Marx y Menos
Construyendo
alegría
-Hola Marx, me
comentan los amigos que se te ve entre decepcionado y quejoso. Como
si nada de lo que sucede en la realidad social te pareciese positivo.
- Pues no es así.
Muchas de las cosas de las que he sido testigo este último año me
han sorprendido muy positivamente.
-¿Por ejemplo?
- Pues para empezar
la oleada de los movimientos feministas que crecieron y cuajaron
alrededor de la huelga del 28M. Ver como la mujeres se movilizan de
manera unitaria, ver como hacen frente a la opresión y a la
explotación, ver como su actuar y moverse incide sobre la realidad
y ver como ese empuje vive y se expande políticamente, me llena el
ánimo de esperanza, de esa esperanza argumentada que es la
esperanza que nos caracteriza a los comunistas.
- Me alegra que
digas esto porque muchas veces y bastantes voces siempre te han
reprochado tu ceguera frente al problema de la emancipación
femenina.
- Cualquiera que
haya leído mis reflexiones sobre el trabajo productivo y el trabajo
improductivo habrá podido comprobar como siempre, a la hora de
analizar los problemas de la subsistencia y reproducción de la
fuerza de trabajo, es decir, de la clase trabajadora, he planteado el
rol fundamental de las mujeres. Cierto que como hijo de mi tiempo,
del que uno no puede salirse tirándose de las orejas, la cuestión
directa de patriarcado estuvo fuera de mi esfera de intereses
directos.
- Eso es lo que te
reprochan.
- Yo ni estudié ni
analicé la realidad con afán alguno hacia el mero conocer. Nunca
pretendí hacer filosofía, antropología o sociología y si me
apuras ni siquiera economía. Mi objetivo era la revolución y si
hice teoría fue llevado en el afán de comprender y dar a conocer al
proletariado las claves que podían ayudar a las clases trabajadoras
a llevar adelante esa acción. Y evidentemente puse mayor acento en
aquellas fuerzas sociales, el proletariado industrial, que, repito,
en aquellos momentos, mostraba tener potencia, posibilidad y
capacidad para realizar esa revolución. Y claro que dentro de esas
clases trabajadoras existían mujeres que aportaban plusvalías de
manera directa al capital pero, mayoritariamente, esa contribución
se realizaba vía y bajo el sistema de opresión patriarcal que al
capitalismo como sistema de producción le convenía mantener.
- Por eso te acusan
de “productivista” en aquella etapa de su desarrollo .
- Si alguien no ve
que en todos mis escritos la producción es el motor, pero la
circulación y valoración de las mercancías ocupan espacios
fundamentales, jamás podrá aceptar que siempre y en todo momento
estoy hablando de la vida, de la vida que es y de la vida que no es
pero podría ser. También hay gente empeñada en propagar que el
comunismo es una cosa triste, una cosa uniformadora, autoritariamente
igualitaria. Y no, precisamente porque nosotros sabemos bien que para
alcanzar la igualdad ni se puede ni se debe tratar igual a los
desiguales.
- Veo que vuelves a
las quejas Marx y luego dirás que por qué te llaman gruñón.
- Es que como casi
diría aquel poeta: yo no me resigno pero tampoco me desespero, me
cabreo. . Vivimos todavía en plena maldición bíblica: “y te
ganarás el pan con el sudor de tu frente” menos los capitalistas
que se lo ganan con el sudor “de la frente ajena”. Más que
vivir sobrevivimos.
- Ya, ya, pero del
deseo de transformar el mundo los capitalistas y su voceros se mofan
hablando del paraíso comunista.
- Nunca hemos
prometido ningún paraíso. Lo nuestro no es la fe sino la esperanza
argumentada. La esperanza de que llegue un día en el que el trabajo,
eso que nos hace personas humanas, no estará sometido al control de
los propietarios de los medios de producción. Y esa esperanza se
gana y conquista en las calles, en los fábricas y oficinas, dentro y
fuera de las casas, en los medios de comunicación, en la militancia
política, en los movimientos sociales, en los trabajos productivos y
en los trabajos reproductivos, en las organizaciones de crítica,
reflexión y combate. Construyendo alegría.
Publicado
en número de Noviembre de Mundo Obrero
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