Afortunadamente.
Constantino
Bértolo.
al
final del viaje partiremos de nuevo. Silvio
Rodriguez
Se nos dice que el suelo se nos ha
movido bajo nuestros pies: afortunadamente.
Porque así no tendremos más remedio
que hacer lo que no nunca deberíamos haber dejado de hacer:
movernos. Movernos para poder ver, tocar, sentir y analizar el estado
de cosas, lo que está pasando, la situación concreta, el pulso
real del mundo del trabajo, las condiciones objetivas y las
condiciones subjetivas. Movernos para ver y que nos vean, para
escuchar y ser escuchados. Para estar aquí y allí, en el tajo y en
la ofi, delante del ordenador o en la cola del paro. Que el que se
mueve corre el riesgo de tropezar y caerse pues de acuerdo, pero nada
peor que quedarse apostar por la quietud, en la casita común por
ejemplo, soñando con que la revolución va a venir a visitarnos.
El partido me da la libertad que no
tiene el solitario. P. Neruda.
Se nos dice que la militancia está
desconcertada y no se aclara: afortunadamente.
Porque así la militancia tiene la
oportunidad de volver a ser militancia, es decir, acción y lugar
para pensar, reflexionar, discutir, interpretar y actuar ,y no una
mera afiliación formalista. La militancia como lugar de encuentro,
como preparación para el combate ideológico y político, como
tarea, como organización de la impaciencia, como espacio donde
construir lo común, intersección desde donde concertar el
desconcierto. Decisión contra la inercia, contra la mano invisible,
contra la sumisión, contra la fe del carbonero y contra la
admiración si hace falta. Militancia no como refugio, cobijo
ideológico o reunión de amigos sino como riesgo, intemperie,
aprendizaje, dialéctica, com-pasión de camaradas. Responsabilidad
compartida.
Alguien tendrá la culpa.
Cristina Rosenvinge.
Se nos dice que el partido corre el
riesgo de equivocarse: afortunadamente.
Porque el que tiene boca se equivoca y
solo aquel que puede equivocarse podrá tener ocasión para
producir acierto. Que demasiado tiempo llevábamos sin poder
equivocarnos, demasiado tiempo siendo una iglesia atenta tan solo a
la colecta electoral y a los cónclaves para la elección de obispos,
sacristanes y concejales de urbanismo y campanarios.
Polvo somos, lo sabemos, y en
pólvora nos convertiremos.
Nacho Vegas.
Se nos dice que los movimientos
sociales nos han sobrepasado: afortunadamente.
Porque habrá que darse prisa (y a
veces la prisa consiste en dar una paso atrás y luego dos adelante)
para poder alcanzarlos y volver a saber movernos dentro de ellos con
crédito y lealtad para canalizar fuerzas, rabias, miedos y deseos.
Habrá, eso sí, que salir de nuestro ombligo para abrirse y abrirse
al exterior. Que acaso llevábamos demasiado tiempo viviendo en el
interior de un movimiento social inmóvil. Acaso digo. Y porque no
es peligrosos asomarse al exterior.
Walk on the Wild Side. Lou
Reed.
Se nos dice que hay riesgo de fractura:
afortunadamente.
Porque no somos materia inerte sino
seres vivos y los seres vivos se desgarran y hay golpes en la vida yo
no sé y la realidad no es de algodón ni de agua transparente y todo
lo vivo porque vive puede romperse. Solo lo muerto se pudre y no se
rompe. Somos lucha, resistencia, conflicto, enfrentamiento. Pero no
todo enfrentamiento significa ruptura ni todo enfrentamiento es
desgracia. Porque sin enfrentamiento no hay dialéctica,
construcción, síntesis, crecimiento y un partido comunista sin
enfrentamiento y discusión en su interior es un partido muerto,
inútil, obsoleto. Porque la historia, como la vida, tiene su parte
de elección y elegir agota, cansa y nos rompe a veces, pero sin
elegir no hay proyecto ni individual ni colectivo. Donde hay vida
hay tensión y donde hay tensión hay riesgo de ruptura. Evitemos el
romper que nos haga débiles, pero no habitemos resignados en ese
término medio donde toda fuerza desfallece.
Yo podría olvidar/pero no quiero.
Juan&Junior.
Se nos dice que somos memoria, pasado:
afortunadamente.
Porque la memoria, como la poesía en
boca de Celaya, es un arma cargada de futuro. Y sí: somos Lenin,
José Díaz, Dolores Ibarruri, Rosa Luxemburgo, Dimitrov, Mao
Tse-tung, José Carlos Mariátegui, Bertold Brecht, Julian Grimau,
Domingo Malagón, Fidel Castro, Julio Anguita, Armando López
Salinas y Santiago Carrillo y hasta Jorge Semprún. Y somos la Comuna
de París, y la Revolución Soviética y el Quinto Regimiento y las
Brigadas Internacionales y el No pasarán y la batalla de Stalingrado
y vuela vuela Gagarin por el espacio sideral. Y somos también el
recuento de nuestros errores y desastres que aprendemos a mirar de
frente pero sin golpes de pecho ni pedir razón y disculpas a nadie
salvo a nosotros mismos. Pero porque somos memoria somos horizonte,
porque somos memoria no olvidamos nuestras metas, porque somos
memoria permanecemos atentos a los avatares del mar y de los vientos.
Los tiempos están cambiando.
Porque siempre están cambiando y nadie
sabe si lo harán hacia bien o hacia mal. Nosotros, los comunistas y
las comunistas no somos profetas aunque sepamos unas cuantas cosas.
Sabemos por ejemplo que la propiedad privada de los medios de
producción nos produce como esclavos y castra nuestra imaginación.
Y que ninguna clase dominante va a aceptar pacíficamente ser
desposeída de sus bienes. Pero aunque no sabemos lo que viene, como
tantos y tantas hoy tenemos el convencimiento de que “esto no puede
seguir así”. Y ese saber aun no sabiendo es el reto que hoy se
nos presenta a los comunistas y las comunistas: movernos,
arriesgarnos, atrevernos.
Tal vez el problema se reduce a eso: a una clase dominante que no debería existir. Sí ha de existir algún tipo de Gobierno, pero no tiene porque ser dominante: el poder debe tenerlo el Pueblo. ¿Utopía?
ResponderEliminar