sábado, 21 de mayo de 2016

Es peligroso asomarse a Juan Goytisolo


CON GOYTISOLO HEMOS TOPADO, AMIGO SANCHO.


Breve Introducción

A estas alturas de la película ya todos sabemos que Juan Goytisolo es un heteroclásico, esa extraña mezcla de heterodoxo que va de rebelde por la vida y de clásico de nuestra literatura con Premio Cervantes incluido. Hace veinticinco años quizá todavía no sabía lo susceptible que era Juan Goytisolo a la hora de cuidar su renombre. No digamos que fuera con ingenuidad ni inocencia que se escribiera el texto publicado en 1990 en el suplemento Liber que Pierre Bourdieu dirigía y editaban conjuntamente cinco periódicos europeos: El País, Le Monde, Frankfurter Allgemeine, The Times y la revista italiana L´Indice, pero tampoco era muy esperable que aquel texto iba a suponer el despliegue de una especie de pequeña fatwa contra el trabajo de un crítico literario. Valga la historia que estos textos ilustran como pequeño documento para una posible o imposible historia de la crítica en España.
*El Páis. 4 de abril de 1990


1.- El comentario.
24/02/1990 - EL PAÍS-LIBER- Madrid.

No es peligroso asomarse al exterior
Constantino Bértolo.

Si, como dice Stendhal, la novela es un espejo a lo largo de un camino, bien podría decirse que los caminos de la novela española pocas veces han osado traspasar las fronteras nacionales. Son muy escasas las ocasiones en que nuestros narradores toman como materia novelesca el mundo exterior. Figuras aisladas, como Vicente Blasco Ibáñez, el más cosmopolita de nuestros narradores, confirman, todavía más, la regla. Parece como si tradicionalmente la novela española tuviese miedo de asomarse al exterior. Este hecho había impedido que el público lector español tuviera a su alcance espejos narrativos propios para construir la imagen de sus convecinos.
Es significativo que sea la últirna generación de novelistas la que rompe de manera clara con esta tendencia. No se trata de que uno o dos novelistas se hayan atrevido a abordar en sus novelas espacios y paisajes foráneos. Lo que antes era excepción es hoy una tendencia que para muchos críticos y profesores revela una de las características más comunes de la llamada nueva narrativa española. La llegada de la democracia, la apertura e integración en Europa, y, de manera general la modernización de la sociedad española, son factores que están contribuyendo a este cambio de actitud.
El cosmopolitismo de la novela española actual arranca con la aparición en 1982 de una novela, Belver Yin, que muchos valoran como el momento de la ruptura narrativa que marca la aparición de la última generación de novelistas. Ambientada en el exótico marco de la cultura china, es en realidad una novela de aventuras traspasada por una historia de amor. La presencia de nombres exóticos y paisajes extraños supuso todo un pequeño acontecimiento narrativo que su autor, Jesús Ferrero, ha seguido explorando con mucha mejor fortuna en sus novelas siguientes. Por las mismas fechas aparecía en el mercado literario la primera novela de una joven escritora: El bandido doblemente armado de Soledad Puértolas. De la China con rasgos de Fu Man Chú de Ferrero, el lector pasaba a la California de Rymond Chandler. Con una voz contenida, sugerente y económica, la novelista recreaba a modo de homenaje el mundo de la Califorma y los personajes que el creador de Philip Marlowe había incorporado a la literatura mundial. También aquel cliché, la imagen estereotipada, configuraba y determinaba la mirada sobre el mundo norteamericano.
