5.-.¿Qué
argumenta el argumento?
La
lectura de este esquema argumental confirma que la novela de
Arderíus, tal y como reflejan numerosos estudios sobre la novela
española anterior a la guerra civil y como bien analiza el trabajo
ya citado de José Calvo, se encuadra dentro de la estirpe de
novelas cuya materia narrativa tiene como eje los movimientos – la
cuestión agraria- de rebeldía, rebelión y revolución que tienen
lugar en la España rural de finales del siglo XIX y principios del
XX: “Esta literatura tampoco
olvidó la realidad agraria y enfocando la mísera vida del jornalero
impugnó en clave de romanticismo socializante o en fórmula marxista
la degradante explotación del bracero en el sistema liberal
pequeño-burgués de propiedad, como también la insuficiencia de las
medidas reformadoras emprendidas por primeros los gobiernos
republicanos. Así, en la novela de “revolución social” Los
Campesinos (1931) , de Ardreríus, donde la verdadera “revolución
social” se postula como gobierno comunista de obreros y campesinos,
o en dos de Arconada, la titulada Los pobres contra los ricos (1933)
, por explícita denuncia reivindicativa de las aspiraciones del
campesinado en espera del día en que “amanecerá sobre la cabeza
victoriosa de los pobres una triunfante y clara luz de justicia” ,
y Reparto de tierras (1934) , concretando la acción directa de
ocupación de una dehesa extremeña en Robledillo de Tietar y
asumiendo la subsiguiente violenta represión por las fuerzas del
orden burgués”1
Pero
si en la mayoría de estas novelas lo que se plantea es “la
injusticia” generada por la desequilibrada composición
latifundista de la propiedad agraria y, en consecuencia, los
conflictos narrados recogen aquellos hechos encaminados a resolver
esta injusticia mediante los justos “reajustes” necesarios – la
reforma agraria como horizonte- en Campesinos lo que se
plantea es el más allá – el más acá diríamos desde una óptica
materialista-, de la injusticia que se desprende de tal composición
de la propiedad de la tierra al plantearse no la reforma de esa
distribución injusta de la propiedad sino su desaparición. Cierto
que “el expolio de la dignidad, el abuso de autoridad y la radical
desigualdad” sobre el que se hallaba construido y estructurado el
modelo social agrario, van constituir materia narrativa en
Campesinos pero sin que lleguen a sustituir o desalojar al
verdadero motor de la acción narrativa que la novela “produce”
como valor de uso y como ideología: la lucha de clases. La novela,
por boca de Venancio y los que reciben su “propaganda”, no
argumenta sobre la justicia o injusticia ni sobre la indignidad de la
situación de los campesinos sino sobre el absurdo mantenimiento de
su raíz: la propiedad privada. La indignidad aparece y se representa
por cuanto que sus manifestaciones: la falta de trabajo, el hambre,
la corrupción de los administradores, la impotencia frente a la
brutalidad del poder, la carencia de lo fundamental, la indiferencia
moral y la crueldad económica de los amos, forman parte del “paisaje
humano” narrado, pero no es una novela dirigida a denunciar la
indignidad o la injusticia sino aquella causa última de la
existencia de ambas. De ahí que la novela se incruste en la
tradición narrativa que Calvo señala pero al mismo tiempo se separa
de ella, pues su foco no se centra en la injusticia sino en la
Revolución como posibilidad. Es precisamente esa “posibilidad”
la que se constituye como eje de la novela puesto que su
“argumento”, es decir, aquella materia o tema sobre la que la
narración argumenta, reside en desentrañar si los campesinos
pueden o no pueden librarse de las condiciones de miserabilidad en
las que transcurren sus vidas., o dicho de otro modo, lo que
Campesinos argumenta y expone con el lenguaje narrativo que
le es propio es la posibilidad o no de cambio social, pudiendo
distinguirse en su composición aquellos elementos narrativos que
inclinan “argumentalmente” la resolución hacia una u otra
salida.. La novela por tanto se limita – y esa limitación es otro
de los rasgos de su diferencia específica con el grueso de la novela
social- a plantear un problema: ¿pueden los campesinos acabar por
ellos mismos con su miseria? presentando las circunstancias concretas
en que ese problema tiene lugar. En el hecho narrativo de que la
novela se limite a ofrecer ese planteamiento sin entrar a proponer
respuesta alguna, reside la singularidad que la transforma en una
inusual novela política” por cuanto que recrea de modo narrativo
