sábado, 9 de mayo de 2015

LA NARRATIVA TIENE LA PALABRA.





La narrativa tiene la palabra.

                                   La responsabilidad reside en responder. Martín López Navia


La narración es una de las formas de construcción de la identidad. Lo que llamamos el yo es una narración, lo que llamamos nación es una narración, el deseo es una narración y el miedo también. El pasado es una narración que una y otra vez se reescribe y el futuro es una propuesta narrativa todavía no publicada. Y la narrativa, en cuanto a género literario, como un conjunto de narraciones que se inserta en esa narración global que llamamos Historia y nos inscribe en un tiempo determinado y en un espacio concreto.
En cada momento, la sociedad se está narrando a sí misma. En cada momento histórico, la sociedad parece privilegiar a determinados narradores en detrimento de otros, ayer fueron los rapsodas o los sacerdotes o los dramaturgos o los psicoanalístas o los filósofos, hoy parecen serlo los guionistas de teleseries, los economistas, los expertos en marketing, los tertulianos o los jefes y jefas de Recursos Humanos. Los novelistas, los grandes narradores, fueron los dueños del siglo XIX, de gran parte del Siglo XX y todavía hoy algunos novelas y bestsellers siguen empeñándose en tratar de contarnos nuestra propia historia.Los poetas sin embargo, salvo dos o tres excepciones, parecen resignados a hablar en voz baja
Cada narración presenta un punto de vista desde el que ser narrada: el social, el económico, el estético, el religioso, el deportivo, el de la cuenta de resultados o el de la prensa del corazón, y en cada momento, esa narración ofrece sus héroes o protagonistas, sus  apropiados materiales narrativos y hasta los soportes narrativos a través de los cuales la narración se hace pública. El resultado es una narración dinámica pero reconocible, autosatisfecha y gratificante Dentro de ella compiten los posibles narradores, los posibles puntos de vista y los posibles héroes narrativos: Messi contra Pablo Iglesias, Obama contra las pateras del Mediterráneo, Letizia contra Las cincuenta sombras de Grey
Hay soportes narrativos que ocuparon en su momento lugar de relieve y preferencia: el púlpito, el teatro, la escuela, y que hoy ceden su preeminencia a la televisión, a las redes sociales, a Internet. La narración literaria, que es un elemento más dentro de ese sistema narrativo global, puede ser definida como la secuencia semántica que da cuenta y cuenta un conflicto en un tiempo. Un conflicto que da paso a un argumento que se argumenta a través de la trama y entramado de personajes y acciones que lo muestra, plantea y desarrolla. Se trata de hacer vivir y comprender, desde dentro, una experiencia. La novela como espacio de convivencia. Leer como tentativa de comprensión.
Compresión en el doble sentido del término: como acto cognitivo y como acto moral al modo en que alguien nos solicita -"sólo pido comprensión" - empatía más allá del juicio. Esa comprensión que hubiera hecho conveniente el que en los diferentes parlamentos de esta nación de naciones donde habitamos estuviera sentado, al menos como asesor, algún narratólogo profesional, pues, al fin y al cabo, debajo de los conflictos nacionalistas subyace siempre un conflicto entre narraciones que se viven como diferentes, como contrarias o como complementarias.
Pues el modo de conocimiento propio que caracteriza a la narrativa reside, para bien o para mal, en su capacidad para transferir experiencia y, por tanto, para actuar sobre las biografías, ya sean éstas personales o colectivas, y así, del mismo modo que decimos que la lectura alteró la vida de Don Quijote, también hemos de tener en cuenta que el poeta lord Byron señaló que la lectura de Don Quijote modificó la biografía de los españoles. Sobre esa capacidad descansa el prestigio cultural de la narrativa y sobre esa misma capacidad de intervención se levanta su responsabilidad.
En una situación histórica como la actual, en la que la narración global de la sociedad se ve dominada por un único valor dominante: la rentabilidad a corto plazo y su correlato ideológico: "sólo es real lo que es rentable a corto plazo”, a la narrativa se le presentan básicamente dos opciones: seguir los senderos que marca aquel pensamiento único -instalándose en una narrativa de suspense, misterio, narcisismos y espectáculo, con unas gotas de metaliteratura- o enfrentarse a la narración única que nos invade con propuestas que pongan al descubierto los fallos de esa narración hoy dominante -paro, angustia, mediocridad, usura, arbitrariedad, codicia, soledad- y nos ofrezcan, con inteligencia y verosimilitud, horizontes narrativos que no descansen en la convención ideológica que la mera rentabilidad representa y encarna. Una narrativa que responda a las preguntas que los tiempos actuales argumentan y reclaman con urgencia.


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