jueves, 7 de mayo de 2015

AFORTUNADAMENTE


Afortunadamente.
                                 Constantino Bértolo.


al final del viaje partiremos de nuevo. Silvio Rodriguez

Se nos dice que el suelo se nos ha movido bajo nuestros pies: afortunadamente.
Porque así no tendremos más remedio que hacer lo que no nunca deberíamos haber dejado de hacer: movernos. Movernos para poder ver, tocar, sentir y analizar el estado de cosas, lo que está pasando, la situación concreta, el pulso real del mundo del trabajo, las condiciones objetivas y las condiciones subjetivas. Movernos para ver y que nos vean, para escuchar y ser escuchados. Para estar aquí y allí, en el tajo y en la ofi, delante del ordenador o en la cola del paro. Que el que se mueve corre el riesgo de tropezar y caerse pues de acuerdo, pero nada peor que quedarse apostar por la quietud, en la casita común por ejemplo, soñando con que la revolución va a venir a visitarnos.

El partido me da la libertad que no tiene el solitario. P. Neruda.

Se nos dice que la militancia está desconcertada y no se aclara: afortunadamente.
Porque así la militancia tiene la oportunidad de volver a ser militancia, es decir, acción y lugar para pensar, reflexionar, discutir, interpretar y actuar ,y no una mera afiliación formalista. La militancia como lugar de encuentro, como preparación para el combate ideológico y político, como tarea, como organización de la impaciencia, como espacio donde construir lo común, intersección desde donde concertar el desconcierto. Decisión contra la inercia, contra la mano invisible, contra la sumisión, contra la fe del carbonero y contra la admiración si hace falta. Militancia no como refugio, cobijo ideológico o reunión de amigos sino como riesgo, intemperie, aprendizaje, dialéctica, com-pasión de camaradas. Responsabilidad compartida.

Alguien tendrá la culpa. Cristina Rosenvinge.

Se nos dice que el partido corre el riesgo de equivocarse: afortunadamente.
Porque el que tiene boca se equivoca y solo aquel que puede equivocarse podrá tener ocasión para producir acierto. Que demasiado tiempo llevábamos sin poder equivocarnos, demasiado tiempo siendo una iglesia atenta tan solo a la colecta electoral y a los cónclaves para la elección de obispos, sacristanes y concejales de urbanismo y campanarios.

Polvo somos, lo sabemos, y en pólvora nos convertiremos. Nacho Vegas.

Se nos dice que los movimientos sociales nos han sobrepasado: afortunadamente.
Porque habrá que darse prisa (y a veces la prisa consiste en dar una paso atrás y luego dos adelante) para poder alcanzarlos y volver a saber movernos dentro de ellos con crédito y lealtad para canalizar fuerzas, rabias, miedos y deseos. Habrá, eso sí, que salir de nuestro ombligo para abrirse y abrirse al exterior. Que acaso llevábamos demasiado tiempo viviendo en el interior de un movimiento social inmóvil. Acaso digo. Y porque no es peligrosos asomarse al exterior.

Walk on the Wild Side. Lou Reed.

Se nos dice que hay riesgo de fractura: afortunadamente.
Porque no somos materia inerte sino seres vivos y los seres vivos se desgarran y hay golpes en la vida yo no sé y la realidad no es de algodón ni de agua transparente y todo lo vivo porque vive puede romperse. Solo lo muerto se pudre y no se rompe. Somos lucha, resistencia, conflicto, enfrentamiento. Pero no todo enfrentamiento significa ruptura ni todo enfrentamiento es desgracia. Porque sin enfrentamiento no hay dialéctica, construcción, síntesis, crecimiento y un partido comunista sin enfrentamiento y discusión en su interior es un partido muerto, inútil, obsoleto. Porque la historia, como la vida, tiene su parte de elección y elegir agota, cansa y nos rompe a veces, pero sin elegir no hay proyecto ni individual ni colectivo. Donde hay vida hay tensión y donde hay tensión hay riesgo de ruptura. Evitemos el romper que nos haga débiles, pero no habitemos resignados en ese término medio donde toda fuerza desfallece.

Yo podría olvidar/pero no quiero. Juan&Junior.

Se nos dice que somos memoria, pasado: afortunadamente.
Porque la memoria, como la poesía en boca de Celaya, es un arma cargada de futuro. Y sí: somos Lenin, José Díaz, Dolores Ibarruri, Rosa Luxemburgo, Dimitrov, Mao Tse-tung, José Carlos Mariátegui, Bertold Brecht, Julian Grimau, Domingo Malagón, Fidel Castro, Julio Anguita, Armando López Salinas y Santiago Carrillo y hasta Jorge Semprún. Y somos la Comuna de París, y la Revolución Soviética y el Quinto Regimiento y las Brigadas Internacionales y el No pasarán y la batalla de Stalingrado y vuela vuela Gagarin por el espacio sideral. Y somos también el recuento de nuestros errores y desastres que aprendemos a mirar de frente pero sin golpes de pecho ni pedir razón y disculpas a nadie salvo a nosotros mismos. Pero porque somos memoria somos horizonte, porque somos memoria no olvidamos nuestras metas, porque somos memoria permanecemos atentos a los avatares del mar y de los vientos.

Los tiempos están cambiando.

Porque siempre están cambiando y nadie sabe si lo harán hacia bien o hacia mal. Nosotros, los comunistas y las comunistas no somos profetas aunque sepamos unas cuantas cosas. Sabemos por ejemplo que la propiedad privada de los medios de producción nos produce como esclavos y castra nuestra imaginación. Y que ninguna clase dominante va a aceptar pacíficamente ser desposeída de sus bienes. Pero aunque no sabemos lo que viene, como tantos y tantas hoy tenemos el convencimiento de que “esto no puede seguir así”. Y ese saber aun no sabiendo es el reto que hoy se nos presenta a los comunistas y las comunistas: movernos, arriesgarnos, atrevernos.

1 comentario:

  1. Tal vez el problema se reduce a eso: a una clase dominante que no debería existir. Sí ha de existir algún tipo de Gobierno, pero no tiene porque ser dominante: el poder debe tenerlo el Pueblo. ¿Utopía?

    ResponderEliminar