un dilema que pertenece propiamente al ámbito de la estrategia
política revolucionaria y en consecuencia, y este es otro rasgo
radicalmente singular de la novela, la respuesta que no ofrece pero
transporta está obligada a ser una respuesta política - sí es
posible, no es posible- y no una mera y absurda respuesta estética o
literaria – me gusta o no me gusta, es buena o mala literatura2-
,que debe efectuar el lector que – a través de su acto de lectura-
al finalizar la historia se encuentra desalojado de aquel territorio
literario en el que usualmente la lectura de novelas lo ubica para
encontrarse, quiera a o no, en el espacio político al que la
pregunta lo aboca. Estaríamos por tanto ante una novela política en
sentido estricto: aquella que obliga a una lectura política, y no
sólo ante una novela ideológica: aquella cuya meta prioritaria es
ofrecer una representación del quehacer social e individual
coincidente con los valores de una determinada ideología. De hecho
Campesinos al no estar construida para recabar ni asentimiento
ni convencimiento ideológico alguno, trasciende, sin negarla, la
novela ideológica que contiene, que usufructa literariamente y
utiliza como medio de intervención en lo político.
6.-
Una novela leninista
Ahora
bien, el dilema estratégico que la novela pone delante del lector:
¿pueden los campesinos acabar por ellos mismos con su miseria? es
planteado no de una forma abstracta o ahistórica3
sino de una manera narrativa concreta al introducir datos
circunstancias y contexto suficientes para que la pregunta tenga
sentido y la respuesta sea posible y argumentable. Lo que se pone a
juicio en la novela no es la posibilidad histórica de la
revoluciones agrarias sino la posibilidad de que en una coyuntura
como la que en la novela se representa y que es fácilmente
trasladable a la coyuntura histórica que se está produciendo en el
“afuera” de la novela, una insurrección popular campesina pueda
no estar condenada al fracaso. Es su cualidad de representación de
un escenario político “que se está produciendo al mismo tiempo en
ese “afuera” de la narración literaria”, lo que hace que la
novela rompa – sin diluirlas- las fronteras que separan las
lindes entre realidad y ficción. A ese respecto es fundamental
atender al hecho de que Arderíus no elija construir un escenario
“real” – elección por la que sin embargo va a optar al
escribir en colaboración con Díaz Fernandez Vida
de Fermín Galán y por la
que pocos años después Ramón J. Sender también optará cuando
novelice la tragedia de Casas Viejas- sino que, aun utilizando
coordenadas temporales e históricas reconocibles4,
sitúe la acción en una geografía ficcionalizada. No hay por tanto
ánimo documentalista alguno aunque en la propia novela aparezca ecos
de otros levantamientos de campesinos que , se nos dice con cierta
insistencia, terminaron siendo “barridos”, expresión con la
que justamente finaliza la novela.
Precisamente
por haber rehuido la utilización del “efecto de lo real” la
novela puede ofrecerse como una representación a un tiempo
arquetípica y concreta, dos cualidades que no siempre cabalgan
juntas, de una insurrección que responde casi paso por paso al
modelo propio de las estrategias y tácticas del comunismo leninista:
propaganda, organización, agitación, relación con el movimiento
obrero, insurrección armada. Y en ese sentido podría hablarse de
Campesinos como una novela que se levanta sobre una “poética”
leninista. Una novela leninista, es decir: una novela concreta para
una situación concreta.
Para
tratar de abarcar lo que supuso la aparición en 1931 de esta novela
de Arderíus es inevitable perfilar al menos los rasgos generales del
contexto en el que su producción y circulación tuvo lugar5,
atendiendo, en el entorno temporal de la proclamación de la II
República, a tres espacios concretos: la situación social en el
sector agrario; la acción política de los partidos de izquierdas
y el estado de la cuestión literaria. A modo casi telegráfico
siluetaremos las líneas de nivel de cada una de estos territorios.
La
famosa cuestión agraria está atravesando uno de sus momentos
históricos más conflictivos en función del altamente concentrado
régimen de tenencia y propiedad de las tierras y de la alta
demografía que viene produciéndose desde la segunda mitad del
siglo XVIII, dando lugar a una masa de jornaleros sin tierra en una
situación de miseria y precariedad, con salarios bajos y alto paro
estructural y estacional sobre todo en las zonas tradicionales del
latifundio: Andalucía, Extremadura, las dos Castillas6.
