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LA NOVELA Y EL TIEMPO DE NUESTRO
TIEMPO.
C. B.
I- Introducción.
Pues sí: para los novelistas
decimonónicos el tiempo era una dimensión newtoniana: algo lineal,
sólido. rígido y mensurable. Y memorable. Ahora al parecer sabemos
que el tiempo no es lineal, que es curvo, flexible. no medible,
relativo y reversible. Y no muy memorable. De todas formas no creo
que esa sea la cuestión: que la cuestión sea nuestro conocimiento o
el conocimiento que los novelistas tengan de que sea esa variable
física que llamamos tiempo. Acaso tenga más que ver con la vivencia
del tiempo y menos con la ciencia, acaso tenga más que ver con el
sentido del tiempo humano que con la naturaleza real del que sea ese
tiempo. Más que ver con el tiempo relativo de Bergson que con la
relatividad de Einstein, más con la incertidumbre de vivir que con
El principio de incertidumbre, más con la paradoja de morir que con
la historia del gato de Schrödinger. Acaso.
Para poder hacer comentarios acerca
del tiempo en la novela de nuestro tiempo - la novela vigesimonónica
- como para cualquier otra cosa hace falta un referente que como todo
referente no dejará de ser arbitrario aunque no gratuito puesto que
su elección acarrea consecuencias importantes. Por tradición, para
hablar de la novela de nuestro siglo se acude como referente a la
novela del siglo anterior y a esa tradición nos acogeremos no sin
advertir que curiosamente esa elección contiene dentro de si misma
toda una noción del tiempo que como veremos parece responder más a
una visión decimonónica que contemporánea.
Antes de entrar en
el juego de comparaciones entre una y otra novela ( y avisando ya de
que inevitablemente la generalización incluye una reducción a tipos
o modelos instrumentables) creo conveniente seguir al ensayista
británico Raymond Williams en su sana costumbre de adelantar un
territorio común de entendimiento basado en la lectura de algunas
palabras-clave
que explícita o implícitamente ordenarán nuestro texto a
lo largo de su desarrollo.
Literatura:
Es un producto resultante del trabajo
sobre la organización del lenguaje a través del cual cada sociedad
se autodescribe a si misma. Dado que el lenguaje es un campo
susceptible de dominio la literatura reflejará ( mediante procesos
complejos que pondrán de manifiesto tanto la autonomía relativa de
la obra literaria como su dependencia también relativa respecto a la
organización de esa sociedad donde ella se produce, circula y
consume) las luchas y tensiones que se produzcan dentro de la
sociedad y que se resuelven literariamente en estéticas
(construcción social de qué sea el contenido del concepto de lo
bello y de la relación con él) hegemónicas, residuales y
emergentes puesto que como ya se ha dicho la literatura, en cuanto
que campo de batalla, es traducción ( mediante procesos complejos
etc...) del combate por la significación de las palabras.
Novela:
Siguiendo a Claude
Bremond aceptamos que una novela es una narración: un discurso que
integra una sucesión de acontecimientos de interés humano en la
unidad de una misma acción. Esta definición tiene la propiedad de
que nos permite salirnos del cinismo cómodo que afirma aquello de
que novela es todo libro donde pone novela aunque no establece cual
sea, por ejemplo, la diferencia entre novela y novela corta, cuento y
relato. Para salirnos de esa indefinición proponemos añadir a la
propuesta de Bremond la palabra amplia: amplia
sucesión de acontecimientos. Amplia,
no larga o extensa. Cierto que este paradigma parece corresponderse
con lo que tradicionalmente llamamos novela decimonónica, pero
cierto también que para los objetivos de esta exposición mejor este
referente que ninguno.
El autor:
En la moderna teoría literaria
alrededor de la figura autorial se han delimitado conceptos como el
escritor en cuanto persona, el autor ( esa persona en cuanto autor
de obras literarias) y el autor implícito ( la presencia de ese
autor en lo que ha escrito) intentando de este modo diferenciar en
los textos las figura del autor y el narrador. Este aparato
conceptual tiene la innegable virtud de aclarar malentendidos,
confusiones y simplezas de las que ha venido siendo objeto la
historia de la Literatura, pero no es menos cierto que al retirar a
ámbitos extratextuales la figura de escritor-autor se ha caído en
la tentación de remitirla también hacia espacios extraliterarios al
identificar, por interés o simpleza, lo textual con lo literario.
