viernes, 8 de julio de 2016

Entrevista que algo queda: Elvira Concheiro a Sánchez-Vázquez (I)


Entrevista de Elvira Concheiro a Adolfo Sáchez-Vázquez

¿Cuáles son tus primeros recuerdos de España, de tu familia?

Bueno, empecemos contando algunos datos sobre mi infancia y mi juventud. Nací en provincia, en Algeciras, provincia de Cádiz. Algeciras es una ciudad casi fronteriza con Gibraltar, colonia inglesa. En aquella época, era una ciudad muy conflictiva, por el contrabando. Mi padre era teniente carabinero, el de carabineros era un cuerpo que por su organización tenía un carácter militar, pero no formaba parte del ejército;estaba destinado principalmente a la persecución del contrabando y también la vigilancia de la frontera y por eso es que tenía unidades en esa ciudad de Algeciras.
Se decía en aquella época, un poco en broma y un poco en serio, que la mitad de la población eran contrabandistas y la otra mitad eran carabineros y, pues, a mi padre le tocó estar en la parte de los carabineros.
En Algeciras, viví prácticamente cinco años, de manera que salí de allí cuando tenía seis o siete años de edad, por lo que guardo pocos recuerdos de mi infancia en aquella época.
De allí, pasamos al Escorial, una ciudad cercana a Madrid, donde estaba el cuartel general de los carabineros, y poco después, como a los dos años, pasamos a Málaga; tendría yo unos ocho o nueve años. En Málaga, es de donde tengo varios recuerdos, porque allí es básicamente donde me formé intelectual y políticamente.
Allí cursé parte de mi educación primaria, precisamente en un colegio de jesuitas y también el bachillerato. En Málaga tuve también mis primeras inquietudes políticas.
En los años inmediatamente posteriores a la proclamación de la república, me conmovieron mucho ciertos acontecimientos, que ayudaron a despertar mi inquietud política, entre ellos la sublevación de unos militares jóvenes republicanos contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera y que fueron fusilados. Ese acontecimiento me impresionó mucho políticamente.
También los movimientos estudiantiles que precedieron a la república y que contribuyeron de una manera muy decisiva a la caída de la dictadura de Primo de Rivera.
¿Tú participaste?
No, fueron en Madrid, en el ámbito de la universidad; yo apenas estaba en primaria,comenzando el bachillerato en Málaga. Pero quiero decir que tuvieron mucha repercusión en mí esos acontecimientos. Luego ya vino la proclamación de la república y ya estaba con cierta inclinación bajo los efectos de estos acontecimientos. Recuerdo haber participado en los actos que tuvieron lugar el 14 de abril, de júbilo y alegría inmensa por la proclamación de la república y en ese entonces tenía yo 15 o 16 años, pues, ya empecé a tener una cierta inclinación desde luego republicana.
La república, como ya sabemos, fue recibida con una gran ansia, una gran
esperanza, pero la república resultó una utopía que, al tocar tierra, se trataba de una república liberal, burguesa, democrática, que inmediatamente se encontró bajo el doble fuego de la derecha –a la que las reformas tímidas de la república les parecían que iban demasiado lejos– y, claro, los sectores m ás radicales, sobre todo del movimiento obrero, que consideraba que las reformas iban demasiado lentas; por esto, la república se vio, desde el primer momento, sujeta a un fuego que le venía de ambas partes.
Entonces compartí ese descontento, que comenzaba a manifestarse en la Juventud Comunista y en los sectores más radicales. Digo que ingresé a la Juventud Comunista; esto sería como en 1933, tendría 17 o 18 años.

¿Cómo ingresas a la Juventud Comunista, cómo te enteraste, a través de quién?

Bueno, en cierto modo, algunos miembros de la Juventud que estaban en el bachillerato y que influyeron en mí para el ingreso a ésta, aparte de mi conocimiento de la literatura, que me llegaba del partido y esto me decidió a dar ese paso e ingresé en la Juventud Comunista.

¿Y tu familia lo compartía?

