CON
GOYTISOLO HEMOS TOPADO, AMIGO SANCHO.
Breve Introducción
A estas alturas de
la película ya todos sabemos que Juan Goytisolo es un heteroclásico,
esa extraña mezcla de heterodoxo que va de rebelde por la vida y de
clásico de nuestra literatura con Premio Cervantes incluido. Hace
veinticinco años quizá todavía no sabía lo susceptible que era Juan
Goytisolo a la hora de cuidar su renombre. No digamos que fuera con
ingenuidad ni inocencia que se escribiera el texto publicado en 1990 en el
suplemento Liber que Pierre Bourdieu dirigía y editaban
conjuntamente cinco periódicos europeos: El País, Le Monde, Frankfurter Allgemeine, The Times y la revista italiana L´Indice,
pero tampoco era muy esperable que aquel texto iba
a suponer
el
despliegue de una especie de pequeña fatwa contra el trabajo de un
crítico literario. Valga
la
historia que estos textos ilustran como
pequeño documento para una posible o imposible historia de la
crítica
en España.
*El
Páis.
4 de abril de 1990
1.-
El comentario.
No
es peligroso asomarse al exterior
Constantino Bértolo.
Si, como dice
Stendhal, la novela es un espejo a lo largo de un camino, bien podría
decirse que los caminos de la novela española pocas veces han osado
traspasar las fronteras nacionales. Son muy escasas las ocasiones en
que nuestros narradores toman como materia novelesca el mundo
exterior. Figuras aisladas, como Vicente Blasco Ibáñez, el más
cosmopolita de nuestros narradores, confirman, todavía más, la
regla. Parece como si tradicionalmente la novela española tuviese
miedo de asomarse al exterior. Este hecho había impedido que el
público lector español tuviera a su alcance espejos narrativos
propios para construir la imagen de sus convecinos.
Es significativo que
sea la últirna generación de novelistas la que rompe de manera
clara con esta tendencia. No se trata de que uno o dos novelistas se
hayan atrevido a abordar en sus novelas espacios y paisajes foráneos.
Lo que antes era excepción es hoy una tendencia que para muchos
críticos y profesores revela una de las características más
comunes de la llamada nueva narrativa española. La llegada de la
democracia, la apertura e integración en Europa, y, de manera
general la modernización de la sociedad española, son factores que
están contribuyendo a este cambio de actitud.
El cosmopolitismo de
la novela española actual arranca con la aparición en 1982 de una
novela, Belver Yin, que muchos valoran como el momento de la
ruptura narrativa que marca la aparición de la última generación
de novelistas. Ambientada en el exótico marco de la cultura china,
es en realidad una novela de aventuras traspasada por una historia de
amor. La presencia de nombres exóticos y paisajes extraños supuso
todo un pequeño acontecimiento narrativo que su autor, Jesús
Ferrero, ha seguido explorando con mucha mejor fortuna en sus novelas
siguientes. Por las mismas fechas aparecía en el mercado literario
la primera novela de una joven escritora: El bandido doblemente
armado de Soledad Puértolas. De la China con rasgos de Fu Man
Chú de Ferrero, el lector pasaba a la California de Rymond Chandler.
Con una voz contenida, sugerente y económica, la novelista recreaba
a modo de homenaje el mundo de la Califorma y los personajes que el
creador de Philip Marlowe había incorporado a la literatura mundial.
También aquel cliché, la imagen estereotipada, configuraba y
determinaba la mirada sobre el mundo norteamericano.
En su última
novela, Queda la noche, Soledad Puértolas repite el escenario
exótico o poco conocido para el público español. Episodios
decisivos se suceden en Bombay y Nueva Delhi. Los tópicos sobre la
India misteriosa funcionan como guiños o complicidad con el lector.
Desde el paisaje cosmopolita hasta los nombres de sabor extranjero de
los personajes, parece buscarse en el lector una suspensión de sus
criterios de verosimilitud que facilite su seducción. Algo semejante
ocurre en El invierno en Lisboa, de Antonio Mufloz Molina, uno
de los grandes succés de la narrativa española contemporánea. La
visión del autor se corresponde con el aprovechamiento de una
irnagen romántica de la ciudad cuyos perfiles brumosos conforman un
estereotipo adecuado para una historia de amor y desamor.