Bien está dar al ciudadano escritor lo que es del ciudadano escritor
y al autor lo que es del autor y bien está dar al autor lo que es
del autor y al narrador lo que es del narrador, pero malo sería
pensar que existen compartimentos estancos entre unas y otras
figuras. Salvo que creamos en la pureza o autismo de los entes parece
difícil negar que alguna relación u ósmosis ha de producirse entre
las citadas figuras sin por ello
desvalorizar la relativa autonomía de sus funciones. Para
entendernos: las posibilidades del construir del narrador tienen su
origen en las posibilidades del construir de autor implícito, las de
éste provendran del escritor y a su vez las de éste provendrán del
escritor ciudadano y lo que no puede olvidarse: las de este escritor
ciudadano provendrán de su ser social, es decir, del lenguaje (con
todo lo que ello conlleva) que la sociedad pone en cada determinado
momento a su alcance, por ejemplo, unas u otras significaciones,
visiones o interpretaciones del tiempo.
El Narrador:
El narrador es el instrumento
retórico que el autor elige para construir la narración. Un
narrador es un punto de vista tomando la expresión tanto desde una
acepción técnica: el lugar desde donde se mira (que no tiene porque
ser único o fijo), como desde su sentido ideológico: visión del
mundo, conjunto de juicios y valores que su mirada transparenta y
traduce. Al contrario que en la acepción anterior la visión del
mundo del narrador no puede ser múltiple, lo que no quiere decir que
no pueda darse un narrador cuya visión del mundo consista
precisamente en tener o contener varias visiones del mundo
(jerárquicamente iguales o desiguales).
El narrador se manifiesta de manera
más o menos explícita a través de su discurso - el texto -del que
forman parte relevante y significativa - portadora de significado -
la propia organización del discurso y los acontecimientos o acciones
sobre los que éste se construye.
Tiempo y tempo:
El tiempo como el
tiempo humano. La vivencia del tiempo: ocupar el tiempo, tener
tiempo, gastar el tiempo, recuperar tiempo, recobrar el tiempo, hacer
tiempo, tiempo muerto. El hombre mide el tiempo a través de dos
medidas: el reloj y el hacer. "Pasaron dos horas" (reloj).
"Desaprovechó el tiempo" (no hizo nada). En
el principio era la acción, leemos en
el Fausto y ese es el tiempo que cuentan las novelas: acciones. Una
novela es el tiempo de unos personajes en un espacio (descripción)
más o menos determinado. El cronotopo de Bajtin Fuero del reloj el
tiempo se convierte en un hacer ( o un no hacer) y la valoración
subjetiva de ese hacer o no hacer da lugar a lo que llamamos tiempo
psicológico mientras que su valoración objetiva da lugar a un
juicio: bien hecho, mal hecho. Tiempo perdido, tiempo aprovechado, es
decir, el tiempo como una posibilidad moral y citamos ahora un
párrafo del artículo de Santiago Gómez, La
Ontología de lo Posible: "La
realidad de lo posible subyace así, metafóricamente hablando, a la
irreversibilidad temporal en nuestras historias concretas, esas
historias que medimos en la toma de
conciencia."(El subrayado es
nuestro).
Hacer. Y hacer
incorpora un tiempo - la duración de ese hacer - y un sentido, el
para qué de ese hacer. "Estamos perdiendo el tiempo"
decimos cuando sentimos que no hacemos nada o cuando sentimos que ese
hacer no tiene sentido. La materia de la novela es el quehacer de la
persona humana, de los hombres y mujeres, por eso nos resulta fácil
pensar que la novela es
tiempo, tiempo humano, es decir, vivencia del tiempo. En ese sentido
la persona humana hace
su tiempo.
Pero el tiempo humano vive - se hace
- dentro de, al menos, otros tres tiempos que viven - transcurren -
fuera del control del hombre: su tiempo de vida biológica, el tiempo
de la especie (llamémosle Historia) y el tiempo del Universo. Y esos
tres tiempos son vividos de manera diferentes: la vida se acaba
(salvo para los creyentes en algún tipo de trascendencia hacia el
más allá), la Historia prosigue y el Universo ya sabemos que tendrá
su fin, pero tan largo me lo fiáis, que puedo vivirlo como eterno, y
el hombre hace y vive su tiempo en el marco de esos tres tiempos (si
bien dado "lo eterno" del Universo éste puede ser no
considerado) y por lo tanto la vivencia del tiempo humano estará en
mayor o menor grado influida por sus vivencias respecto a esa
trinidad temporal.