No, no. Mi padre era militar, teniente carabinero, era un hombre alejado de la política, sin formación política. Con su atención concentrada en sus hijos, en que sus hijos hicieran una buena carrera, que no corrieran riesgos, que no tuvieran problemas y no apoyó esto. Pero tampoco mantuvo una actitud hostil que me obstaculizara. Así que tuve bastante actividad dentro de la organización.
En ese entonces, la ciudad de Málaga era una ciudad muy politizada, con un movimiento obrero muy radical; el partido era pequeño, creo que no llegaría ni siquiera al centenar de militantes y la Juventud Comunista era una agrupación más o menos de estas dimensiones, pero muy activos; la Juventud era muy activa, sobre todo en la lucha practica, pero con una actividad tal que apenas se distinguía de las juventudes anarquistas, con las que teníamos bastante choque.
Había una rivalidad de ver quién se manifestaba más activamente en la calle.
Recuerdo, por ejemplo, que incluso militantes nuestros practicaban ciertas
actividades violentas, bastante fuertes. Recuerdo una anécdota de un camarada de la Juventud: estaba en una pastelería y de pronto llega este camarada Metralla, que después murió en la guerra muy heroicamente, y le digo, “¿qué vienes a hacer aquí?”, “espera un momento y vas a ver” y sonó una explosión; acababa de poner una bomba.
En la célula donde yo estaba, la célula de la Juventud, uno se llamaba el Químico, porque le agradaban los manuales para fabricar explosivos. Otro se llamaba el Dinamita y, por supuesto, la formación teórica era prácticamente nula. Era tanto que a la Juventud se le llamó la atención por el partido porque su conducta era más bien anarquista que propiamente comunista.
En esa Juventud Comunista me formé, pero en ese tiempo, todavía antes de la guerra, terminé el bachillerato y pasé a Madrid el año antes de la guerra, a estudiar la carrera de filosofía y letras. En Madrid, tuve contacto con juventudes de otro tipo, más propiamente, digamos, marxistas, en la línea propia de una organización comunista y tuve mucho contacto con jóvenes escritores de la época; mi vocación era entonces propiamente literaria. Conocí a Miguel Hernández, a Rafael Alberti; en fin, tuve contacto con bastantes escritores jóvenes y, al mismo tiempo, en Málaga, había fundado una revista con mi cuñado, una revista de literatura, titulada Sur, de orientación revolucionaria.
Como ves, los jóvenes estábamos muy politizados y, aunque era demasiado pronto para la lucha, sin embargo, lo manifestábamos ya con bastante actividad.
Entonces, al terminar el curso de la universidad, estoy hablando ya de 1936, volví a Málaga, en los últimos días de julio y a los pocos días empezó la guerra civil.
Bueno, pues todo el mundo esperaba la sublevación, pero no se esperaba que tuviera el alcance, la dimensión, que tuvo. Se esperaba que estaríamos frente a un levantamiento militar del tipo de lo que ya era tradicional en España y nos preparamos para hacer frente a la sublevación. La Juventud Comunista ya estaba en un proceso de disolución para unificarse con las juventudes socialistas, de lo cual salió la Juventud Socialista Unificada (JSU); entonces, cuando empezó la guerra civil, cuando el estallido tuvo lugar, ya prácticamente estábamos en este proceso de unificación. Los días previos a la guerra civil estuvimos ahí, movilizados, concentrados en los locales de la Juventud, hasta que estalló la guerra el 18 de julio, como es sabido.
El día 18 por la tarde, estaba en casa descansando de las noches que habíamos estado prácticamente en vela, a la espera de la sublevación y recuerdo incluso el libro que estaba leyendo en la tarde, era la novela Tirano Banderas y estaba en casa cuando sonaron unos disparos; salí y eran unos soldados de Franco sublevados, que se dirigían hasta el gobierno civil. Los seguí, eran engañosos porque iban dando vivas a la república. La gente los aplaudía, pero de todas maneras era raro aquello.
La gente se preguntaba ¿por qué? Ellos decían que habían salido para ir al puerto a hacer frente al desembarco que se esperaba; todo estaba confuso. Pero cuando llegaron a la alameda, que era la calle principal, al dirigirse al gobierno civil quedó claro que iban a asaltar el gobierno civil donde estaba el gobierno local de la república. Entonces, hubo allí un tiroteo tremendo y me encontré con un camarada de la Juventud y acordamos dirigirnos al centro para recibir instrucciones. Esa unidad militar no pudo tomar el gobierno civil y al ver que no podían tomarlo se desorganizaron y prácticamente en ese punto quedó la cosa resuelta. Ellos invitaron al cuartel de carabineros, donde estaba mi padre, a que se sublevaran y el cuartel de carabineros se quedó expectante y no se quisieron sumar a la sublevación. Fui al local de la Juventud y nos quedamos esa noche allí y entonces se nos dieron instrucciones de que fuéramos a una plaza central, que era la Plaza de la Constitución, donde había un grupo de militares sublevados con ametralladoras.
Fuimos allí los grupos de la Juventud, pero, claro, no podíamos hacer frente a aquellos soldados que estaban armados con ametralladoras. Decidimos, entonces, decidieron los camaradas de la Juventud, prender fuego a todos los edificios de la plaza que prácticamente habían sido abandonados por los propietarios, por los inquilinos; no quedaban más que los locales comerciales y los soldados. Al ver que ardían aquellos edificios, abandonaron a los oficiales y los oficiales se entregaron.
Allí quedó aplastada la revuelta.