Los
partidos de izquierda se van a mover entre el apoyo a las formaciones
republicanas de centro y el rechazo de una República que entienden
como instrumento al servicio de los intereses de clase de los grandes
propietarios de la tierra. Ejemplo de esas tensiones sería la propia
trayectoria de Arderíus que si en 1929 milita en el PRRS (Partido
Radical Revolucionario Socialista) que encabeza Marcelino Domingo
(futuro ministro de Agricultura en el primer gobierno republicano)
desde 1931 y mientras redacta Campesinos, se ha afiliado a un
Partido Comunista que, siguiendo una estrategia de Frente Único,
buscaba alianzas con parte del socialismo y el anarquismo para
enfrentarse a la Republica.
El
campo literario estaría caracterizado por la emergencia de lo que
se vendrá a llamar Generación de la República y en la que Díaz
Fernandez en El nuevo
Romanticismo (Zeus. 1930) ,
imprescindible libro para conocer la época, resalta el
enfrentamiento entre dos tendencias narrativas que aún compartiendo
influencias de las vanguardias caminan hacia objetivos dispares: una
“literatura de avanzada”, “la
que nace de revolución rusa y trata de organizar la vida, volviendo
a lo humano… vinculando la literatura y toda la obra intelectual a
los problemas que inquietan a las multitudes”, y donde el artista y
el intelectual no pueden permanecer indiferentes a los conflictos de
la lucha individual o colectiva…, ni a las reacciones de la vida
social”, frente a la
literatura interesada preferentemente por aspectos estéticos,
“deshumanizada”, de raíz esteticista. Representantes de este
último grupo serían entre otros Francisco Ayala, Benjamín Jarnés
o Ramón Gómez de la Serna, mientras que el propio Arderíus,
Ramón J. Sender, Cesar Arconada, José Díaz Fernandez, José
Antonio Balbotín o Luisa Carnés serían quienes encarnaría esa
literatura cuyas características quedan bien reflejadas en las
palabras con que Arderíus responde a dos entrevistas: “Nada
de literatura pequeño-burguesa. Es ya momento de que los escritores
que sientan la conciencia de clase empiecen a escribir en forma y
defensa proletaria.7
“A
mi juicio, en España no ha comenzado a publicarse la auténtica
novela social. Pero esto, para mí tiene una explicación rotunda: la
de que en España no se ha hecho aún la revolución social, ni
siquiera la política. La verdadera novela social es la novela que
surge de una revolución. No la que se hace en la gestación de una
revolución [...] De este tipo de novelas, con las diferencias de
sensibilidad y jerarquía intelectual que media entre los artistas,
se hacen hoy en España algunas. Muy pocas. Con los cinco dedos de la
mano sobran dedos para enumerar a los escritores que las hacen [...]
Creo que esto es lo más que puede hacer hoy en España el hombre que
siente la angustia social que nos envuelve y que trabaja con la pluma
[...] ¡A ver cuándo podemos hacerla!8
1
Ob cit.
2
Respuestas que en realidad no harán sino transportar un juicio de
corte existencial relacionado con el movimiento de comprensión que
la novela haya desencadenado: comprendo o no porque la novela “me
comprende” o “me expulsa”
3
Entendiendo el término tanto en su relación con la Historia como
por su relación con la “historia” que la novela cuenta.
4
Las continuas referencias al período constituyente de la República
o a la persistencia de la crisis económica del 29, encuadran
temporalmente la acción si bien tampoco se efectúa de manera
rígida lo que permite que se describa un carnaval celebrado en
clave republicana en un mes de febrero que todavía históricamente
se vivió bajo la monarquía.
5
Requisito también necesario hoy si quisiéramos ponderar las
posibles significaciones de su actual recepción.
6
A pesar de los Decretos agrarios de Largo Caballero que
entre otras medidas obligaban a contratar para el trabajo de las
tierras a jornaleros del propio municipio, el campo comenzó a
agitarse desde el verano de 1931
7
Nosotros, agosto de 1931
8
La Libertad. Los novelistas y la vida nueva. Julio
1931.
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