, si la relación es equilibrada, a la novela, si pesa más el
héroe individual o, a la crónica, en caso de que lo colectivo
desempeñe el papel hegemónico.
El juego de posibilidades que se abren a partir de esta variedad de
posibles tonos y perfiles determinará la personalidad literaria
concreta de cada texto aun cuando la materia argumental les otorgue
un inconfundible aire de familia. Aceptando el hecho de que toda obra
literaria aporta su correspondiente “sonido ideológico” hemos
tratado a la hora de hacer nuestra selección de que toda esa amplia
gama de acercamientos literarios al tema, uno y trino, que el libro
propone, estuviera representado, de manera suficiente y en lo
posible, a lo largo de sus páginas a fin de que los lectores
disfruten con los diferentes y particulares “sonidos literarios”
que cada uno de ellos transporta confiando que en conjunto, como las
notas en un pentagrama, creasen un todo armónico, grato y coherente.
Con cada texto hemos querido proporcionar al lector una
tonalidad diferente, desde la posible exaltación hasta la emoción
intelectual reflexiva, desde el tono alto de la voz poética de John
Milton hasta el desgarro popular de un corrido mexicano, desde la
carta íntima del condenado Juan de Padilla hasta la proclama
imperativa de Franz Fanon, dejando que fuera finalmente la
sensibilidad literaria de los lectores la que interpretase el sentido
y valor de esta travesía literaria que, no en vano y como bien
decía Don Antonio Machado: “Caminante no hay camino. Se hace
camino al andar”. Es evidente que en esta antología hay una
ausencia escandalosa: la Revolución Cubana. Quisimos contar con un
texto de Cabrea Infante anterior a su disidencia, no fue posible y lo
lamentamos. No siempre “las intendencias editoriales” permiten
que se cumplan las intenciones del antólogo. A veces un hueco “dice”
más que mil palabras. En cualquier caso el objetivo de nuestra
tareaha querido ser el de aportar hitos, guijarros y señales de un
camino. Pues todo libro es brújula, mapa y viaje. Salud y feliz
singladura.
Prologo a Huelgas, Revueltas, Revoluciones. 451 Ediciones,
Madrid, 2006
En la distribuidora no lo tienen, pero lo he encontrado aquí:
ResponderEliminarhttp://www.todostuslibros.com/libros/libro-de-huelgas-revueltas-y-revoluciones_978-84-96822-64-1
Pero también tengo la posibilidad de pedir este:
http://www.azetadistribuciones.es/html/lib/index.php#/html/lib/buscar/detalle.php?fr_codArticulo=7040720022&fr_pagSel=1&fr_posicion=1
No sé cuál pediré... Un dilema.
Observo que el segundo enlace no enlaza. Se trata de: EL REVOLUCIONARIO QUE NO SABIA DEMASIADO.
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