En su última novela, Queda la noche, Soledad Puértolas repite el escenario exótico o poco conocido para el público español. Episodios decisivos se suceden en Bombay y Nueva Delhi. Los tópicos sobre la India misteriosa funcionan como guiños o complicidad con el lector. Desde el paisaje cosmopolita hasta los nombres de sabor extranjero de los personajes, parece buscarse en el lector una suspensión de sus criterios de verosimilitud que facilite su seducción. Algo semejante ocurre en El invierno en Lisboa, de Antonio Mufloz Molina, uno de los grandes succés de la narrativa española contemporánea. La visión del autor se corresponde con el aprovechamiento de una irnagen romántica de la ciudad cuyos perfiles brumosos conforman un estereotipo adecuado para una historia de amor y desamor.
Los títulos citados entregan de este modo a sus lectores unas imágenes escasamente realistas en las que el cosmopolitismo cumple sobre todo una función de adorno más novelesco que narrativo. La isla inaudita, de Eduardo Mendoza, ofrece una mirada realmente singular sobre la ciudad de Venecia, y, aunque la novela ha merecido valoraciones muy contrarias entre la crítica, todos parecen coincidir en que esa mirada peculiar es uno de los aciertos de este libro que alcanza a hacer de la ciudad la verdadera protagonista de la historia. En este sentido, la novela funcionaría como una contra-guía turística de Venecia. No es la ciudad de postal y souvenir de góndolas la que Mendoza recrea, sino una Venecia más cotidiana, humilde y, sobre todo, inquietante. Esa misma mirada reaparece en dos novelas que de alguna manera se complementan. Todas las almas, de Javier Marías, y Mimoum, de Rafael Chlrbes. Ambos relatos se asemejan en ciertos puntos de partida. En los dos, el texto está constituido por una larga rememoración en primera persona a través de la cual dos profesores españoles, uno en Oxford, otro en Fez, buscan las claves de las experiencias interiorizadas durante su estancia en dos culturas ajenas. En Todas las almas, Javier Marías intenta desentrañar la lección que su paso por el mundo oxoniano supuso para el protagonista. Los entresijos superficiales y profundos de ese mundo académico que es emblema, en parte, del modo de vivir británico, se ponen al descubierto con una lúcida y fría ironía que no está exenta de humor. En Mimoum, Rafael Chirbes da cuenta del mundo magrebí, procurando, con éxito, alejarse de la visión colonialista y de la estética paternalista con la que otros autores -Juan Goytisolo, entre ellos, se habían acercado a él. Si en la novela de Marías la distancia irónica, aunque dolorosa, era el instrumento de aproximación a la cultura ajena, en la novela de Chirbes esa distancia cede su lugar a la compasión comprensiva y al respeto hacia un mundo al que nunca se acaba de acceder, y en el que los afectos, la violencia o el miedo no pueden medirse, sino compartirse.
Hemos citado tres casos en que la visión narrativa se levanta, por encima de las imágenes hechas, de los tópicos estéticos y de la comodidad literaria. No son los únicos. Juan Cruz en El sueño de Oslo, Manuel de Lope con Octubre en el menú o Juan José Millás en su última novela, La soledad era esto, mueven a sus personajes por los escenarios europeos con la naturalidad de quien se reconoce autor y conciudadano de la misma casa común. Si durante mucho tiempo el extranjero fue para España una especie de encarnación del mal, hoy las cosas han cambiado y es ya sólo ese lugar y esas gentes que viven al lado. La novela española no podía dejar de reflejar esa realidad.






