La
segunda transición.
Constantino
Bértolo
Una
crisis orgánica es un momento de oportunidad donde todo eso puede
suceder y todo eso puede frustrarse.
Juan Andrade.
Se
dice que de nuevo estamos siendo protagonistas de una segunda
transición. Lo de protagonistas es un decir porque de la primera
los
protagonistas fueron ellos, los poderes fácticos engendrados por el
franquismo, quienes llevaron la batuta, la canción y el pentagrama.
Que ahora sea el demos, la gente, los de abajo, quienes protagonicen
la segunda está por ver. Por transición, nos dicen los
diccionarios al uso, hay que entender “la
acción y efecto de pasar de un
estado
a otro distinto. El concepto
supone
una especie de etapa no permanente entre dos estados”. Durante
la llamada primera transición se pasó de un estado de dictadura
militar a un estado de democracia parlamentaria lo que supuso un
cambio de régimen aunque no de sistema pues permanecimos en un mismo
estado de capitalismo por más que nos integraran en el Mercado Común
y en la OTAN. Por aquel entonces y en pleno auge del eurocomunismo
la dirigencia comunista – con la venia implícita de la militancia-
aceptó el pacto implícito que los poderes reales le ofrecieron:
renuncia al leninismo, es decir a la insurrección como estrategia
revolucionaria, a cambio de un lugar en el sol de la democracia
parlamentaria. Luego resultaría que el imaginado lugar al sol no
pasó de ser un pálido rincón a la sombra del poder.
Évame,
si tu me amas me transito.
Carlos Oroza.
De
esta segunda transición apenas están claras algunas cosas. Para
algunos más que de una transición se trataría de una huida:
escapar de las podredumbres y pecados del régimen del 78 para ir
hacia una “democracia real” abandonando las fraudulentas formas
de las democracias representativas para poder llegar a una feliz
democracia participativa. La transformación clave que parece
reclamarse para llevar a cabo esta segunda transición sería la
erradicación de la corrupción mediante el cambio de clase
dirigente: acabar con los privilegios de la casta y elevar a las
instancias públicas la transparencia y la honestidad en la gestión.
Una revolución moral: pasar de un lumpencapitalismo a un
capitalismo bueno, del cinismo como ideología a las buenas
intenciones como programa político. Afortunadamente a los
comunistas y las comunistas el aquí y ahora nos pilla bastante
escarmentados del palabrerío hueco y flotante, aprendimos en carne
propia que de buenas intenciones también estuvieron llenos los
inicios de la denostada primera transición y somos conscientes de
que en todo transito lo más importante es conocer tanto el medio a
través del cual realizar el trayecto como tener claro el punto de
llegada: unidad popular como instrumento y proceso constituyente como
meta. Y a partir de ahí, y como siempre, que la correlación de
fuerzas determine la geología y el paisaje. Saber esto nos permite
hablar con claridad y esa claridad nos está permitiendo recuperar
crédito, votos y estima.
No
hay nada gratis/ Ni siquiera lo que es gratis es gratis de verdad/
Siempre te lo descuentan de algún sitio. Karmelo Iribarren
También
sabemos
que en
la
historia no existe el borrón y
cuenta nueva y que por consiguiente
una segunda transición no puede empezar si la primera no puede darse
por acabada.
Y
es ahí donde esa memoria colectiva que el partido comunista encarna
nos recuerda que hay al menos dos aspectos que la primera transición
dejó sin resolver y hoy
siguen
actuando
sobre
la escena
política.
No
olvidemos que durante la negociación que
tuvo lugar entre los representantes de la llamada Platajunta y el
gobierno de Adolfo Suárez,
los platajunteros, psoe y pce incluidos, de
los nueve puntos que llevaban como propuesta para el acuerdo,
renunciarían
a dos de
ellos:
referéndum
sobre la Monarquía, y derecho de auto determinación de los pueblos
de España. No
creo que haga falta insistir en como esas
dos
exigencias
acalladas
han
estado interviniendo de manera latente, subterránea
o explícita en lasa
últimas décadas de nuestra
historia. Ese “olvido” o
mutilación se
constituye
sin duda en
materia
que está
sin
resolver
y la tarea actual en consecuencia no sería
tanto el
llevar a cabo una segunda transición como dar
solución y
salida
a esos dos agujeros negros de la
primera.
Permanecer
abierto para una realización de la que no sólo no sabemos la hora,
sino ni tan siquiera la forma. Josef
Pieper.
Se
escriben estas líneas sin
saber los resultados de las
elecciones autonómicas/plebiscitarias
en Cataluña. No importa mucho sin embargo para
nuestra disquisición saber
si las formaciones pro-independencia han alcanzado sus objetivos
electorales. En cualquier caso, y
eso es lo relevante, al
día siguiente y
como reza el famoso
microcuento:
“Cuando
se despertó, el
dinosaurio seguía allí”. No
estamos hablando de la prehistoria. Los
comunistas apoyamos el derecho a decidir de Cataluña como nación,
si bien en un presumible referéndum votaríamos en contra de la
secesión
por
entender
que no existen razones objetivas para separar – y por consiguiente
debilitar- la clase obrera de uno y otro lado del Ebro. Pero
deberíamos
entender que más
allá de las estrategias separatistas llevadas a cabo por los
gobiernos de la derecha catalana y
las torpezas de los gobiernos del Psoe y PP,
la emergencia de un fuerte sentimiento independentista responde
no
solo a
causas y
desencuentros registrados en la reciente
historia común entre Cataluña
y el resto de lo que ha venido llamándose
España, sino también
a
hechos más complejos que tienen relación directa con la
alborotada
historia
de la formación de España
como Nación
y como Estado.
Nuestra
historia no empieza con los Reyes
Católicos
ni
terminará
- Viva la República-
con los Borbones. No podemos ser ajenos ni
a
nuestra
historia ni
a nuestras historias porque no siempre sus
distintos
relatos se complementan sino que chocan, tropiezan
y se enfrentan. Si
hablamos de segunda Transición hablemos con claridad: Unidad Popular
como instrumento para el cambio en
la
correlación de fuerzas
y proceso constituyente como programa y
espacio para el diálogo.
No
volvamos a cerrar en falso la convivencia. Difícilmente
se puede estar contra la secesión
si no se reglamenta la posibilidad de divorcio.
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