El Partido Comunista
como Frente cultural (I)
Aprendamos
a habitar/ las líneas de batalla. Juako
Escaso. Mañana sin amo.
Durante el
transcurso de la primera fase del XX Congreso del PCE han surgido
elementos que confirman que se está produciendo en el interior de
esta organización una fuerte voluntad de volver a ser un partido
comunista que se sienta heredero de los hechos e ideas con que
durante años y años se construyó, con aciertos y errores, con
logros y derrotas, buena parte de la memorable historia del
proletariado español en su combate hacia la emancipación social. De
volver a ese Partido Comunista de España, el PCE, capaz tanto de
hacerse oír con voz alta y sin rodeos – Viva la lucha de la
clase obrera– como de llenar de significados operativos y
claros su propia identidad y autodescripción: “Somos los
trabajadores y trabajadoras los que sufren las alambradas en la
frontera huyendo de las guerras inventadas por el Capital para
conseguir más beneficios” que así, sin ambigüedades ni
retóricas vacías o flotantes, daba comienzo el Manifiesto del PCE
de cara al último 1º de Mayo.
llevamos/
dormida en nuestra mano/ la fuerza de otras manos. J.E.
Cada uno o una de
nosotras y nosotros, los comunistas, encontraremos en las distintas
tesis aprobadas en ese Congreso algún enunciado que nos parezca
especialmente relevante. Valga detenerse por ejemplo en esa breve
pero explícita y contundente afirmación que aparece en la Tesis 18
y que, sin aspavientos pero sin flaquezas, nos define “como un
partido marxista, revolucionario y de clase”. Marxista , es
decir, que entiende que la emancipación pasa, de manera necesaria
aunque no suficiente, por la abolición de la propiedad privada de
los medios de producción. Revolucionario, es decir, consciente de
que ese objetivo no se alcanzará sin luchar contra la resistencia y
violencia de la clase que tiene que ser desposeída. De clase, porque
considera que el núcleo duro de esa ofensiva y resistencia se
encuentra en la fuerza y voluntad de la clase que soporta y padece de
manera más directa las consecuencias directas –las plusvalías- e
indirectas – la alienación- de la explotación y robo de su fuerza
de trabajo.
la
lobotomía consumista/ y la firme voluntad/ de esposarnos al
grillete/ del mercado global. J.E.
Marxista,
revolucionario y de clase. Todo un significante. De hecho, y aunque
no se exprese de modo explícito, nuestro PCE abandona categorías
pertenecientes a lo que se llamó el eurocomunismo y de manera
discreta, prudente y con la lección histórica bien aprendida,
parece recuperar ciertos entendimientos propios de las concepciones
leninistas sobre la relación del partido con una clase trabajadora
que da sentido a nuestra existencia y vida como partido comunista.
Entiendo al respecto que en la tesis ya citada esta voluntad se hace
manifiesta al señalar la necesidad de intervenir en la conformación
de la autoconciencia de la clase: “la sociedad está dividida en
clases, que agrupan objetivamente a individuos en función de su
situación con respecto al proceso productivo. A día de hoy, esa
agrupación objetiva dista mucho de ser percibida subjetivamente por
parte de sus integrantes, especialmente en el caso de la clase
trabajadora” para, a continuación, otorgar al partido la
responsabilidad de intervenir en la tarea de toma de conciencia de
clase absolutamente necesaria para poder llevar a cabo las propuestas
de revolución: “La comprensión de que las convicciones y la
voluntad a que nos referimos precisan de la organización de quienes
las compartimos, es decir de un partido para alcanzar eficacia y
adquirir incidencia real en la lucha de clases, contribuir a alterar
la actual hegemonía ideológica y convertirse en un factor útil,
orientando alianzas sociales y políticas y participando en la
articulación del sujeto revolucionario mediante la configuración de
un bloque social alternativo y antagonista”. Un partido que
renunciando sin duda a discutibles planteamientos del pasado y
después de evaluar las transformaciones presentes en las
sociedades actuales, ya no se presenta como partido de vanguardia,
renuncia al a priori papel de dirigente para ofrecerse como
instancia política e instrumento de orientación, articulación y
configuración del bloque social que ha de llevar a buen fin el
proyecto de la emancipación final y definitiva de la clase obrera.