Si aceptamos que el tiempo humano
viene determinado por el hacer podríamos incluso pensar que su
vivencia respecto a la finitud de la vida biológica apenas tiene
capacidad para influir sobre él ( el tiempo humano), puesto que,
frente a la constatación de la mortalidad, poco puede hacerse,
limitándose su única posibilidad de acción (?) a sentir ( lo que
sin embargo, desde el punto de vista narrativo, sí puede formar
parte de la acción).
El "tempo"
es la organización del tiempo dentro de la novela. Narrar es contar,
es decir, medir. Contar acciones es ponerlas en un orden. La medida
de ese orden tomando como referente el tiempo nos dará el "tempo"
de una narración. La acciones ocurren dentro de un orden temporal.
Unos hechos ocurren antes que otros, otros hechos ocurren
simultáneamente. En el tiempo real unas cosas suceden después de
otras. En la novela ese orden puede ser alterado. En las novelas las
cosas ocurren en el orden del discurso. La "historia" que
encierra una novela se resuelve en entramado que puede o no respetar
el orden cronólógico. En el tiempo real un segundo dura
lo mismo que otro segundo. En la novela
"la duración" no se mide en tiempo real. Subir una
escalera, hecho que en la vida real puede ocupar tres minutos, en un
relato puede ocupar diez páginas. El transcurso de diez años puede
resumirse en una frase: pasaron diez años.
El tiempo real es monorritmo: a un
segundo le sucede otro. El ritmo narrativo es vario: lento, ágil,
presto, piano. De una acción se pasa rápidamente a otra y a otra y
a otra, o bien el discurso "se detiene" en una sola,
morosamente. Duración y ritmo son los constituyentes del tempo
narrativo.
Narración global:
Entenderemos por narración global
aquella que en cada momento construye la sociedad sobre si misma y a
través de la cual se lee a si misma. No es una narración escrita
pero no por eso deja de ser real. En una especie de narración mental
que la sociedad teje y desteje sobre si misma y que contiene su
propio relato: su pasado. sus personajes, sus conflictos, sus temas,
sus sueños, sus miedos, sus metas. Es la lectura que la sociedad
hace de si misma y sobre la cual crecen las narraciones escritas y
esas pequeñas narraciones que los hombres y mujeres llaman su vida.
Una narración que no es exactamente la historia, ya sea de una
sociedad, un país o una cultura, sino la lectura que se hace dentro
de esa historia. De alguna forma es "la ideología activa",
una especie de "humus narrativo" sobre y con el que se
construyen todas las otras narraciones. En una sociedad, en un
momento determinado pueden convivir varias narraciones globales pues
la sociedad no es homogéna. Lo que caracteriza a la narración
global es que es la narración hegemónica en lucha más o menos
intensa con otras narraciones. Y es una narración dinámica,
cambiante, que se reproduce continuamente. Hace veinte años, por
ejemplo, en la narración global de España, la guerra civil ocupaba
un espacio relevante, ahora su espacio es mínimo. Hace cinco años
Mario Conde era personaje protagonista, ahora ya solo es personaje
secundario. Es una narración que se plasma en las preocupaciones que
las encuestas de población pueden detectar pero que narrativamente
tiene más que ver con los héroes de cada momento, los sueños de
cada momento, los miedos de cada momento, los horizontes de cada
momento. Los acaso pequeños (pero fuertemente influyentes) héroes,
sueños, miedos, son materiales relevantes de la narración
global.Una narración que es pública y privada al mismo tiempo, que
se alimenta (o lucha contra) de las narraciones escritas,de la
memoria personal y la memoria colectiva, o de las grandes narraciones
que nos propone la cultura y nos ofertan los medios de comunicación
de masas. La gran narración en medio de la cual se construyen el
resto de las narraciones. La madre de todas las narraciones.
II- Tiempo y novela en el siglo
XIX.
Se ha definido la novela decimonónica
como la novela de un mundo estable y, aunque con matices, tal
propuesta nos sigue pareciendo un buen punto de partida, a pesar de
que bien podría decirse que la novela decimonónica - que suele
responder a la clásica estructura dramática- cuenta precisamente
"la inestabilidad": presentación de una situación estable
, aparición de un conflicto o nudo que rompe la estabilidad y
desenlace o vuelta a la estabilidad. El propio reparo nos señala que
lo estable es el paradigma fuerte, el telón de fondo de la acción
narrativa.