2.- Primera Carta al Director. Víctor Andresco Peralta.
Madrid. 15 MAR 1990

Unas líneas tan sólo para expresarle la gratitud que le debo por publicar el artículo No es peligroso asomarse al exterior, firmado por Constantino Bértolo (EL PAÍS, 24 de febrero de 1990), en el que, bajo el pretexto de repasar un cierto panorama de la narrativa del momento, me abre un nuevo punto de vista a la hora de leer a Juan Goytisolo cuando habla de "alejarse de la visión colonialista y de la estética paternalista con la que otros autores" -Juan Goytisolo entre ellos- "se habían acercado" al mundo magrebí.Sucede que el punto de vista es tan nuevo para mí (y tan europeo, eso sí) que, pasado el estupor, una frase del autor de Makbara me viene insistentemente a la memoria: "En España no sólo se heredan propiedades y bienes; de generación en generación se transmiten, igualmente, criterios y juicios...".- Víctor Andresco Peralta.

3.- Segunda Carta al Director. Kadhim Jihad traductor de la obra de Goytisolo al árabe, Naguib Mahfouz, novelista, premio Nobel de Literatura, y 12 firmas más.
París. 24 MAR 1990

En la revista europea de libros Liber, publicada conjuntamente por cinco importantes periódicos europeos, el crítico literario de su periódico Constantino Bértolo aprovecha su reseña de varias novelas españolas recientes (No es peligroso asomarse al exterior, El, PAÍS, 24 de febrero de 1990) para arremeter de pasada y sin que venga a cuento contra el novelista Juan Goytisolo: "En Mímoum, Rafael Chirbes da cuenta del mundo magrebí, procurando, con éxito, alejarse de la visión colonialista y de la estética paternalista con la que otros autores -Juan Goytisolo entre ellos- se habían acercado a él". El comentario podría parecer inocente; en realidad no lo es. El señor Bértolo se propone engañar a los lectores europeos difundiendo en cinco idiomas unos juicios tan peregrinos como infundados. Sin detenernos a averiguar en qué consiste esta categoría de estética paternalista desconocida hasta la fecha, vayamos al meollo de la cuestión. Juan Goytisolo es uno de los escritores europeos más traducidos al árabe, y su obra ha sido amplia y favorablemente comentada en nuestros mejores periódicos y revistas culturales desde Beirut a Rabat. Edward Said, el denunciador más riguroso de los prejuicios colonialistas europeos acerca del islam y los árabes, señala precisamente a Goytisolo en su reciente Orientalism revised como ejemplo de una nueva actitud humana y artística que, sin abandonar las coordenadas culturales propias del autor, favorece el conocimiento del mundo árabe en toda su complejidad y riqueza.¿Cree el señor Bértolo que una obra "colonialista" y "paternalista" como la que él inventa habría sido traducida y reseñada con entusiasmo por los escritores y periodistas árabes? ¿Piensa de verdad que los árabes somos tan atrasados, estúpidos e ignorantes como para celebrar lo que nos perjudica? Su caracterización gratuitamente hostil de novelas innovadoras y deliberadamente mestizas como las de Goytisolo no cuadra en absoluto con éstas; revela tan sólo sus prejuicios y cerrazón ante una modernidad que no entiende. Al transformar sus foblas en juicios dogmáticos, actúa como esos críticos oficiales encargados de silenciar y atacar, según las circunstancias, a cuantos escritores atípicos y artísticamente vivos molestan e inquietan a los que detentan el poder. Dicha actitud, común a la España franquista, los regímenes recién derrumbados del Este y algunas dictaduras árabes y latinoamericanas, resulta incongruente en un periódico que ha combatido con valentía desde sus comienzos por la democracia. ¿O es que ésta no ha alcanzado aún los bastiones culturales que amparan a críticos como el señor Bértolo? La objetividad y honestidad informativas no consisten en promocionar continuamente, con cualquier pretexto, a los escritores amigos y buenos y propinar palo tras palo a quienes, independientemente de su valor, son considerados por el crítico o un grupo de críticos peligrosos y nefastos en razón de su excepcionalidad con respecto a las obras representativas del momento literario actual.

4.- Cuarta Carta al Director. C. Bértolo
Madrid. 2 ABR 1990

Siempre se ha considerado que cuando se expone una opinión nada se debe contestar si esa opinión, por las causas que sean, se pone en cuestión. Nada tendría, por tanto, que decir respecto a la carta, recientemente publicada en su diario, en la que el traductor al árabe de la obra de Juan Goytisolo y otras 12 firmas más, si éstos se limitarán a exponer su opinión sobre el comentario que acerca del autor citado expuse en el tercer número de Liber. Entiendo, sin embargo, que en dicha carta se vehiculaban dos juicios sobre mi persona que debo rechazar públicamente. Me refiero a lo que allí se concluye sobre la actitud franquista y sobre posición antidemócrata. Sobre lo primero no me voy a extender; de mi antifranquismo nunca he sacado dividendo, y tampoco ahora lo voy a hacer. Sobre mi condición de demócrata, dos comentarios: nunca me ha parecido muy democrático ir por la vida dando lecciones de democracia, y nunca me ha parecido muy democrático que 13 personas, por muy afamadas que sean, osen asumir la representación de todo un pueblo.- Constantino Bértolo.


5.- Otros “textos del contexto”

Contra Paul Bowles y a favor de Juan Goytisolo
Xavier Moret.Barcelona 4 ABR 1990

Tahar Ben Jelloun no parece tener ningún aprecio por el escritor norteamericano Paul Bowles, residente en Tánger desde hace años y autor de varios libros ambientados en Marruecos."Bowles no me interesa como hombre", confiesa. "Dejando al margen su obra, creo que Bowies ha encontrado en Tánger un lugar donde esconderse. La imagen que da de Marruecos es la de un país tradicional que ya no existe. Siente nostalgia por el Marruecos de antes y le molesta el actual. Hay muchos escritores que sienten nostalgia del tópico orienta¡, pero a los marroquís no les interesa lo que escriben".

Ben Jelloun respeta, en cambio, la visión que Juan Goyúsolo ofrece del mundo árabe. "Sé que en España se ha acusado recientemente a Juan de tener una visión paternalista y colonial del mundo árabe", afirma. "Es probable que la amistad que siente por el mundo árabe haga parecer a veces que su visión está falta de espíritu crítico, pero no es en absoluto ni paternalista ni colonial. Creo que, en el fondo, a Juan Goytisolo, no le perdonan que defendiera a Marruecos por el tema del Sáhara y que sea un defensor de la causa palestina".
El anciano protagonista de Día de silencio en Tánger,a través de sus recuerdos de Fez y de Melilla, participa de esta nostalgia de un mundo árabe deformado a veces, según Ben Jelloun, por la visión de los extranjeros.