¿Ustedes tenían alguna instrucción militar?

No, ninguna.

¿Tú tuviste alguna?

Sí, bueno, allí estuvimos en aquella plaza y no tuvimos ya que hacer frente porque los soldados tiraron las armas cuando vieron las llamas que los rodeaban. Entonces nos quedamos esa madrugada allí. Los incendios siguieron. Se prendió fuego en la calle principal, en los comercios, etcétera. Fue una cosa tremenda y así fue aplastada la sublevación allí en Málaga. Pero estando allí, en la Plaza de la Constitución, vemos que llega un grupo de barrenderos con su instrumentos de limpieza y les decimos “están locos, ¿a dónde van ahora? ¿No ven todo lo que está pasando?” y dicen “nosotros, pase lo que pase, barremos”. El colmo del formalismo, “nosotros aunque se hunda el mundo, barremos”. Así fue.
Bueno, pues así fue en Málaga, los anarquistas jugaron un papel muy negativo, oponiéndose a todo proceso de organización, de disciplina. Por diferentes factores, no solamente éste, la desorganización interna, la falta de ayuda del gobierno central, presidido entonces por los socialistas, no mandaron los refuerzos, las armas que se pedían.
Total que Málaga cayó a los 6 o 7 meses en manos de Franco y entonces, antes de que las tropas llegaran, cuando estaba todo prácticamente perdido, pues tuvo lugar el SOS famoso por la carretera de Almería, que era un éxodo, una salida de casi mil personas que salieron de la capital, por la carretera de Málaga-Almería, que es una carretera pegada al mar, una carretera costera.
Entonces, se inició el éxodo, que fue una experiencia terrible, porque hubo que recorrer a pie, durante 4 o 5 días para llegar a Almería, mientras los barcos de guerra disparaban a ras de tierra a la multitud, los bombarderos también disparaban y los tanques, por otro lado, perseguían a las últimas filas. Murió mucha gente; fue una cosa verdaderamente terrible. Yo escribí un reportaje sobre eso, que se publicó en la guerra misma, en la revista Hora de España. Así pude llegar a Almería y encontrarme con mi hermano, que llegó después, sin saber yo lo que había pasado; mi padre ya había perdido el contacto con él, había ido al frente, lo habían movilizado
al frente en los últimos momentos. Mi hermana y mi madre se quedaron en casa, pero no supe nada de ellas. Llegué entonces a Almería y allí recibí instrucciones de Carrillo, desde Valencia, del JSU, para que me dirigiera a Valencia. Estuve allí una semana y entonces la comisión ejecutiva me encargó que fuera a Madrid a hacerme cargo del periódico central de la Juventud, el periódico Ahora. Allí estuve prácticamente desde marzo de 1937 hasta septiembre u octubre de ese mismo año, cuando decidí dejar la dirección e incorporarme al frente, al frente de Aragón.

¿Cómo fue tu experiencia en el periódico? ¿Qué era? ¿Qué papel jugaba el periódico?

Yo tenía cierta experiencia porque ya había dirigido el periódico de la JSU durante la guerra en Málaga. Tenía alguna experiencia, que Carrillo conocía, que consideró positiva y que lo llevó a darme este encargo en Madrid.
El periódico tenía ese título desde antes de la guerra. Ahora era uno de los mejores periódicos de Madrid y, además, con una técnica que era la última palabra, la técnica de hueco grabado, con muchas ilustraciones y demás. La JSU confiscó el periódico y el edificio y pasó a nuestras manos.
Dirigí el periódico. Para mí eso era una responsabilidad muy alta, porque
prácticamente era la forma de expresión de la comisión ejecutiva de la JSU. Por otro lado, la comisión ejecutiva, cuando Madrid estuvo a punto de caer en manos de Franco, se había trasladado con el gobierno a Valencia; de manera que cada noche hablaba por teléfono con Carrillo o con algún dirigente, para perfilar el editorial, de acuerdo con el artículo de fondo, de acuerdo con la situación, pero algunas veces la comunicación no era posible y tenía que decidir por mi propia cuenta el punto de vista del JSU sobre algún problema militar o político que se planteaba.



