jueves, 10 de abril de 2014

¿OCTAVIO PAZ QUE ESTÁS EN LOS CIELOS?





Quizá sea la explicación del ninguneo el más notable ejemplo particular que ofrece El laberinto de la soledad de la manera en que Octavio Paz acostumbra hacer “como que” se enfrenta dialécticamente con la realidad, cuando, en rigor, nos "disimula" la existencia antagónica de todo “lo otro”, escamoteando así el verdadero proceso dialéctico. Pero más allá de ejemplos particulares, una y otra vez a lo largo del libro, el hueso verdaderamente difícil de roer con que tropieza el poeta, la otredad absoluta cuya existencia no logra “disimular”, es la Historia; la Historia que trata de ningunear desde el Mito y se le mete de rondón en las “reticencias” de sus silencios, se invita donde no la llaman y, quieras que no, brota entre las contradicciones del brillante lenguaje “poético”, exigiendo que de ella se hable.

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Sospechemos que aquí “lo otro” - presente hasta en “la reticencia de nuestro silencio”-, aquello a lo que Paz alude esquinadamente, es la idea marxista de la Historia, que lamentablemente, o tal vez por conveniencia, confunde con su más vulgar expresión “mecanicista” y “deshumanizada”. Cómoda forma ésta de permitirse el lujo de “flotar”, de no tener que oponerse a una interpretación de la realidad – tal como se encuentra, por ejemplo, en el Dieciocho Brumario de Marx – en que la clave es, precisamente la reciprocidad de “los diversos componentes de un hecho histórico”. Pero si Paz ha decidido hacer que lucha con un fantasma en vez de enfrentarse seriamente con lo que en verdad se opone a sus mitologizaciones, el hecho es que ahí está “el hueso duro de roer” de todo antihistoricismo: de ahí las alusiones y confusiones de quien, queriendo mantener al mexicano en una intemporal “noche de piedra”, se ve obligado, una y otra vez, a referirse a la Historia; de ahí que quien escribe que “toda explicación puramente histórica es insuficiente” (aunque no falsa), escriba laberínticas y tautológicas palabras como aquellas en que nos explica que “lo que distingue a un hecho histórico de los otros hechos es su carácter histórico”, donde o hemos de suponer que hay hechos humanos no históricos (lo cual es mucho suponer), o no se dice nada al final de la idea que no se haya dicho ya en su principio.

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Así, la lectura crítica de El laberinto de la soledad, contra la intención de su autor, debe servirnos para avanzar en la liquidación de los mitos y enseñarnos a atender, a plena luz del día, a la Historia concreta; he ahí un aspecto fundamental de la lucha de nuestro tiempo. Mal hará, desde luego, quien tanto en la teoría como en la praxis no tome en cuenta la existencia operante en la Historia de mitos y peculiaridades psicológicas del pueblo en el que vive y con el que trabaja; pero peor será si, conociéndolos, no intenta racionalizarlos en un continuo proceso de desmitificación. En cuanto a los “fantasmas” que “flotan”, bueno será encerrarlos en el closet que los mitólogos insisten en mantener abierto para proveerse de los bártulos con que las clases dominantes montan los “shows” de birlibirloque para distraernos de la realidad de la Historia y perdernos en artificiales laberintos de su exclusivo dominio.

EL LABERINTO FABRICADO POR OCTAVIO PAZ. De mitólogos y novelistas. Carlos Blanco Aguinaga. Ediciones Turner. Madrid 1975

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