martes, 5 de enero de 2016

Atraer, explicar y convencer.

FUERA DE FOCO.


Como logro de este tiempo de urnas nos quedará el afloramiento de temas y cuestiones que la izquierda en general, y nuestro partido en concreto, parecían haber olvidado. El tema, por ejemplo, de cuáles son y quiénes conforman las clases sociales sobre las que debe apoyarse el trabajo político de un partido revolucionario. La cuestión viene de lejos pero su actual retorno trae ecos de las multitudes de Negri, de su capitalismo cognitivo y del inevitable comentario –casi una muleta ideológica- de tantos teóricos a la page sobre el paso de las sociedades tayloristas con fábricas y obreros de mono azul a las sociedades postfordianas en las que, al parecer, la clase obrera o ha desaparecido o se habría transformado en una especie de nueva clase líquida conformada por antiguos desclasados hasta ayer mismo felices y hoy paseando inquietos por el borde de los abismos que la crisis económica abrió en sus expectativas e hipotecas.

El precariado. Guy Standing. Edit Capitán Swing

A primera vista y reflexión parecen evidentes los cambios en la configuración de los actores sociales presentes en nuestra sociedad. Al fin y al cabo, y al menos en buena parte de las economías más desarrolladas, se ha pasado de un paisaje industrial a una economía de servicios que ha fragmentado y multiplicado los lugares de trabajo, dispersando a trabajadoras y trabajadores al tiempo que deslocalizaba hacia las periferias las producciones que requieren más mano de obra intensiva y externalizaba momentos y espacios de producción extendiendo, vía autónomos y precariedad, la explotación del uno por uno mismo. Y esto hasta un punto que habría dado lugar a la necesidad de reconsiderar el peso y significado de esos cambios en la composición, naturaleza y protagonismo tanto de las clases sociales como del sujeto histórico revolucionario cuya consistencia e incluso existencia entra en duda. Esto aparece hoy como evidente y sobre esto acentúan sus análisis los teóricos y opiniólogos de la izquierda más “actualista” y publicitada. Pero aunque lo evidente lo es de suyo, quizá cabría preguntarse, por aquello de la dialéctica y el juego de contrarios, hasta qué punto lo evidente, lo que se da por supuesto, puede estar desalojando o debilitando la percepción de zonas de la realidad que la evidencia como categoría del conocer no alcanza.

Conflictividad y crisis. España 2008-2012. José Daniel Lacalle. Edit El Viejo Topo

Parece arriesgado interpretar que las clases sociales muden su naturaleza política, es decir, su papel en la lucha de clases, en función de los determinantes tecnológicos que el sistema productivo introduce. Difícil negar que las tecnologías intervienen en los cambios del paisaje sociológico que se levanta sobre esa geología que la lucha de clases conforma, pero no por ello cabe afirmar que las clase sociales –burguesía, proletariado- muten de forma radical pues eso sería confundir estructuras y objetos con actores sociales y suponer que esos cambios determinarían la disolución del sujeto revolucionario puesto que el sujeto revolucionario es una categoría que remite al combate y no a la sociología. Esa sociología, en la que “el ilusionismo electoral“ hizo caer a nuestro partido en las últimas décadas, se nos impuso como una evidencia que, sumada a cierta incapacidad para integrar lo que estaba sucediendo en la escala global-imperialista con la local (europea o nacional), trajo consigo reducir la lucha de clases a mera batalla electoral.

En tierra extraña. Manuel Fernández-Cuesta. Edit Atrapasueños

Ocurre además que como marxistas nunca deberíamos caer en el error de pensar que “los emprendedores son el corazón de nuestra economía” (Pablo Iglesias dixit), pues sabemos que el corazón, el hueso y la sangre de lo económico anida en el conflicto entre el Capital y el Trabajo y, en consecuencia, al igual que el sujeto contrarrevolucionario se construye a partir del concepto-madre que llamamos tasa de ganancia, el sujeto revolucionario también se construye alrededor de otro concepto clave: la plusvalía. De ese sujeto revolucionario, al que hoy estamos aprendiendo a sumar la fuerzas del feminismo y el ecologismo, nos sentimos herederos. Y ese sujeto, a pesar de las apariencias sociológicas, sigue hoy más presente que nunca pues nunca la extracción de plusvalía ha sido tan global y numerosa.

La producción de mercancías a través de mercancías. Piero Sraffa. Oikos Edcs.

Porque no es que el sujeto trabajo se haya diluido. Lo que sí ha sucedido es que el proceso de valorización de las mercancías se ha fragmentado y se ha vuelto más complejo, más complicado. Para que la mercancía produzca valor monetario, es decir para que exprese el plusvalor acumulado a lo largo de ese proceso, intervienen hoy nuevas instancias y tiempos de producción: antes, por ejemplo, un libro se producía en la editorial y se vendía al librero con un precio que incluía la plusvalía que la empresa editorial extraía a asalariados y la que la propiedad de la librería extraía de los suyos. Hoy actúan otros “momentos mercantiles” más “cognocitivos” como diría Negri: la publicidad, la crítica, la blogosfera, etc... Cadenas de plusvalías sucesivas que crean una geografía económica difícil de captar. Que hoy haya menos fábricas o talleres (¿a nivel global es así?) no significa que haya menos asalariados (menos seres humanos de los que se extrae plusvalía) sino todo lo contrario.

A pié de escaño. Alberto Garzón. Edit Península

No parece cuestionable que, al menos en los países más desarrollados, la fragmentación y dispersión de los espacios donde se produce la extracción de plusvalías hace que la agitación en el espacio del trabajo sea más difícil y exige la elaboración de nuevas tácticas de propaganda (propagación), contacto y relación entre asalariados. También parece incuestionable la necesidad de no olvidar que la producción industrial sigue desempeñando un papel importante en la maquinaria económica española -automoción, conservas y maquinaria de precisión- y que en buena parte del sector servicios ya públicos (todavía) como administraciones del Estado, hospitales, colegios, universidades, o privados como Telefónica, banca, alimentación, hostelería de escala, se mantienen espacios laborales cuantitativamente relevantes. Cierto que las preguntas que como militantes comunistas estamos obligados a hacernos es cómo pueden hacer agitación hoy quienes trabajan en sus casas haciendo diseño, cortando piel para zapatos, corrigiendo y traduciendo textos, o cómo poder hacer causa común entre trabajadores manuales o profesionales que actúan en el mismo sector económico o cómo crear redes virtuales o analógicas entre asalariados y asalariadas de distintos países. ¿Por Internet? ¿Por grupos de facebook? ¿Asaltando los sindicatos? ¿Propiciando sindicatos de clase internacionales? ¿Creándo una nueva Internacional Comunista? Las respuestas no están en el viento sino en la voluntad, en la militancia, en el esfuerzo por la unidad popular y en la imaginación e ideología de este partido que nos hace comunistas. Se trata, como escribe el camarada Paco Pacios de “atraer, explicar y convencer”.

Publicado en el Nº 291 de la edición impresa de Mundo Obrero diciembre 2015

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