El periódico estaba en una calle que se llama Cuesta de la Reina; es una calle que está entre el palacio real y la ciudad universitaria; Cuesta de San Vicente se llama ahora. Entonces el edificio estaba prácticamente en la mitad de esta calle, de forma que había una artillería nuestra en el palacio real y otra artillería en la ciudad universitaria y nosotros estábamos en el centro; así que yo me acostumbré a escribir bajo el impacto de los cañones.
¿Esa es tu primera experiencia como escritor?
Sí, yo tenía que escribir el editorial de cada día y algún suelto además.
¿Habías ya escrito algo de poesía?
Sí, ya había escrito un libro de poesía, poco antes de la guerra, y que se publicó justamente poco antes de la guerra en Morelia, Michoacán. Se llamó El pulso ardiendo y ya tenía cierta coloración. Además, tuve ahí una experiencia periodística, en esa circunstancia.
Fue por eso, por mi estancia en Madrid, que asistí al Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, en el que tuve la gran oportunidad de conocer, de estrechar la mano, de grandes figuras literarias de la época, como Marró, como Ehrenburg, como Tristán Tzara y los americanos Carpentier y Marinello (de Cuba), Octavio Paz, que no era una figura entonces, pero empezaba. Grandes figuras, fue un hecho también que me impresionó mucho.

Eso te contactó también con gente que tratarías después aquí en México.

Claro, todos los mexicanos, en España, conocí durante la guerra a Juan de la Cabada. Tuve ocasión de conocer también a Siqueiros, Revueltas, Octavio Paz y a su mujer. Son los primeros amigos que traté aquí; obviamente, cuando llegue aquí fueron los primeros con los que tuve contacto.

Cuéntanos tu experiencia en el frente.

Bueno, en el frente fui primero a una unidad militar que era una unidad legendaria, porque era una unidad de choque, unidad que mandaba Enrique Líster, militante del partido, y su comisario político era Santiago Álvarez. En esa época, cuando me incorporé a ella, era una unidad famosa por su papel en la defensa de Madrid. Era una unidad de choque que iba donde quiera que el frente lo exigía. Entonces allí estuve, estuve con ellos en la batalla de Teruel, de la cual guardo recuerdos inolvidables, entre otras circunstancias porque se desarrolló en unas condiciones climáticas terribles, a 22 grados bajo cero, esa temperatura a la intemperie es algo terrible, espantoso. Entonces, participé en esa batalla.
Mi participación en esa unidad militar era hacerme cargo, como comisario político de la sección, de lo que luego se vino a llamar la guerra psicológica: las publicaciones de la unidad militar, los manifiestos de nuestros soldados, la propaganda en el frente, a través de altavoces, las conversaciones con prisioneros.