Respuesta a Juan Goytisolo
Juan Marsé. Calafell, Tarragona. 29 JUL 1990

La edición de EL PAÍS del 27 de julio publicó un artículo firmado por Juan Goytisolo con el título Manuel Puig. Dicho artículo contiene _una ofensa a la memoria de Carlos Barral como editor y también a "un autor, por otra parte, muy estimable", y que no es otro que el que esto suscribe. Como es sabido -el propio Carlos lo cuenta en sus memorias, sin ocultar sus preferencias literarías-, mi novela Ultimas tardes con Teresa compitió con La traición de Rita Hayworth, de Manuel Puíg, en la recta final de las deliberaciones del premio Biblioteca Breve 1965, resultando ganadora últimas tardes... En su artículo, Juan Goytisolo se lamenta de este resultado y afirma que Carlos Barral manipuló al jurado del premio, formado por Marlo Vargas Losa, Salvador Clotas, Josep María Castellet, Luis Goytísolo y el propio Carlos. Dice Juan Goytisolo: "Por el testimonio escrito u oral de tres miembros del jurado, supe que la novela de Manuel Puig había resultado victoriosa en las votaciones, pero la oposición encarnizada de Barral y su amenaza de liquidar el preinio lograron imponer a la fuerza a su candidato -un autor, por otra parte, muy estimable-, a quien por lo visto había otorgado el galardón previamente".¿Previamente a qué?, ¿al fallo del jurado? Aun cuando ya éramos muy amigos, Carlos Barral jamás me garantizó el premio, y por supuesto tampoco lo hicieron los demás miembros deljurado. Ahora bien, Carlos tenía perfecto derecho a preferir mi novela a la de Puig y a esgrimir esa preferencia frente al criterio de los demás -secundado en todo momento, según me contó después, por Mario Vargas Llosa y, al final, por Salvador ClotasJuan Goytisolo afirma en su artículo que Barral logró "imponera la fuerza a su candidato" y califica su gestión de "alcaldada", lo cual es una acusación grave y ofensiva para los demás miembros del jurado, cuya independencia de criterio y honestidad me consta. Carlos Barral no impuso mi novela por la fuerza, y no creo que Marlo Vargas ni Castellet ni Clotas o cualquier otro jurado se lo hubiera permitido. No hubo ninguna "alcaldada" contra el "afemInado, vulnerable y frágil" -así de patético lo describe Goytisolo, y ya son ganas de describir- escritor argentino recientemente fallecido. Ciertamente, Carlos no fue nunca un entusiasta de la novelística de Puig, y, equivocado o no, estaba en su derecho -la literatura es una cuestión de gustos, es decir, de limitaciones- Por cierto, el gran editor y lector Carlos Barral tampoco fue nunca un entusiasta de las novelas de Juan Goytisolo, llegando incluso, gracias a su buen olfato (ese mismo olfato que Goytisolo irónicamente le niega) a rechazar alguna obra suya. También ahí, equivocado o no, estaba en su derecho.

Ésta es la historia de una malquerencia incubada años ha, y Manuel Puig ha sido esgrimido como lanza. Y me parece tristísimo y lamentable esta última lanzada a Carlos, cuando ya no puede defenderse. ¿Por qué Goytisolo, azote del machismo y heroico paladín de la morería y de almas delicadas e indefensas, no denunció esa supuesta "alcaldada" en su día? ¿Por qué ha esperado a la muerte de Barral y de Puig?.

Juan Goytisolo es el único escrítor que conozco al que le gusta sacarse en procesión a sí mismo; incluso cuando habla de otros escrítores, no hace otra cosa que hablar de sí mismo. Su enfermiza manía de que en España no se le reconocen suficientemente sus méritos literarios, que se le desdefla y se le ningunea, constituía no hace mucho tiempo una verdadera lata. Veo que sigue con el mismo rollo, y después de cabalgar a Blanco White, a Luis Cernuda y a otras sombras prestigiosas, ahora le toca al bueno de Manuel Puig. Pero los motivos del lance son bien claros: no se trata tanto de desfacer entuertos como de ajustar una vieja cuenta pendiente con Carlos. Qué triste.-


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