sábado, 13 de octubre de 2018

Marx y Menos: La otra narrativa


Marx y Menos.
                                                       Constantino Bértolo




La otra narrativa


- Marx, qué tal las vacaciones? ¿Por dónde has estado?

- Pues un poco por aquí y un poco por allá. En Benidorm una semana y luego entre Doností, Cádiz y Cangas de Morrazo. Y la verdad es que más que relajado vuelvo un tanto asombrado.

- Cuenta, cuenta.

- Quizá lo primero sea el propio fenómeno de las vacaciones. En mi tiempo eso de ir “a tomar las aguas” o “a los baños de mar” era una especie de lujo, entre higiénico y medicinal, que solo estaba al alcance de la burguesía propietaria. Ya sé que las vacaciones pagadas fueron un conquista obrera que existe desde que el gobierno del Frente Popular de León Blum las aprobó en 1936, pero no me imaginaba que acabarían dando lugar a todo este fenómeno de masas. Gentes de todas las edades y países: ingleses y españoles sobre todo pero también franceses, rusos, hasta finlandeses. Por lo que pude ver: mucha playa, mucho sol y mucho alcohol. Quizá demasiado.

- ¡Hombre! No te habrás vuelto mojigato. Que precisamente tú a los placeres de la vida nunca renunciaste.

- En absoluto. Todo lo contrario, es precisamente la defensa del gozo del vivir lo que me llevó y me lleva a denunciar las miserias del capitalismo. Nada tengo contra los tragos y placeres que nos faciliten alegría pero mucho me temo que gran parte de ese consumo compulsivo responda más a una huida de la desgracia que a una celebración de la vida. Viendo las urgencias con que buena parte de esas masas consume vacaciones no puedo dejar de pensar que ese comportamiento agónico responde a un fenómeno realmente llamativo: la huida del trabajo como alienación para ir a dar al ocio como alienación. Alienación al cuadrado.

- Pues seguramente es así, pero no te pongas moralista ni estupendo. Sea como sea suponen el ejercicio de un derecho al descanso, una ruptura con la rutina, hasta diría que las vacaciones suponen en muchos casos la posibilidad de encontrarse con lo inesperado, con otro paisaje, con otra culturas, con ”lo otro”.

- Muy intelectual francés te veo. No niego que algo de todo eso pueda ser cierto, pero no puedo dejar de pensar que al mismo tiempo son la confirmación del trabajo como castigo bíblico, una especie de séptimo día en el que el Capital nos regala esa apariencia de libertad, el consumo, que parece haberse convertido en el único espacio de relación entre lo personal y lo universal. 
 
-En cualquier caso Marx no me negarás que esto de las vacaciones cuestiona la interpretación que vé siempre en la lógica del capital la necesidad de incrementar o intensificar aquellas plusvalías absolutas que dependen del tiempo de trabajo.

- Uy Uy Uy! Para el carro Menos que te vas a despeñar tan ricardianamente. No voy a volver sobre lo que en otros lugares ya está dicho. El capitalismo tiene su lógica pero no es una simple máquina a piñón fijo. Mientras la tasa de ganancia aguante, el capital tiene margen y alternativas para gestionar el mapa de las plusvalías. Y luego está el otro lado de las apariencias, el otro lado de la industria del turismo y las vacaciones.

- No sé a qué te refieres.

- Pues muy fácil, a lo que está al otro lado de las barra de los bares, a lo que se cuece en las cocinas, en los vestuarios de camareros y camareras, en los cuartos de la limpieza. Todo lo que el capitalismo procura no enseñar y de lo que resulta fácil olvidarse mientras tomamos el sol: la brutal explotación del proletariado sobre el que se sostiene esta industria. ¿Conoces una página web que se llama PrecarityWar?
- Pues no.

- Pues mírala. En ella se recogen “los restos del día”, los rastros que el capitalismo trata de ocultar, la realidad que hay detrás de las estadísticas. Ahí encontrarás toda una narrativa subterránea, subsumida, que está ahí y sostiene el gran tinglado.

- Pues Marx, gracias por decirme porque no la conocía.

- Mira, te copio algunos párrafos de esa gran novela: “Trabajo de repartidor de alimentación en la misma empresa desde hace 12años y desde entonces ya nos pagaban la comisión en negro, en un cuarto cerrado y a escondidas, trabajamos 12 horas de lunes a viernes de 4 de la madrugada a 4 de la tarde y según sus palabras: “si no te parece bien, ahí tienes la puerta”, “tengo un contrato de 6 meses después de un año trabajando! Me acaban de desplazar de mi centro de trabajo y mi residencia 52 km de distancia”, “Trabajo de repartidor en moto. Mi contrato dice que son 10 horas a la semana y pagan 50 céntimos por cada reparto. Trabajo mucho más de 10 horas semanales pero en mi nómina no aparece reflejadas las horas extras ni los pedidos”, “Llevo bastante tiempo trabajando en un banco. Estoy 10 horas diarias en la oficina, las órdenes que recibo son “vende, vende, vende,… y después vende mas”. Paso el día estresada. Todas las que trabajamos en nuestra oficina (somos todo mujeres) estamos igual. Yo al menos no tengo hijos ni otras responsabilidades, pero ellas no pueden plantearse perder el trabajo”, “trabajaba como camarera/ dependienta y ayudante de cocina ( Todo a la misma vez) durante 9 horas (Algo asequible) aunque nunca se cumplía ese horario. La media hora de descanso nunca se respetaba. Como siempre las horas extras en hostelería iban y venían sin ser pagadas”, “cubrí la semana de vacaciones de una compañera haciendo dobles de 9:30 a 21:30 y el resultado al final de la semana fue en B y a unos 2’50€ la hora, y sin rechistar”

- Y así durante cientos de páginas y capítulos. Una novela de terror.
- !Joder Marx! !La hostia!

- Sí Menos sí, la hostia. Como ves El Capital se sigue escribiendo solo. Dicen algunos que el capitalismo ha cambiado, que hemos pasado de la explotación del hombre por el hombre a la explotación de uno por uno mismo. Estaría bien que muchos de esos teóricos que dan por hecho que el proletariado es ahora “un vector líquido” se asomen a las cocinas del capitalismo y comprueben como aquello de “sangre, sudor y lágrimas” sigue siendo parte de nuestra épica






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