La novela decimonónica se levanta
sobre una gran creencia colectiva: la felicidad es posible. No es
extraño que la Constitución de los Estados Unidos de América -
cuyo nacimiento es para muchos historiadores el inicio del siglo XIX
- recoja el derecho a la felicidad como uno de los derechos
fundamentales. Que la felicidad sea posible significa que la vida
humana tiene sentido, que el tiempo humano (público o privado) tiene
sentido, que el quehacer tiene sentido. Para la humanidad (hablamos
de Occidente) el tiempo es el tiempo narrativo, el que se mide con
acciones encaminadas a un sentido. Y es esa creencia -esa vivencia
del tiempo- la que convierte a la novela decimonónica en una novela
estable.La vida biológica tiene sentido ( la felicidad). La historia
tiene sentido( el Progreso). El Universo tiene sentido ( el reino del
hombre). Hay empatia entre el tiempo de los hombres (su narración
global) y el tiempo de las novelas y esa empatia es el caldo de
cultivo de la novela.
Las novelas
decimonónicas no cuentan la felicidad pero cuentan con
esa felicidad y desde
esa felicidad. Recordemos que la felicidad no es tanto una situación
como un sentimiento:la vida tiene sentido. Lo único que puede
ocurrir es que los hombres o mujeres concretos (y por tanto los
personajes) se extravíen o pierdan, como Don Quijote (la primera
novela moderna), "el sentido".
Desde ese sentimiento (ideología
viva) los escritores escriben y desde esa creencia en el sentido
organizan y estructuran sus novelas. Y todo eso se traduce en la
presencia de unas características propias de estas novelas que
constituyen la poética narrativa de la novela decimonónica:
- Un narrador que
ve desde
ese sentido porque lo posee y despliega: narrador único, omnisciente
y omnipresente, en tercera persona porque poseer ese sentido lo sitúa
fuera y por encima de las vidas particulares. Un narrador con
confianza en su tarea. Narrador que juzga (ingerencia del narrador)
porque conoce las leyes de la felicidad y el extravío. Será la
contradicción legal de "juez y parte" la que lleve
(Flaubert) a la búsqueda de un narrador impersonal y oculto. El
narrador como testigo y testimonio de ese tiempo (real/narrativo)
aprovechado o malgastado. Testigo o espejo "a lo largo de un
camino" (Stendhal) que conduce, como todo camino, a alguna
parte.
- El descubrimiento del sentido de la
vida (novela de aprendizaje) y el adulterio (el extravío) como temas
dominantes junto al conflicto entre felicidad privada (el deseo) o
pública (la razón) (Ana Karenina, de Tolstoi).
- Hegemonia de la trama lineal y
cronológica como consecuencia de la empatia entre la vivencia
personal del tiempo y la acción narrativa (principio de causalidad,
el "luego" tiene sus causas o razón de ser en el "antes").
- Realismo. Dado que lo real tiene
sentido solo lo real es susceptible de ser dotado de sentido, es
decir, de ser novelado.
- Criterios tolerantes de
verosimilitud ( que Rubempré sea recogido en su ruina por el
poderoso Vautrin, en Ilusiones perdidas de Balzac), no será leído
como inverosímil (la verosimilitud como convención cultural) porque
en una vida entendida como "sentido" el azar no existe:
todo es destino.
- El tiempo como capital: ganar o
perder el tiempo. Los personajes ocuparan más o menos tiempo
narrativo según su relación con la capacidad de dar sentido que
contengan.
- El dinero (La educación
sentimental) como tiempo acumulado. El dinero como capacidad de
"hacer". De ahí la necesidad de tantos y tantos personajes
de "hacer dinero".El dinero como "sentido atesorado".
El arribismo social (Bel Ami, de Maupassant) como medio de pasar de
la mera supervivencia a "la vida" (la vida con sentido).
- El pasado perfecto o imperfecto
como tiempo de la narración en cuanto que la narración es
declaración de un testigo (el narrador) que puede dar fe
(ejemplarizante).
- Tiempo sólido. la vivencia del
tiempo como algo que "vive" y tiene existencia -
antropomorfismo - le da una solidez que a su vez refuerza el sentido
de la vida: ser algo dentro de un todo. Ese sentido sólido se
traduce en un sentimiento hacia la novela en cuanto "trozo"
de una vida que a su vez se puede "trozear" en escenas o
capítulos. La novela como acumulación lineal.
