Adulterio
proletario.
Una
nube de ira. Giovanni Arpino. Edit Seix Barral 1963.
En
1963, el año en que se publica esta novela todavía Semprúm y
Claudín no habían planteado sus planteamientos revisionistas en el
seno del PCE. Todavía la izquierda española realmente existente
entendía que el derrotado proletariado debía encabezar y dirigir la
lucha contra el régimen surgido de la guerra civil sin necesidad de
pactar con aquellas fracciones de la burguesía que el desarrollo
económico estaba haciendo entrar en contradicción formal con la
oligarquía franquista. En Italia el PCI se estaba confirmando como
una fuerza política en crecimiento y confiada en que por vía
electoral podría alcanzar la toma del Estado. Fue también el año
en que la vía democrática al poder mostraba de modo cruento en el
Chile de Allende su profunda fragilidad.
Literariamente la novela social o proletaria todavía no había sido
condenada al baúl de la antiguallas estéticas. Por el mismo tiempo
que el escritor Jesús López Pacheco, el autor de Central
eléctrica y El homóvil, traducía esta obra, la
editorial que pilotaba el ínclito Carlos Barral añadía a su
catálogo obras como Testa de copo de Alfonso Grosso, Pabellón
de oro, de Mishima, Hay quien prefiere las ortigas de
Junichiro Tanizaki, Fuego en la noche oscura de Fernando
Namora o Gato escaldado del hoy redescubierto Stig Dagerman.
Aún
en ese contexto la novela de Arpino no dejó se llamar la atención
por la materia que abordaba: un adulterio en el ámbito del
proletariado. Como bien se sabe el adulterio parecía el tema propio
de la novela burguesa. El matrimonio como lugar de la reproducción
biológica y económica había sido convertida por la gran novela
decimonónica en toda una institución narrativa. Alrededor de Madame
Bovary o Ana Karenina giraba toda una constelación novelesca que
parecía patrimonio intocable de la imaginación burguesa. Trasladar
ese gran tema a un espacio proletario constituyó toda una sorpresa:
la expropiación de una propiedad privada, de uno de los polos más
emblemáticos del imaginario burgués.
Mateo
trabaja como curtidor en una pequeña fábrica que ya ha rebasado la
cuarentena; vivió la resistencia como partisano contra el fascismo y
lleva años casado con Sperata, trabajadora en una fábrica textil y
unos años más joven. En el seno del Partido (en aquellos tiempos el
Partido era el Partido) han conocido a Angelo y joven mecánico,
radical e impaciente en su militancia cuya radicalidad le ha llevado
a sufrir el ostracismo laboral en su taller y a discrepar de la lenta
vía electoral que el Partido mantiene en su estrategia
revolucionaria. La convivencia entre ellos ha dado lugar a una
relación abierta en la que Sperata no acaba de encontrarse cómoda
moralmente, Mateo el marido parece aceptar en silencio mientras que
Angelo se muestra como el ideólogo de una relación que desde la
condición de revolucionarios parecen estar obligados a compartir:
“Viviremos tres juntos, claramente. Ante nuestro propio juicio.
Sin caer en remordimientos ¿ No vas a creer en los pecados? ¡Pues
entonces! Ya verás: también él se hará cargo, no armara ninguna
escena. Somos gentes libres.” Se establece así el espacio
narrativo en el que la novela plantea más que una cuestión moral un
problema político ¿pueden los revolucionarios vivir de modo
coherente con sus ideas prima de la revollucione? “Y no
toda la culpa es nuestra. Seremos estupendos, habremos cambiado,
pero, de cada cien, noventa seguimos siendo gente con sueños
burgueses. Los sueños son todavía todos burgueses…”
Una
posible respuesta a estos dilemas – “intentar ser mejores, por sí
solo, es imposible”- se argumenta en la novela de Arpino con la
construcción narrativa de una trama en apariencia sencilla pero a la
que la ruptura del orden secuencia cronológico data de especial
densidad. En el camino afloran viejas (y acaso presentes) cuestiones:
la desmovilización revolucionaria que conlleva la vía electoral
democrática: “la verdad es que nos han soplado como si fuéramos
velas y casi todos se han apagado” o el peligro de que la razón
política de las vanguardias se tiña de soberbia elitista. Pero
quizá lo más llamativo y sorprendente de esta novela es la sutileza
con que asoma al tema de la emancipación de la mujer. No casualmente
es a ella, Sperata, a la que el autor le concede el papel de
narradora en esta historia
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