Crítico
literario, escritor y actualmente también director del sello
editorial Caballo de Troya, Constantino Bértolo (Lugo, 1946) nos
ofrece en Libro de huelgas, revueltas y revoluciones una
completa selección de textos históricos y literarios en los que la
palabra se muestra como la herramienta perfecta (o casi) para la
difusión de distintos mensajes sociales y reivindicativos.
Publicado
por 451 editores, en Libro de huelgas, revueltas y revoluciones
podemos encontrar desde El paraíso perdido de Milton o Discurso en
las Cortes de Clara Campoamor hasta El vano ayer de Isaac Rosa o La
educación sentimental de Flaubert. Como viene siendo habitual dentro
de la magnífica colección “451.zip”, de la que forma parte este
libro, unas sugerentes y acertadas ilustraciones acompañan cada
capítulo.
ÁMBITO
CULTURAL: En Libro de huelgas, revueltas y revoluciones encontramos
textos históricos y literarios de épocas muy diferentes. ¿Qué
tienen en común? ¿Por qué esta selección?
CONSTANTINO
BÉRTOLO: Se trataba de crear dentro de lo posible un libro con
unidad interna, que pudiese ser leído como una narración, sobre el
esfuerzo de hombres y mujeres para sacudirse el yugo de la
explotación tanto de los cuerpos como de las almas, entendiendo por
estas últimas el lugar donde reside la capacidad de imaginar. Dentro
de los límites que todo proyecto editorial acarrea: textos limitados
en extensión, derechos de reproducción posibles, etc… que no
hicieron posible recoger episodios como las guerras de liberación de
las antiguas colonias españolas en Latinoamérica o la misma
Revolución Cubana, se trazó un eje histórico tratando de aunar la
representatividad, la calidad y la amenidad.
AC:
Los textos históricos incluidos (como el discurso ante las Cortes de
Clara Campoamor o la Carta a un francés de Frantz Fanon) son
esencialmente distintos a los textos literarios (como, por ejemplo,
los relatos de Mark Twain o Stefan Zweig). ¿Podemos leer del mismo
modo producciones provenientes de campos tan distintos?
CB:
Eso se pretendía. La literatura se viene identificando con aquellos
textos que recalcan la vida interior, lo imaginativo o la llamada
sensibilidad estética pero históricamente la oratoria, los
sermones, los manifiestos o la propaganda constituyen formas
tradicionales de la expresión literaria y con esa vocación de
“recolocar” lo literario en un espacio más amplio se eligieron
los textos que cita. Al fin y al cabo la propia Biblia o El libro de
las fundaciones, de Teresa de Ávila no dejan de ser obras de
propaganda.
AC:
El texto sobre el feudalismo es extraordinario, pero no narra una
revuelta cuyo fin sea acabar con el poder establecido, sino una lucha
entre señores iguales, librada por los súbditos. ¿Por qué eligió
para ilustrar la situación social en el Medievo una narración de
estas características, es decir, un texto que finalmente justifica
el poder sin cuestionarlo?
CB:
Lo que comenta es cierto aunque hay que señalar que al final del
texto “el pueblo” no respeta el pacto entre “domines” y
ahorca a los señores del castillo. La historias de las luchas y
revueltas se producen en situaciones concretas y en el texto elegido,
como en Fuenteovejuna, las luchas contra el poder feudal tienen lugar
en medio de la reorganización del proyecto de las monarquías y eso
explica la aparente contradicción. También durante la Revolución
Francesa el proletariado, que apenas estaba emergiendo, lucha al lado
de la burguesía que luego lo explotará y reprimirá.
AC:
Cito a Sofía Casanova: “No es posible escribir literariamente, ni
casi con sintaxis, de lo que ocurre. Se atropellan los hechos, y hay
que hacer cronología y sintetizar la situación”. El texto,
incluido en su libro, es de 1917 y narra acontecimientos
contemporáneos. En su opinión, ¿qué escritores actuales,
españoles o no, están siendo capaces de trasladar al papel visiones
amplias y coherentes del momento que vivimos?