III - Quiebra del modelo
decimonónico.
El desmoronamiento de esa estabilidad
no es un fenómeno fechable. La desaparición de la lectura
teleológica (religiosa o materialista) del mundo y la vida fue sin
duda un proceso lento y complejo. Los historiadores de la cultura
suelen citar el episodio de La Comuna de Paris (1871) como un momento
clave en el nacimiento de la desconfianza dentro de la burguesía
(clase sobre cuyos valores se había erigido la novela). Otros no
dejan de citar la expansión de las teorías darwinistas como un
elemento clave, y la mayoria sitúan alrededor de la primera guerra
mundial el momento más intenso - por su amplitud y repercusión -
respecto a la destrucción de la idea de Progreso que encerraba en si
toda la problemática del siglo XIX. Todavía algunos otros destacan
el papel de las teorías freudianas en la perdida de confianza en la
razón.
En cualquier caso creo que puede
decirse que cuando comienza la década del veinte la vivencia del
tiempo humano como un tiempo con sentido había estallado y saltado
por los aires, llevándose de paso la idea de felicidad tal y como la
hemos contemplado. Bien podríamos resaltar que en la narración
global que entonces se reinicia se han producido cambios decisivos:
- desaparición de la idea de
Progreso, con lo que eso conlleva respecto a confianza, sentido,
finalidad y acción humana.
- Quiebra de la confianza en la razón
y su corolario: hegemonía del deseo en cuanto motor de la acción
humana.
- extravío general acerca del
sentido. La noción misma de sentido entra en duda.
- desaparición de cualquier vivencia
del tiempo que vaya más alla del tiempo biológico.La vida como
simple vida biológica. Desaparición del hacer (con sentido) en
cuanto medida del tiempo humano.
- perdida de la legitimidad de hablar
o juzgar desde criterios que no sean estrictamente personales. Paso
de los juicios a las opiniones.
- subjetivismo. Si el parámetro
común desaparece ( el tiempo medido como acciones con sentido), ya
no hay patrón común y objetivo. Todo se ha vuelto relativo, es
decir, personal: narcisismo y vida interior.
- si no hay sentido no hay lugar para
la jerarquía de ningún tipo.La única escala de valores será la
que determine el deseo y la única meta la satisfacción de los
deseos.
- sustitución de la dimensión
temporal por la dimensión estética. El arte como esfera fuera del
tiempo. La estética como sentido sin tiempo (las vanguardias como
neotiempo). La estética como eternidad.
IV- La novela vigésimonónica.
Todos esos cambios y transformaciones
no han dejado de actuar sobre las vivencias de nuestro siglo y muy
agudamente sobre el tiempo de nuestro tiempo. Sobre los escritores,
los autores y a través de ellos sobre los autores implícitos, los
narradores, los textos, las novelas y, como no, sobre los lectores y
sus horizontes de expectativas.
Antes de pasar a constatar esos
cambios que configuran la novela de hoy, la novela de nuestro ya
desfalleciente y gastado siglo, si conviene aclarar que aun cuando
los hecho comentados son los configurantes hegemónicos de la
narración global del siglo XX eso no implica que con (y contra) esa
narración no se hayan producido propuestas narrativas distintas.
Indudablemente hay toda una tradición narrativa que apoyándose
básicamente en raíces humanistas o marxistas sostiene nociones del
tiempo humano ligadas al sentido y que han retraducido la creencia en
la felicidad en apuesta por la construcción de una sociedad basada
en el bien común. Una tradición que no ha sido ajena a las
transformaciones mencionadas pero que las ha reconducido o leído en
claves distintas a las presentes en el corpus dominante de lo que hoy
entendemos como novela del siglo XX. Negar su existencia es negar
obras como El Don apacible de Sholojov, la poesía de Maiakowski, el
teatro de Brecht, Viaje a Sicilia de Vittorini, El bello verano de
Pavese, Las uvas de la ira de Steinbeck, El siglo de las luces de
Carpentier o La soledad del corredor de fondo de Silliote y tantas
otras y tantos otros autores. Esa tradición está ahí y si hoy
parece no ocupar un lugar relevante nadie, salvo los que nieguen que
el futuro existe, puede adivinar el futuro.
