lunes, 20 de enero de 2020

Una historia editorial: W.G. Sebald y la editorial Debate.


W.G. Sebald y la editorial Debate: Historia de un divorcio anunciado.

En consonancia con este carácter (huraño), concede escasísimas entrevistas, no presenta ni promociona sus libros y evita los saraos literarios para preservar su intimidad, convencido de que “la literatura se ha convertido en un gran supermercado”. Pese a ello, y de manera involuntaria,
ha protagonizado recientemente una polémica editorial en nuestro país. Andrew Wylie, el todopoderoso agente literario norteamericano que actualmente gestiona sus libros, ha maniobrado para que su representado deje la editorial Debate, que lo lanzó en España, y se incorpore al catálogo de Anagrama, que publicará su nuevo libro, “Austerlitz” y posteriormente recuperará toda su obra cuando caduque el contrato con Debate.
La Vanguardia Mauricio Bach Noviembre 2001


Mi relación como editor con W.G.Sebald se podría definir como un vodevil marxista. Si toda relación autor editor tiene algo de comedia de enredo con elementos como amor, matrimonio, amantes, secretos de alcoba, divorcio, herencias, broncas, reconciliación o muerte por arsénico, en mi caso podría resumir el matrimonio editorial con el autor de “Vértigo” con una síntesis un tanto irónica: casados durante seis años por poderes pude hablar directamente con mi esposa solo cuando esta se despedía camino de los brazos de Anagrama. Veamos.
En 1995, por medio de Ana María de Luca, por entonces directora literaria de Círculo de
Lectores, me llegaron las primeras referencias sobre un nuevo autor alemán, exigente
aunque poco comercial, que podría interesar a la línea de Debate en la que en aquellos momentos desempeñaba la Dirección Literaria. Efectuados los pertinentes informes de lectura sobre aquel extraño libro, “Die Ausgewnderten”, en el que llamaban la atención la presencia de algunas fotos,
se firmó un contrato a través de la agencia ACER y se encargó la traducción a una persona que contaba con el apoyo directo del autor. La novela, con el título de “Los emigrados” y una cubierta un tanto espectral de la que me siento responsable, salió al mercado, con discreta pero esforzada promoción vía publicidad directa, en el otoño de 1996. Con más pena que gloria hasta que en el especial “Babelia” de fin de año la escritora norteamericana Susan Sontag decía que la única nove-
dad literaria importante del año era la aparición de “Die Ausgewnderten” de un tal W. G. Sebald (los traductores del artículo no se habían enterado de que Debate ya había traducido y editado el libro). Casi al tiempo críticos como Robert Saladrigas en “La Vanguardia” y J.M.Guelbenzu en “ElPaís”reseñaron el l ibro muy positivamente. Las masas de lectores no se precipitaron en las librerías reclamando la obra, pero algo se movió el almacén .
Meses más tarde nos fueron llegando quejas sobre la calidad de la traducción y aprovechando la edición en Círculo se encargó una profunda revisión a Sergio Pawlwosky y se reeditó de nuevo con nueva cubierta. Se mandaron los correspondientes ejemplares al autor sin que éste diera tipo alguno de acuse de recibo.
Un año más tarde, En 1996, el autor ha cambiado de agente literario y los esponsales con su nueva obra, “Los anillos de Saturno”, los celebramos bajo la mirada del Superagente Andrew Wylie.
Más dinero, nuevos traductores, más cláusulas restrictivas, pequeñas pegas, pero todo dentro de lo normal. Al fin y al cabo el autor había asentado su prestigio como autor revelación. Cuando un esposo o esposa empieza a conocer el éxito o la fama es normal que la tentación de separarse sobrevuele a la pareja, sobre todo si el padrino Agente tiene vocación depredadora. Y lo esperable empezó a llegar. Negociar el contrato de “Vértigo” adquirió aspectos kafkianos dejando aparte el muy sustancial incremento del adelanto. Retrasos en el envío de ejemplares, retraso en la devolución del contrato contrafirmado. Lo que antes eran pegas ahora ya eran problemas. Se les mandó la traducción, para cuya aceptación tenían un plazo de respuesta de cinco semanas. Todo en tono impertinente e imperialista. Lo típico: el marido adúltero que llega tarde y encima se enfada para disimular.
Mientras pasaba ese tiempo, el nuevo agente, conocido como El Chacal en los círculos literarios, “muy amablemente” nos pide que hagamos una oferta por “Austerlitz”, la nueva novela de Sebald, y, hete aquí que, casualidades de la vida, uno se entera de que al tiempo se lo está ofreciendo a otros editores, pues “el autor quiere cambiar de editorial”. Te quiero amor dice el amante de lengua de doble filo. Se hace de todas formas una nueva y sustanciosa oferta por la nueva novela pero manteniendo la impertinencia se nos comunica el rechazo porque la editorial no acaba de gustarles: las portadas, las maquetaciones, las traducciones: adiós amor, que te vaya bien.
Como uno entiende que el matrimonio no tiene por qué ser para siempre pero no tiene ganas de ser “el último en enterarse” decido dirigirme directamente al autor –gracias a que alguien ajeno a la agencia tuvo a bien facilitarme su dirección– y contarle el vodevil que se estaba montando. Le señalo que, en mi caso al menos, no creo que la relación editor autor sea una relación amorosa o matrimonial y que en cualquier caso soy partidario del divorcio sea o no sea por mutuo acuerdo. Pero - le escribo- lo que me parece mal es que si alguien quiere divorciarse, pues desea cambiar de pareja, empiece a pretextar defectos o conductas a fin de encontrar motivos más allá del ya no te quiero– no me gusta como te peinas, no me gustan tus zapatos, no me gustan tus traducciones. Vamos que vine a decirle que además de cornudo, apaleado me parecía demasiado, recordándole además que la primera traductora, alumna suya en Norwich, fue justamente recomendada por él.
Y Sebald, apenas una semana después, cortésmente, carta escrita a mano, preciosa caligrafía, responde. Al fin la relación, aunque epistolar, es directa y he podido hablar con mi pareja de baile. Siente mucho lo sucedido, pero hay que entender que estas cosas pasan, que está muy preocupado, muy agradecido y, en fin, que todo se acaba. De la lectura se desprende una personalidad rigurosa y bien amueblada. Aunque te dejen siempre agradece uno la educación y el que encima no te echen la culpa. Lo que decía: lograr al menos hablar con tu pareja cuando está a punto de dejarte. Vodevil marxista porque no nos engañemos: “en última y primera instancia instancia” el dinero manda. Pero mereció la pena. Seguiremos leyendo a W. G. Sebald.

Publicado en La Vanguardia 2 de Noviembre 2001

El 14 de diciembre de 2001 W. G. Sebald falleció en un accidente automovilístico al chocar contra un camión.
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