Demasiados
engaños a precios/asequibles. J.
E.
Para llevar a cabo
esas tareas encaminadas a romper y dar la vuelta a una situación
como la actual, caracterizada por “la escasa extensión de la
conciencia de clase entre la clase trabajadora, al dificultar en
extremo y disminuir a día de hoy la participación activa de ésta
como actor en la lucha de clases, la sitúa mayoritariamente en una
posición pasiva y subalterna, presa de la hegemonía ideológica de
las clases poseedoras que actualmente llevan la iniciativa”, el
partido claramente ha tomado la acertada decisión de intensificar
las contradicciones y conflictos entre capital y trabajo retomando
como eje la militancia activa en todo centro de trabajo y de manera
relevante en el espacio sindical al tiempo que asume la necesidad de
incorporar vectores de revolución como el ecologismo y la lucha
contra la dominación patriarcal. Ahora bien, hay que entender y
asumir que esas tareas difícilmente serán alcanzadas si no se
replantean con urgencia las políticas a desarrollar en campos tan
relevantes como la cultura y la comunicación. Espacios que
indudablemente requieren ser abordados para su análisis con mayor
espacio que el de un artículo de opinión. De cultura, de la
necesidad de organizarse como frente cultural, parece oportuno
iniciar el apunte al menos de algunos trazos.
Quizá
deberíamos comenzar/ por sentarnos cara a cara/ unos minutos en
silencio. J.E.
Por desgracia dentro
de nuestro partido ha venido siendo bastante usual identificar el
frente cultural con la recopilación de una nómina de famas,
famosillos y renombres dispuestos a colaborar en plan “los abajo
firmantes” en los manifiestos oportunos, o con la gestación de una
agenda de cantantes, escritores y escritoras, que, amen de otros
profesionales de las distintas artes, por adhesión o simpatía estén
disponibles para dar brillo en los actos y festejos que el partido
les proponga. Sin olvidar las justas generosidades por tales
participaciones, parece que este sería un buen momento para proponer
un frente cultural más apropiado para el objetivo que la cultura
debería desempeñar: la conquista de la hegemonía que el camino
hacia la revolución demanda.
Agraviemos
la verdad/ legislada. J.E.
Por cultura cabe
entender ese conjunto de referentes comunes que en el espacio de las
relaciones sociales sirven para identificar valores que se comparten.
La cultura como un relato común, como una subjetividad compartida
que construye identidad y solidaridad y produce imaginación y deseo.
La cultura como espejo y horizonte. La cultura como producción de lo
común, como poética, como poiesis (producción) colectiva.
Construir cultura comunista es asaltar, sabotear, desenmascarar y
cuestionar los centros de producción de necesidades que hoy
monopoliza un capitalismo sin complejos que ha impuesto su modelo
cultural basado en el “yo soy lo que consumo”, “la mejor
explotación empieza por uno mismo” y “el arte como la
confirmación simbólica y mercantil del mérito individual”.
Construir cultura comunista hoy es irrumpir, romper e interrumpir el
relato dominante que una y otra vez no cesa de repetir que el
comunismo como experiencia real acaba en desastre económico, en
dictadura política y que fuera del capitalismo no hay salvación.
Frente a esto, la cultura como producción de lo común y la cultura
como combate contra la cultura del narcisismo, del yo, del
capitalismo. En esos dos frentes hay que establecer la batalla y por
tanto la estrategia y la táctica necesarias y convenientes. Porque
por ahí pasa también la lucha de clases.
Editado en Mundo Obrero Mayo 2016.
Editado en Mundo Obrero Mayo 2016.
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