Las transformaciones que hemos
mencionado y que afectan sustancialmente al "tiempo de nuestro
Tiempo" se reflejan en la personalidad de la narrativa
contemporánea, algunos de cuyos rasgos quisiéramos comentar:
- El narrador pierde su estatus de
dueño y señor del tiempo y de su sentido lo que provoca fenómenos
como la desaparición del narrador único (Las olas de Virginia
Woolf) y del narrador omnisciente y omnipresente. El narrador
decimonónico pierde su legitimidad y en cualquier caso es un
narrador que se disculpa y duda. Auge del narrador en primera
persona, del narrador escéptico (El gran Gatsby de Fitzgerald) y del
narrador no fiable (El buen soldado de Ford Madox Ford).
- Dado que el narrador renuncia a
poseer el sentido único se apoya en el multiperspectivismo, ya sea
cambiándose el mismo de punto de vista (El cumplimiento del amor de
R. Musil) ya sea apoyándose continuamente en los personajes de la
novela (Ulises de Joyce). La narración se ve salpicada de paréntesis
o inclusivas en los que el narrador toma distancia con su propio
discurso.
- El narrador cuestiona su propia
función y se interroga sobre el propio sentido de su actividad:
metaliteratura. (El metro de platino iridiado,de Alvaro Pombo).
- La consideración del presente como
una categoría temporal posible lleva a una reducción del horizonte
temporal narrativo. La acción narrativa restringe su espacio
temporal a pocos años, meses, días, un día (Ulises de Joyce), o un
instante ( Cortázar ). Lo que se pierde en temporalidad se gana en
detallismo o intensidad.
- La vida personal al ser tomada como
único tiempo posible tiende a configurar el tiempo como memoria. El
pasado como lugar del tiempo (En busca del tiempo recobrado, de
Proust)
- La quiebra de la concepción del
tiempo como continuum disloca el orden temporal de la novela (Ciego
en Gaza) de Huxley. Cortázar en Rayuela llega incluso a proponer al
lector una ruptura del orden gráfico en que son presentados los
capítulos.
- el presente y el condicional
como usos verbales relevantes.
- La perdida del concepto de sentido
origina desorientación y fragmentación (San Camilo 36 de C.J.
Cela). El narrador se convierte en una especie de explorador con
brújula pero sin mapa. Si no sabe a donde quiere ir la brújula no
le sirve para nada.
- La desaparición del tiempo del
cronotopo narrativo privilegia el espacio y la descripción (Nouveau
roman) y la intensidad expresiva (manierismo y virtuosismo).
- El tiempo interior (la psicología)
se ofrece como campo y tema hegemónicos. El monólogo interior se
despliega como modo "natural" de la novela moderna. La
frustración del deseo, la insatisfacción y la autodestrucción
ocupan plaza destacada en el argumento.
- La desaparición del tiempo en
cuanto escenario del quehacer de la vida refuerza la función del
tiempo interno del relato: El sentido es sustituido por la intriga,
el suspense.
- El azar pierde verosimilitud al
disolverse la sensación de destino. La novela urbana - definiendo
ésta en función de que la ciudad es el lugar donde el azar cumple
de manera más intensa un papel en la vida de los hombres y
personajes - deviene la novela "natural" de nuestro tiempo
(Manhattam Transfer, de Dos Passos).
Creo que estos rasgos son suficientes
para poder vislumbrar los efectos que la transformación del concepto
de tiempo ha obrado en la novela contemporánea. Pero antes de
terminar esta exposición quisiera proponer una hipótesis: ¿y si la
novela del siglo XX es la historia de un gran fracaso narrativo? Si
suponemos que narrar es construir ¿Como se puede construir
renunciando al sentido? Ciertamente el sentido global de la novela
del siglo XX bien pudiera haber sido dejar constancia de la perdida
de ese sentido y así parece que es interpretada por diversos
autores. Pero, cómo puede contarse una pérdida sin contar el
referente: lo perdido, es decir, sin que la novela incorpore una
propuesta. Si fuera así la valoración global de esta novela podría
verse alterada (salvo por aquellos que curiosamente se refugien en el
progreso formalista como razón legítima de la literatura). ¿Puede
ser la novela del siglo XX un tiempo perdido? Responder a esa
pregunta requiere preguntarse por el sentido del tiempo, por el
sentido del quehacer humano, por el sentido del escribir y por el
sentido del leer. Por el sentido de la literatura.
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