Líster y Santiago Álvarez se hicieron cargo del mando militar y el mando de comisarios del V cuerpo del ejército, y con ellos pasé también al V cuerpo del ejército, con las mismas actividades, pero ya en una unidad mayor, porque el cuerpo tendría entre 60 y 70 mil hombres. Fue famoso el V regimiento… V cuerpo, el V regimiento fue en Madrid, fue la primera unidad militar organizada, promovida, por el Partido Comunista, cuando en aquella época la gente no tenía idea y la guerra se pretendía hacer con voluntarios, con milicianos sin preparación militar alguna; entonces, el V regimiento fue el primero que tuvo la visión correcta de un ejército militar, profesional, preparado, que había que hacerle frente con otro ejército también. Las unidades voluntarias de milicianos, que el partido organizaba, fueron fundidas y con ellas se constituyó el V regimiento, que fue, digamos, el pilar del ejército republicano.
Cuando yo me incorporé, estábamos prácticamente con un ejército, con sus planes, su estado mayor, que no era cosa fácil, porque, por ejemplo, los anarquistas se oponían a la organización del ejército. Ellos creían que teníamos que luchar con milicia espontánea y además sin grado militar, con una disciplina relativa, porque todo tenía que discutirse en asambleas, lo cual verdaderamente resultaba absurdo; en la unidad militar, se discutía si se tenía que atacar al enemigo a las 3 de la mañana o no y, cuando se atacaba, el enemigo ya estaba perfectamente informado. No se puede hacer la guerra como se hace una asamblea política.
El partido tuvo que luchar en contra de esa mentalidad para constituir un ejército que al final se organizó y es un hecho reconocido que las unidades militares más importantes que jugaron un papel más decisivo eran, justamente, las unidades que estaban encabezadas por comunistas, como Líster, Campesino, etcétera.
En general, había un gran enfrentamiento entre el partido y los anarquistas, los xenetistas, porque la visión de la guerra era completamente contradictoria. Claro, la visión del partido –con todos los errores y todos los defectos que se pueden señalar– me sigue pareciendo correcta. La visión del partido era que, frente a un ejército, fascista y profesional organizado, lo importante era hacerle frente; la primera tarea era ganar la guerra, era hacer la guerra, eso era una verdad. Los anarquistas, en cambio, decían que lo primero era hacer una revolución, pero, bueno, si perdemos la guerra para donde va la revolución. Mientras los comunistas peleaban en unidades importantes en el frente, ellos no tenían unidades militares; su actividad principal estaba en la retaguardia. Entonces, mientras los comunistas luchaban, sobre todo, en el frente, los anarquistas se dedicaban a estar en la retaguardia haciendo la revolución, a confiscar a pequeños propietarios, apoderarse de las cooperativas, de los pequeños campesinos. Esa fue la situación en la guerra. Yo estuve todo el tiempo en la 11 división, primero, y después en el V cuerpo, hasta que pasamos la frontera hacia Francia, con grandes problemas, un 9 de febrero de 1939.

Esta actividad del partido, de los comunistas en medio de la guerra, ¿cómo la evalúas en tu actividad posterior?

Bueno, la considero positiva, muy positiva, la visión y la actuación del partido en la guerra, sobre todo, el aspecto que era fundamentalmente decisivo, el aspecto militar. En ese aspecto, yo considero positiva la posición del partido. Claro, ya retrospectivamente hay cosas que no veo tan positivamente, en primer lugar porque no estaba informado de ellas. Claro que nuestro partido, en aquella época, como todos los partidos comunistas, en definitiva, era un apéndice del partido comunista soviético; eso es innegable, eso hemos tardado en saberlo y en reconocerlo y, claro, el partido en nuestra guerra se manifestaba como tal, como apéndice del partido soviético; por ejemplo, no está clara la represión de que fueron objeto ciertos elementos; considero que era completamente errónea la posición del PUM: trotskistas y semitrotskistas fueron perseguidos, pero fueron perseguidos más bien por unidades y destacamentos vinculados principalmente con los servicios soviéticos; entonces, evidentemente hubo prácticas represivas de las que nuestro partido no fue protagonista, pero las compartió o por lo menos no las denunció.

¿Tuvo conocimiento el partido de esas prácticas?

No sé, supongo que sí; si el partido manejaba todo el aparato militar, tenía su propio aparato de información, de espionaje, no creo que aquello pudiera hacerse al margen del partido.

En tu participación en la guerra, viste la presencia de los soviéticos.

Sí, por ejemplo, en la unidad militar en la que estaba con Líster, en la 11 división, había un consejero militar soviético, con el que tuve ocasión de hablar, sobre todo con su intérprete que, por supuesto, hablaba muy bien el español y, en fin, me parecía que era una aportación muy generosa que estuviera ahí ofreciendo su conocimiento. Pero realmente, a diferencia de lo que dicen en otros espacios, en esa unidad militar, la voz decisiva era la de Líster con soviético o sin soviético; de manera que el papel de ellos era relativo. Es claro que nosotros teníamos una actitud de mucho entusiasmo con los soviéticos, porque los tanques eran soviéticos, los cañones eran soviéticos; había consejeros, pilotos, que en gran parte eran soviéticos. Nosotros teníamos un gran agradecimiento y reconocimiento a lo que los soviéticos aportaban.
Esto, independientemente de lo que después hemos sabido, de que en definitiva Stalin jugaba sus cartas a favor de su propia política; por ejemplo, de esa ayuda soviética que nosotros tanto aplaudíamos, reconocíamos y agradecíamos, hoy sabemos que los soviéticos cobraron hasta el último disparo. Todo lo que ellos dieron a la república lo cobraron en oro. No fue una ayuda tan desprendida y tan generosa, independientemente de que políticamente les convenía, pues los soviéticos necesitaban hacer frente al fascismo en España, que era un apéndice del nazismo y, por tanto, peligraban sus intereses con la guerra de España.

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