sábado, 10 de octubre de 2015

Cataluña y el divorcio.


La segunda transición.
Constantino Bértolo

Una crisis orgánica es un momento de oportunidad donde todo eso puede suceder y todo eso puede frustrarse. Juan Andrade.

Se dice que de nuevo estamos siendo protagonistas de una segunda transición. Lo de protagonistas es un decir porque de la primera los protagonistas fueron ellos, los poderes fácticos engendrados por el franquismo, quienes llevaron la batuta, la canción y el pentagrama. Que ahora sea el demos, la gente, los de abajo, quienes protagonicen la segunda está por ver. Por transición, nos dicen los diccionarios al uso, hay que entender “la acción y efecto de pasar de un estado a otro distinto. El concepto supone una especie de etapa no permanente entre dos estados”. Durante la llamada primera transición se pasó de un estado de dictadura militar a un estado de democracia parlamentaria lo que supuso un cambio de régimen aunque no de sistema pues permanecimos en un mismo estado de capitalismo por más que nos integraran en el Mercado Común y en la OTAN. Por aquel entonces y en pleno auge del eurocomunismo la dirigencia comunista – con la venia implícita de la militancia- aceptó el pacto implícito que los poderes reales le ofrecieron: renuncia al leninismo, es decir a la insurrección como estrategia revolucionaria, a cambio de un lugar en el sol de la democracia parlamentaria. Luego resultaría que el imaginado lugar al sol no pasó de ser un pálido rincón a la sombra del poder.

Évame, si tu me amas me transito. Carlos Oroza.

De esta segunda transición apenas están claras algunas cosas. Para algunos más que de una transición se trataría de una huida: escapar de las podredumbres y pecados del régimen del 78 para ir hacia una “democracia real” abandonando las fraudulentas formas de las democracias representativas para poder llegar a una feliz democracia participativa. La transformación clave que parece reclamarse para llevar a cabo esta segunda transición sería la erradicación de la corrupción mediante el cambio de clase dirigente: acabar con los privilegios de la casta y elevar a las instancias públicas la transparencia y la honestidad en la gestión. Una revolución moral: pasar de un lumpencapitalismo a un capitalismo bueno, del cinismo como ideología a las buenas intenciones como programa político. Afortunadamente a los comunistas y las comunistas el aquí y ahora nos pilla bastante escarmentados del palabrerío hueco y flotante, aprendimos en carne propia que de buenas intenciones también estuvieron llenos los inicios de la denostada primera transición y somos conscientes de que en todo transito lo más importante es conocer tanto el medio a través del cual realizar el trayecto como tener claro el punto de llegada: unidad popular como instrumento y proceso constituyente como meta. Y a partir de ahí, y como siempre, que la correlación de fuerzas determine la geología y el paisaje. Saber esto nos permite hablar con claridad y esa claridad nos está permitiendo recuperar crédito, votos y estima.

No hay nada gratis/ Ni siquiera lo que es gratis es gratis de verdad/ Siempre te lo descuentan de algún sitio. Karmelo Iribarren

También sabemos que en la historia no existe el borrón y cuenta nueva y que por consiguiente una segunda transición no puede empezar si la primera no puede darse por acabada. Y es ahí donde esa memoria colectiva que el partido comunista encarna nos recuerda que hay al menos dos aspectos que la primera transición dejó sin resolver y hoy siguen actuando sobre la escena política. No olvidemos que durante la negociación que tuvo lugar entre los representantes de la llamada Platajunta y el gobierno de Adolfo Suárez, los platajunteros, psoe y pce incluidos, de los nueve puntos que llevaban como propuesta para el acuerdo, renunciarían a dos de ellos: referéndum sobre la Monarquía, y derecho de auto determinación de los pueblos de España. No creo que haga falta insistir en como esas dos exigencias acalladas han estado interviniendo de manera latente, subterránea o explícita en lasa últimas décadas de nuestra historia. Ese “olvido” o mutilación se constituye sin duda en materia que está sin resolver y la tarea actual en consecuencia no sería tanto el llevar a cabo una segunda transición como dar solución y salida a esos dos agujeros negros de la primera.

Permanecer abierto para una realización de la que no sólo no sabemos la hora, sino ni tan siquiera la forma. Josef Pieper.

Se escriben estas líneas sin saber los resultados de las elecciones autonómicas/plebiscitarias en Cataluña. No importa mucho sin embargo para nuestra disquisición saber si las formaciones pro-independencia han alcanzado sus objetivos electorales. En cualquier caso, y eso es lo relevante, al día siguiente y como reza el famoso microcuento: Cuando se despertó, el dinosaurio seguía allí”. No estamos hablando de la prehistoria. Los comunistas apoyamos el derecho a decidir de Cataluña como nación, si bien en un presumible referéndum votaríamos en contra de la secesión por entender que no existen razones objetivas para separar – y por consiguiente debilitar- la clase obrera de uno y otro lado del Ebro. Pero deberíamos entender que más allá de las estrategias separatistas llevadas a cabo por los gobiernos de la derecha catalana y las torpezas de los gobiernos del Psoe y PP, la emergencia de un fuerte sentimiento independentista responde no solo a causas y desencuentros registrados en la reciente historia común entre Cataluña y el resto de lo que ha venido llamándose España, sino también a hechos más complejos que tienen relación directa con la alborotada historia de la formación de España como Nación y como Estado. Nuestra historia no empieza con los Reyes Católicos ni terminará - Viva la República- con los Borbones. No podemos ser ajenos ni a nuestra historia ni a nuestras historias porque no siempre sus distintos relatos se complementan sino que chocan, tropiezan y se enfrentan. Si hablamos de segunda Transición hablemos con claridad: Unidad Popular como instrumento para el cambio en la correlación de fuerzas y proceso constituyente como programa y espacio para el diálogo. No volvamos a cerrar en falso la convivencia. Difícilmente se puede estar contra la secesión si no se reglamenta la posibilidad de divorcio.

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