Los títulos citados
entregan de este modo a sus lectores unas imágenes escasamente
realistas en las que el cosmopolitismo cumple sobre todo una función
de adorno más novelesco que narrativo. La isla inaudita, de
Eduardo Mendoza, ofrece una mirada realmente singular sobre la ciudad
de Venecia, y, aunque la novela ha merecido valoraciones muy
contrarias entre la crítica, todos parecen coincidir en que esa
mirada peculiar es uno de los aciertos de este libro que alcanza a
hacer de la ciudad la verdadera protagonista de la historia. En este
sentido, la novela funcionaría como una contra-guía turística de
Venecia. No es la ciudad de postal y souvenir de góndolas la que
Mendoza recrea, sino una Venecia más cotidiana, humilde y, sobre
todo, inquietante. Esa misma mirada reaparece en dos novelas que de
alguna manera se complementan. Todas las almas, de Javier
Marías, y Mimoum, de Rafael Chlrbes. Ambos relatos se
asemejan en ciertos puntos de partida. En los dos, el texto está
constituido por una larga rememoración en primera persona a través
de la cual dos profesores españoles, uno en Oxford, otro en Fez,
buscan las claves de las experiencias interiorizadas durante su
estancia en dos culturas ajenas. En Todas las almas, Javier
Marías intenta desentrañar la lección que su paso por el mundo
oxoniano supuso para el protagonista. Los entresijos superficiales y
profundos de ese mundo académico que es emblema, en parte, del modo
de vivir británico, se ponen al descubierto con una lúcida y fría
ironía que no está exenta de humor. En Mimoum, Rafael
Chirbes da cuenta del mundo magrebí, procurando, con éxito,
alejarse de la visión colonialista y de la estética paternalista
con la que otros autores -Juan Goytisolo, entre ellos, se habían
acercado a él. Si en la novela de Marías la distancia irónica,
aunque dolorosa, era el instrumento de aproximación a la cultura
ajena, en la novela de Chirbes esa distancia cede su lugar a la
compasión comprensiva y al respeto hacia un mundo al que nunca se
acaba de acceder, y en el que los afectos, la violencia o el miedo no
pueden medirse, sino compartirse.
Hemos citado tres
casos en que la visión narrativa se levanta, por encima de las
imágenes hechas, de los tópicos estéticos y de la comodidad
literaria. No son los únicos. Juan Cruz en El sueño de Oslo,
Manuel de Lope con Octubre en el menú o Juan José Millás en
su última novela, La soledad era esto, mueven a sus
personajes por los escenarios europeos con la naturalidad de quien se
reconoce autor y conciudadano de la misma casa común. Si durante
mucho tiempo el extranjero fue para España una especie de
encarnación del mal, hoy las cosas han cambiado y es ya sólo ese
lugar y esas gentes que viven al lado. La novela española no podía
dejar de reflejar esa realidad.
2.- Primera
Carta al Director. Víctor Andresco Peralta.
Madrid.
15 MAR 1990
Unas líneas tan
sólo para expresarle la gratitud que le debo por publicar el
artículo No es peligroso asomarse al exterior, firmado por
Constantino Bértolo (EL PAÍS, 24 de febrero de 1990), en el que,
bajo el pretexto de repasar un cierto panorama de la narrativa del
momento, me abre un nuevo punto de vista a la hora de leer a Juan
Goytisolo cuando habla de "alejarse de la visión colonialista y
de la estética paternalista con la que otros autores" -Juan
Goytisolo entre ellos- "se habían acercado" al mundo
magrebí.Sucede que el punto de vista es tan nuevo para mí (y tan
europeo, eso sí) que, pasado el estupor, una frase del autor de
Makbara me viene insistentemente a la memoria: "En España no
sólo se heredan propiedades y bienes; de generación en generación
se transmiten, igualmente, criterios y juicios...".- Víctor
Andresco Peralta.
3.- Segunda
Carta al Director. Kadhim
Jihad traductor de la obra de Goytisolo al árabe, Naguib Mahfouz,
novelista, premio Nobel de Literatura, y 12 firmas más.