CB:
Ofreciéndonos visiones del momento hay muchos, que narren
acontecimientos hay pocos porque para eso se requiere un pensamiento
literario capaz de “ver” en el espacio y en el tiempo. La
desaparición del espacio (sustituido por el escaparate) y del tiempo
(sustituido por la repetición) como coordenadas del quehacer humano
es propio de la postmodernidad en cuyo flujo o reflujo todavía
habitamos. No doy nombres porque las excepciones, que las hay aunque
pocas, confirman la regla y a veces determinar el nombre de los
árboles no deja ver el bosque ni, suelo añadir, el terreno sobre el
que crecen.
AC:
Pese a las diferencias de proveniencia, intención y tono en los
textos escogidos, parece que es posible reconstruir una visión de la
revolución como una lucha contra el poder en la que los combatientes
están dispuestos a dar la vida por su noción de justicia o por
otros seres humanos. No es un ideal nuevo, pero ¿es un ideal
vigente?
CB:
Vigente en las culturas occidentales no parece, pero si salimos de
nuestro etnocentrismo rampante y nos acercamos, por ejemplo, a los
movimientos de emancipación económica y social que están
emergiendo en países de Latinoamérica como Bolivia, Ecuador o
Venezuela nos llevaríamos sorpresas. No conviene olvidar que hay
cinco ciudadanos cubanos que sufren cárcel en los EEUU precisamente
porque se jugaron la vida para intentar neutralizar los ataques
terroristas contra sus conciudadanos. Que la lucha de clases en
Europa atraviese un momento de reflujo en el que ni siquiera los
empleados son capaces de protestar ante la arbitrariedad de ERES o
despidos masivos, no significa que el ideal haya desaparecido.
AC:
¿Cómo puede la palabra ser útil en la revolución? ¿Es la
utilidad un concepto que deban considerar los escritores?
CB:
La palabra de los escritores, como la de otros muchos, son palabras
públicas y por tanto tienen efectos sobre el conjunto social, son
útiles, para unas u otras cosas. Para la revolución son sin duda
más útiles las acciones que las palabras pero estas también pueden
servir. Imagine que usted, es un ejemplo no se preocupe, envía un
email al responsable de Recursos Humanos de su empresa, con copia
abierta a todos los trabajadores, preguntando cuales son los sueldos
de los directivos. A usted seguramente le despedirán pero casi
seguro que sus palabras servirán para que sus compañeros comprueben
que las democracias que nos venden no se basan en la transparencia ni
en la participación sino en el secretismo de los privilegiados.
AC:
Hablemos de nuestro tiempo. El concepto de “compromiso” tal como
se entendía en la literatura de hace cuarenta años parece haber
sido acallado de manera muy efectiva en el debate dominante. ¿Sigue
vivo? ¿Por qué ha sido sustituido?
CB:
Compromiso es aquello que te compromete, es decir, que pone en riesgo
tu sueldo o tu estatus profesional o tu estatus social, o te
compromete con alguien que puede pedirte cuentas. Hoy de eso queda
muy poco porque el capitalismo nos tiene aterrorizados a todos.
Estamos comprometidos con nuestras hipotecas y con la precariedad
amenazante del entorno. El compromiso ha sido sustituido por la ética
de las ONG: no molestar al poder.
AC:
En palabras de Olivier Rolin, mayo del 68 parece la caricatura de
mayo del 68 vista a través de la autocomplacencia. Es uno de los
textos más duros del libro, pues nos pone frente a ideales nobles y
genuinamente románticos que nuestro sistema ha destruido,
forzándonos a verlos como si fueran ridículos. ¿Por qué ha
elegido ese fragmento?
CB:
Porque creo que resume bien la interesada derrota de toda esa
generación que llamamos sesentayochista que es la que ha nutrido,
hasta ya mismo, buena parte los cuadros dirigentes del capitalismo en
su fase de expansión neoliberal. Una derrota más sentimental que
política porque el 68, que no logró saltar más allá de una
pequeña burguesía descontenta con la horteréz de las clases
medias, no fue capaz de articularse como un combate de clase. Una
izquierda de “queremos lo imposible” será una izquierda muy
poética pero políticamente deja mucho que desear. Y creo que
actualmente muchos movimientos sociales parecen seguir esos pasos con
su permanente miedo a organizarse. El narrador de la novela de Rolin
no para de hablar y de explicarse. Lo apreciable en la novela es que
es precisamente esa verborrea irreprimible la que nos dice lo queel
narrador calla.
