Marx y Menos.
Constantino
Bértolo
La
otra narrativa
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Marx, qué tal las vacaciones? ¿Por dónde has estado?
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Pues un poco por aquí y un poco por allá. En Benidorm una semana y
luego entre Doností, Cádiz y Cangas de Morrazo. Y la verdad es que
más que relajado vuelvo un tanto asombrado.
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Cuenta, cuenta.
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Quizá lo primero sea el propio fenómeno de las vacaciones. En mi
tiempo eso de ir “a tomar las aguas” o “a los baños de mar”
era una especie de lujo, entre higiénico y medicinal, que solo
estaba al alcance de la burguesía propietaria. Ya sé que las
vacaciones pagadas fueron un conquista obrera que existe desde que el
gobierno del Frente Popular de León Blum las aprobó en 1936, pero
no me imaginaba que acabarían dando lugar a todo este fenómeno de
masas. Gentes de todas las edades y países: ingleses y españoles
sobre todo pero también franceses, rusos, hasta finlandeses. Por lo
que pude ver: mucha playa, mucho sol y mucho alcohol. Quizá
demasiado.
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¡Hombre! No te habrás vuelto mojigato. Que precisamente tú a los
placeres de la vida nunca renunciaste.
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En absoluto. Todo lo contrario, es precisamente la defensa del gozo
del vivir lo que me llevó y me lleva a denunciar las miserias del
capitalismo. Nada tengo contra los tragos y placeres que nos
faciliten alegría pero mucho me temo que gran parte de ese consumo
compulsivo responda más a una huida de la desgracia que a una
celebración de la vida. Viendo las urgencias con que buena parte de
esas masas consume vacaciones no puedo dejar de pensar que ese
comportamiento agónico responde a un fenómeno realmente llamativo:
la huida del trabajo como alienación para ir a dar al ocio como
alienación. Alienación al cuadrado.
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Pues seguramente es así, pero no te pongas moralista ni estupendo.
Sea como sea suponen el ejercicio de un derecho al descanso, una
ruptura con la rutina, hasta diría que las vacaciones suponen en
muchos casos la posibilidad de encontrarse con lo inesperado, con
otro paisaje, con otra culturas, con ”lo otro”.
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Muy intelectual francés te veo. No niego que algo de todo eso pueda
ser cierto, pero no puedo dejar de pensar que al mismo tiempo son la
confirmación del trabajo como castigo bíblico, una especie de
séptimo día en el que el Capital nos regala esa apariencia de
libertad, el consumo, que parece haberse convertido en el único
espacio de relación entre lo personal y lo universal.
-En
cualquier caso Marx no me negarás que esto de las vacaciones
cuestiona la interpretación que vé siempre en la lógica del
capital la necesidad de incrementar o intensificar aquellas
plusvalías absolutas que dependen del tiempo de trabajo.
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Uy Uy Uy! Para el carro Menos que te vas a despeñar tan
ricardianamente. No voy a volver sobre lo que en otros lugares ya
está dicho. El capitalismo tiene su lógica pero no es una simple
máquina a piñón fijo. Mientras la tasa de ganancia aguante, el
capital tiene margen y alternativas para gestionar el mapa de las
plusvalías. Y luego está el otro lado de las apariencias, el otro
lado de la industria del turismo y las vacaciones.
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No sé a qué te refieres.
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Pues muy fácil, a lo que está al otro lado de las barra de los
bares, a lo que se cuece en las cocinas, en los vestuarios de
camareros y camareras, en los cuartos de la limpieza. Todo lo que el
capitalismo procura no enseñar y de lo que resulta fácil olvidarse
mientras tomamos el sol: la brutal explotación del proletariado
sobre el que se sostiene esta industria. ¿Conoces una página web
que se llama PrecarityWar?
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Pues no.
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Pues mírala. En ella se recogen “los restos del día”, los
rastros que el capitalismo trata de ocultar, la realidad que hay
detrás de las estadísticas. Ahí encontrarás toda una narrativa
subterránea, subsumida, que está ahí y sostiene el gran tinglado.
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Pues Marx, gracias por decirme porque no la conocía.
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Mira, te copio algunos párrafos
de esa gran novela: “Trabajo de repartidor de
alimentación en la misma empresa desde hace 12años y desde entonces
ya nos pagaban la comisión en negro, en un cuarto cerrado y a
escondidas, trabajamos 12 horas de lunes a viernes de 4
de la madrugada a 4 de la tarde y según sus palabras: “si no te
parece bien, ahí tienes la puerta”, “tengo un contrato de 6
meses después de un año trabajando! Me acaban de desplazar de mi
centro de trabajo y mi residencia 52 km de distancia”, “Trabajo
de repartidor en moto. Mi contrato dice que son 10 horas a la semana
y pagan 50 céntimos por cada reparto. Trabajo mucho más de 10 horas
semanales pero en mi nómina no aparece reflejadas las horas extras
ni los pedidos”, “Llevo bastante tiempo trabajando en un banco.
Estoy 10 horas diarias en la oficina, las órdenes que recibo son
“vende, vende, vende,… y después vende mas”. Paso el día
estresada. Todas las que trabajamos en nuestra oficina (somos todo
mujeres) estamos igual. Yo al menos no tengo hijos ni otras
responsabilidades, pero ellas no pueden plantearse perder el
trabajo”, “trabajaba como camarera/ dependienta y
ayudante de cocina ( Todo a la misma vez) durante 9 horas (Algo
asequible) aunque nunca se cumplía ese horario. La media hora de
descanso nunca se respetaba. Como siempre las horas extras en
hostelería iban y venían sin ser pagadas”, “cubrí
la semana de vacaciones de una compañera haciendo dobles de 9:30 a
21:30 y el resultado al final de la semana fue en B y a unos 2’50€
la hora, y sin rechistar”
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Y así durante cientos de
páginas y capítulos. Una novela de terror.
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!Joder Marx! !La hostia!
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Sí Menos sí, la hostia. Como ves El Capital se sigue escribiendo
solo. Dicen algunos
que el capitalismo ha cambiado, que hemos pasado de la explotación
del hombre por el hombre a la explotación de uno por uno mismo.
Estaría bien que muchos de esos teóricos que dan por hecho que el
proletariado es ahora “un vector líquido” se asomen a las
cocinas del capitalismo y comprueben como aquello de “sangre, sudor
y lágrimas” sigue siendo
parte de nuestra épica
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