París. 24 MAR 1990
En la revista
europea de libros Liber, publicada conjuntamente por cinco
importantes periódicos europeos, el crítico literario de su
periódico Constantino Bértolo aprovecha su reseña de varias
novelas españolas recientes (No es peligroso asomarse al exterior,
El, PAÍS, 24 de febrero de 1990) para arremeter de pasada y sin que
venga a cuento contra el novelista Juan Goytisolo: "En Mímoum,
Rafael Chirbes da cuenta del mundo magrebí, procurando, con éxito,
alejarse de la visión colonialista y de la estética paternalista
con la que otros autores -Juan Goytisolo entre ellos- se habían
acercado a él". El comentario podría parecer inocente; en
realidad no lo es. El señor Bértolo se propone engañar a los
lectores europeos difundiendo en cinco idiomas unos juicios tan
peregrinos como infundados. Sin detenernos a averiguar en qué
consiste esta categoría de estética paternalista desconocida hasta
la fecha, vayamos al meollo de la cuestión. Juan Goytisolo es uno de
los escritores europeos más traducidos al árabe, y su obra ha sido
amplia y favorablemente comentada en nuestros mejores periódicos y
revistas culturales desde Beirut a Rabat. Edward Said, el denunciador
más riguroso de los prejuicios colonialistas europeos acerca del
islam y los árabes, señala precisamente a Goytisolo en su reciente
Orientalism revised como ejemplo de una nueva actitud humana y
artística que, sin abandonar las coordenadas culturales propias del
autor, favorece el conocimiento del mundo árabe en toda su
complejidad y riqueza.¿Cree el señor Bértolo que una obra
"colonialista" y "paternalista" como la que él
inventa habría sido traducida y reseñada con entusiasmo por los
escritores y periodistas árabes? ¿Piensa de verdad que los árabes
somos tan atrasados, estúpidos e ignorantes como para celebrar lo
que nos perjudica? Su caracterización gratuitamente hostil de
novelas innovadoras y deliberadamente mestizas como las de Goytisolo
no cuadra en absoluto con éstas; revela tan sólo sus prejuicios y
cerrazón ante una modernidad que no entiende. Al transformar sus
foblas en juicios dogmáticos, actúa como esos críticos oficiales
encargados de silenciar y atacar, según las circunstancias, a
cuantos escritores atípicos y artísticamente vivos molestan e
inquietan a los que detentan el poder. Dicha actitud, común a la
España franquista, los regímenes recién derrumbados del Este y
algunas dictaduras árabes y latinoamericanas, resulta incongruente
en un periódico que ha combatido con valentía desde sus comienzos
por la democracia. ¿O es que ésta no ha alcanzado aún los
bastiones culturales que amparan a críticos como el señor Bértolo?
La objetividad y honestidad informativas no consisten en promocionar
continuamente, con cualquier pretexto, a los escritores amigos y
buenos y propinar palo tras palo a quienes, independientemente de su
valor, son considerados por el crítico o un grupo de críticos
peligrosos y nefastos en razón de su excepcionalidad con respecto a
las obras representativas del momento literario actual.
4.- Cuarta
Carta al Director.
C. Bértolo
Madrid.
2 ABR 1990
Siempre se ha
considerado que cuando se expone una opinión nada se debe contestar
si esa opinión, por las causas que sean, se pone en cuestión. Nada
tendría, por tanto, que decir respecto a la carta, recientemente
publicada en su diario, en la que el traductor al árabe de la obra
de Juan Goytisolo y otras 12 firmas más, si éstos se limitarán a
exponer su opinión sobre el comentario que acerca del autor citado
expuse en el tercer número de Liber. Entiendo, sin embargo, que en
dicha carta se vehiculaban dos juicios sobre mi persona que debo
rechazar públicamente. Me refiero a lo que allí se concluye sobre
la actitud franquista y sobre posición antidemócrata. Sobre lo
primero no me voy a extender; de mi antifranquismo nunca he sacado
dividendo, y tampoco ahora lo voy a hacer. Sobre mi condición de
demócrata, dos comentarios: nunca me ha parecido muy democrático ir
por la vida dando lecciones de democracia, y nunca me ha parecido muy
democrático que 13 personas, por muy afamadas que sean, osen asumir
la representación de todo un pueblo.- Constantino
Bértolo.
5.- Otros
“textos del contexto”
Contra
Paul Bowles y a favor de Juan Goytisolo
Xavier
Moret.Barcelona 4 ABR 1990
Tahar Ben Jelloun no
parece tener ningún aprecio por el escritor norteamericano Paul
Bowles, residente en Tánger desde hace años y autor de varios
libros ambientados en Marruecos."Bowles no me interesa como
hombre", confiesa. "Dejando al margen su obra, creo que
Bowies ha encontrado en Tánger un lugar donde esconderse. La imagen
que da de Marruecos es la de un país tradicional que ya no existe.
Siente nostalgia por el Marruecos de antes y le molesta el actual.
Hay muchos escritores que sienten nostalgia del tópico orienta¡,
pero a los marroquís no les interesa lo que escriben".