AC:
Existe una visión, tal vez ingenua, que dice que las grandes obras
de la literatura sobresalen casi naturalmente al cabo del tiempo,
pero usted apunta en el prólogo a la clase dominante como el factor
que relega activamente a los márgenes del mercado a la literatura de
“lucha, combate y protesta”. Sin embargo, cualquier librería
está llena de ensayos actuales, claros y certeros, sobre la
injusticia asesina de nuestro sistema, y no parece que el activismo
de nuestro tiempo sea débil ni cínico. ¿Es posible, sin más, que
la ficción incendiaria simplemente no interese en estos momentos?
¿Tal vez el ensayo y el documental, géneros de no-ficción, son los
vehículos de concienciación de nuestro tiempo?
CB:
No comparto exactamente su opinión. Cierto que hay ensayos, sobre
todo, que denuncian la injusticia asesina de nuestro tiempo, pero el
deseo de justicia, así sin más, no deja de ser una buena intención
inoperante y consoladora. Hay muchos libros “de izquierdas” que
no paran de preguntarse cómo debe ser la izquierda de nuestro tiempo
pero apenas hay teoría deducida de una praxis concreta. Entre otras
razones porque apenas hay praxis revolucionarias concretas y las que
hay apenas logran hacerse visibles. No quiero decir que el activismo
de nuestro tiempo sea cínico o débil, aunque tampoco lo descarto,
pero sí me atrevería a afirmar que tiene tanto miedo a ser acusado
de antiguo, dogmático, disciplinado o estalinista que el poder debe
de estar encantado observando como se entretiene teorizando sobre
cómo hacer una tortilla sin romper los huevos o cómo romper los
huevos sin mancharse los dedos. Claro que la respuesta a su pregunta
ya se encuentra en el cantar del Cid. “Lengua sin manos, cómo osas
fablar”.
AC:
El único texto que habla del momento actual es una pieza humorística
del colectivo Wu Ming que refleja el fracaso de las utopías
históricas. Varias facciones antisistema hablan y hablan, aludiendo
a la acción revolucionaria no como si fuera una necesidad ni un
estímulo, sino sólo como un cliché verbal estéril. ¿Por qué es
ese texto el más adecuado para cerrar el libro?
CB:
Me gustaba la idea de cerrar el libro con una autocrítica que
entiendo más sarcástica que pesimista. Estuve a punto de encargar
un texto que narrase un suceso revolucionario que tuviese lugar en el
2010 pero luego pensé que el optimismo gratuito no es, ni mucho
menos, lo contrario del pesimismo.
AC:
La precisión de su pensamiento y el compromiso con la función
última de su profesión le han convertido en una voz única dentro
de la crítica de nuestro país. ¿Permite el sistema mercantil, que
controla la prensa y las editoriales, que exista la crítica seria?
CB:
Suponiendo, que es mucho suponer, que su comentario tuviese algo de
cierto, no creo que esa crítica fuera a representar ningún peligro
para el sistema. Lo peligroso sería que la crítica con vocación de
intervenir no respondiese a uno, tres o diez casos aislados sino a
una situación de enfrentamiento cultural con fuertes raíces en un
tejido social tenso. No es el caso.
AC:
Como editor, ¿qué echa de menos en la narrativa actual, qué
tendencias, actitudes o posiciones ante la escritura faltan en
nuestro país?
CB:
Diría que hay una narrativa dramática que cuenta que hay una silla
y dos personajes que se la disputan,y una narrativa lírica que nos
cuenta que hay una silla y un personaje que no sabe si sentarse o no
en ella. Pues en la narrativa actual abunda lo segundo y escasea lo
primero. Los misterios han sustituido a los conflictos, el suspense a
la intriga, las simetrías a la trama ylas digresiones metaliterarias
a la argumentación del argumento.
Constantino
Bértolo
Libro
De Huelgas, Revueltas Y Revoluciones
Autor:
Constantino Bértolo
Editorial:
451 Editores
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