jueves, 15 de mayo de 2014

Buen sarcasmo contra la lectura


Campaña contra la lectura

Por Rafael Balanzá


Una vez leí un cuento de un tal José Luis o Jorge Luis Borges sobre otro tal Pierre Menard que convertía el Quijote en un libro mucho mejor de lo que era con solo leerlo. Por desgracia, me temo que hoy la mayoría de los lectores caminan sobre las huellas de Menard pero en sentido contrario. Es decir, deterioran mucho los libros que leen, a no ser que se trate de los super-resistentes bestsellers de hipermercado, fabricados a prueba de toda clase de ojos y cerebros. Al final resultará imprescindible aplicar a ciertos clásicos indelebles (para que sigan siéndolo) la misma profilaxis que los técnicos han prescrito a las Cuevas de Altamira; es decir, una especie de restricción al acceso. No me cuesta imaginar ese escenario de urgencia saturado de consignas como las siguientes: “Por favor, no más de diez personas en el mundo leyendo a la vez El idiota; este año se autoriza por sorteo La muerte de Ivan Ilich para los siguientes veinte lectores; los seleccionados para la Divina Comedia son…” E incluso otras admoniciones todavía más severas; verbi gratia: “prohibida la lectura de El Castillo hasta nueva orden por grave deterioro del capítulo IX...”

Se me dirá que todo esto es innecesario, porque de hecho cada vez son menos los lectores que se aventuran en las páginas de tan magnas obras. A lo que yo responderé sin pestañear que a mí todavía me parecen demasiados. Hay que emprender urgentemente una campaña de choque contra la lectura. Las redes sociales, que ofrecen en cuantos de información comprimida y discreta todo lo que actualmente puede interesar a un ciudadano normalmente integrado, deben suplir de una vez a ese vicio nefando y arcaico. Los libros son tan perjudiciales para las masas como las masas lo son para los libros. La lectura tiene que ser suprimida, abolida, al igual que la esclavitud o el canibalismo; excepto, acaso, para una minoría de enfermos irrecuperables a los que habrá que tratar con las mismas precauciones que a los pacientes de ébola. Solo ahora comprendemos hasta qué punto Ray Bradbury fue con su Fahrenheit 451 auténticamente un visionario. Pero a día de hoy, por desgracia, la gente sigue leyendo mucho. Esa masa enorme de bibliófagos, generada por anteriores y muy desnortadas campañas de “fomento de la lectura”, hará zozobrar nuestra barca de las letras si no empezamos rápidamente a arrojar gente por la borda.

He tenido que llegar muy lejos en mi loco propósito de escribir e incluso conseguir que me publiquen lo que escribo para darme cuenta de que he nacido en una época en que la literatura, ese oscuro vicio inventado por morbosos aristócratas del espíritu, está siendo arrasada por la barbarie democrática. El escritor Manuel Vicent adjudicó hace tiempo un título brillante a uno de sus libros: No pongas tus sucias manos sobre Mozart. A mí me aguijonea ahora el deseo de lanzar una serie de semejantes gritos guturales, tan desesperados como estos: ¡Todos a la Nintendo! ¡Todos a la wi-fi, al whatsapp, al Twitter…! ¡Todos a ver carreras de motos en bares con pantalla-monstruo y sillas de cinc ruidosas! Pero, por favor, os lo ruego: quitad, retirad, apartad vuestras sucias manos de los libros.
http://www.conoceralautor.com/rafael_balanza_escribir_tal_vez_publicar

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