POÉTICAS DE LA
NARRACIÓN (5)
Todo esto no significa
desprecio o negación hacia el uso del yo y de la primera persona si
bien incluye desconfianza acerca del abuso del yo y de los
narcisismos especulares Tampoco se trata de negar que la
autoobservación, más allá del inevitable exhibicionismo –
repetimos: inevitable- permite calibrar la configuración de las
zonas y reparticiones en los que se asienta la conciencia y la
interpretación del mundo y de sus realidades. Lo que si rechazamos
en la psicologización extrema de los conflictos, de la relación
entre el yo y el yo, o entre el yo y los otros.
Para salir de estos
pantanos parece conveniente y quizás necesario volver a la ingenua
pregunta primigenia: el escritor ¿quién es?, con la correspondiente
respuesta o entendimiento desde el que estás Poéticas que hemos
venido desprendiendo deben ser abarcadas (o abandonadas): escritor
es aquel que tiene algo que decir y no sabe cómo hacerlo. Dicho
lo dicho veamos que hemos querido decir:
Aquel. No es nada
sencillo determinar qué aquel es el aquel de que estamos hablando.
En principio, el escritor cuenta con señas y carnet de identidad: un
nombre y por consiguiente una biografía, una condición social, un
género, pero bien sabemos que el castellano es revelador al
respecto: no siempre el ser comprende- abarca- el estar. Borges lo
señala con sutileza en su poema más marxista: “ Yo, que tantos
hombres he sido, no he sido nunca
aquel en cuyos brazos desfallecía
de amor Matilde Urbach“. Y digo bien: poema marxista porque
por una vez Don Borges abandona aquí lo intemporal para descubrir
que es la situación concreta la que, al limitarnos como
posibilidad, nos hace y define. El Aquel es solo aquel de un escritor
cuando este se mueve en la situación de escritor que es situación
- y este duele a los necesitados de trascendencia- que para tener
cuerpo, volumen y consistencia necesita ser corroborada por lo Otro
(el editor, la edición, la recepción, la lectura). No se entienda
sin embargo que la situación “viene dada” y que por tanto lo
absuelve de responsabilidad. En la situación que lo constituye como
tal el escritor “responde”, es decir, se hace responsable. Veamos
un ejemplo de situación que puede servirnos para aclarar o plantear
espacios de comprensión de esa actividad que es el escribir: Hace
años y ante el diagnóstico funesto de un cáncer de resolución
mortal y en corto plazo a un viejo escritor gallego hubo de
planteársele un problema de esquiva providencia. Puesto en situación
fatal el escritor gallego redactó, aparte del oportuno testamento,
un pliego de últimas voluntades en las que proveía petición a sus
herederos para que en la lápida de su tumba ubicasen un retrato suyo
tal y como venía siendo costumbre y tradición funeraria en el
entorno rural de donde procedía. Sobre su mesa dispuso de tres
fotografías correspondientes a “su ser” en tres momento vitales
diferentes: foto de adolescente, foto de madurez, foto reciente. Es
entonces cuando le surge el problema narrativo fundamental: qué
retrato va a ser el que asuma para “ser” entre los otros cuando
ya no esté entre ellos. El viejo escritor gallego sabe que no es él
quien elige su muerte – la parte de la situación que viene dada-
pero que frente a esa muerte que va a separarlo de los otros, al
elegir la foto que ha de inscribirse en su tumba sí será
responsable del “ese era yo” que la foto va a hacer público.
Inscribir, hacer público, hablar con los que no te oyen son
elementos que es fácil ver comparten esta historia y esa actividad
social que supone la escritura literaria. No sabemos cuál fue la
foto que finalmente nuestro personaje eligió, quizá siguiendo
pautas “decimonónicas” acabaría por asumir que en la edad
última están contenidas todas las edades porque “uno solo es el
argumento de la vida”, pero quizá el viejo escritor se viese
atravesado de inquietudes o veleidades posmodernas y decidiese que
no una sino las tres fotos honrasen su lápida desde el
convencimiento de que el yo es múltiple y la vida requiere
fragmentación e ironía. En uno y otro caso lo la historia pone en
evidencia es que “la voz propia” es siempre una voz impropia,
coyuntural, construida.
Porque el escritor ,
al igual que el difunto escritor gallego lo hace en su tumba, “se
persona” en sus textos, se hace persona en ellos, se hace máscara,
instrumento de sonido, tecnología para que oigan más allá de su
espacio y tiempo, más allá de la muerte y en ese sentido el
escritor es un hallazgo tecnológico, la extensión técnica de una
capacidad de la especie, una maquinaria, un recurso de la sociedad
para hacerse memoria y tiempo. Y al igual que serán los otros los
que pongan cara al muerto cuando encuentren su tumba en su cementerio
galaico, serán los lectores los que den voz a la voz del que ha
escrito. La voz propia es un mito del yo. La voz está en los otros.
El viejo escritor sabe que “será mirado” por lo otros y en esa
mirada estará su ser. De ahí que el escritor deba aprender a oírse
a través de la voz de los otros.
Como el difunto, el
escritor sabe que “soy en los otros”, aspira a eso, a ser en los
otros y precisamente por eso su angustia no proviene de sus dudas
sobre si es o no es sino si ellos, los otros, “son en él”. pues
en definitiva de esa condición depende vivir - “en escritor”- en
éxito o en fracaso. Llegar a ser en el ser de los otros es la
ambición, el deseo, el punto de partida y el punto de llegada. Y de
ahí también la tentación de tratar de garantizarse el éxito
dejando que los otros escriban por ti, que escriba por ti el gusto
dominante, la moda, la tendencia, la imaginación hegemónica. Como
si el viejo escritor gallego hubiese sacado a consulta electoral la
toma de decisión acerca de qué foto sería la más conveniente para
hablarnos desde la muerte.
Seguiremos.
Supongo que garantizarte el éxito dejando que los otros escriban por ti es también una forma de perder la propia identidad. Si el escritor se deja llevar por modas o tendencias, su aspiración de ser en los otros podría quedarse en nada, pues al perder la propia identidad pierde también su oportunidad de que los otros sean en él. Creo. (No sé si en su momento leí estás poéticas, pero en cualquier caso aquí estoy para ir revisándolas. La de hoy me ha encantado. No tiene desperdicio. Seguiremos).
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