Ben Jelloun respeta,
en cambio, la visión que Juan Goyúsolo ofrece del mundo árabe. "Sé
que en España se ha acusado recientemente a Juan de tener una visión
paternalista y colonial del mundo árabe", afirma. "Es
probable que la amistad que siente por el mundo árabe haga parecer a
veces que su visión está falta de espíritu crítico, pero
no es en absoluto ni paternalista ni colonial. Creo que, en el fondo,
a Juan Goytisolo, no le perdonan que defendiera a Marruecos por el
tema del Sáhara y que sea un defensor de la causa palestina".
El anciano
protagonista de Día de silencio en Tánger,a través de sus
recuerdos de Fez y de Melilla, participa de esta nostalgia de un
mundo árabe deformado a veces, según Ben Jelloun, por la visión de
los extranjeros.
Respuesta
a Juan Goytisolo
Juan Marsé.
Calafell, Tarragona. 29 JUL 1990
La edición de EL
PAÍS del 27 de julio publicó un artículo firmado por Juan
Goytisolo con el título Manuel Puig. Dicho artículo contiene _una
ofensa a la memoria de Carlos Barral como editor y también a "un
autor, por otra parte, muy estimable", y que no es otro que el
que esto suscribe. Como es sabido -el propio Carlos lo cuenta en sus
memorias, sin ocultar sus preferencias literarías-, mi novela
Ultimas tardes con Teresa compitió con La traición de Rita
Hayworth, de Manuel Puíg, en la recta final de las deliberaciones
del premio Biblioteca Breve 1965, resultando ganadora últimas
tardes... En su artículo, Juan Goytisolo se lamenta de este
resultado y afirma que Carlos Barral manipuló al jurado del premio,
formado por Marlo Vargas Losa, Salvador Clotas, Josep María
Castellet, Luis Goytísolo y el propio Carlos. Dice Juan Goytisolo:
"Por el testimonio escrito u oral de tres miembros del jurado,
supe que la novela de Manuel Puig había resultado victoriosa en las
votaciones, pero la oposición encarnizada de Barral y su amenaza de
liquidar el preinio lograron imponer a la fuerza a su candidato -un
autor, por otra parte, muy estimable-, a quien por lo visto había
otorgado el galardón previamente".¿Previamente a qué?, ¿al
fallo del jurado? Aun cuando ya éramos muy amigos, Carlos Barral
jamás me garantizó el premio, y por supuesto tampoco lo hicieron
los demás miembros deljurado. Ahora bien, Carlos tenía perfecto
derecho a preferir mi novela a la de Puig y a esgrimir esa
preferencia frente al criterio de los demás -secundado en todo
momento, según me contó después, por Mario Vargas Llosa y, al
final, por Salvador ClotasJuan Goytisolo afirma en su artículo que
Barral logró "imponera la fuerza a su candidato" y
califica su gestión de "alcaldada", lo cual es una
acusación grave y ofensiva para los demás miembros del jurado, cuya
independencia de criterio y honestidad me consta. Carlos Barral no
impuso mi novela por la fuerza, y no creo que Marlo Vargas ni
Castellet ni Clotas o cualquier otro jurado se lo hubiera permitido.
No hubo ninguna "alcaldada" contra el "afemInado,
vulnerable y frágil" -así de patético lo describe Goytisolo,
y ya son ganas de describir- escritor argentino recientemente
fallecido. Ciertamente, Carlos no fue nunca un entusiasta de la
novelística de Puig, y, equivocado o no, estaba en su derecho -la
literatura es una cuestión de gustos, es decir, de limitaciones- Por
cierto, el gran editor y lector Carlos Barral tampoco fue nunca un
entusiasta de las novelas de Juan Goytisolo, llegando incluso,
gracias a su buen olfato (ese mismo olfato que Goytisolo irónicamente
le niega) a rechazar alguna obra suya. También ahí, equivocado o
no, estaba en su derecho.
Ésta es la historia
de una malquerencia incubada años ha, y Manuel Puig ha sido
esgrimido como lanza. Y me parece tristísimo y lamentable esta
última lanzada a Carlos, cuando ya no puede defenderse. ¿Por qué
Goytisolo, azote del machismo y heroico paladín de la morería y de
almas delicadas e indefensas, no denunció esa supuesta "alcaldada"
en su día? ¿Por qué ha esperado a la muerte de Barral y de Puig?.
Juan Goytisolo es el
único escrítor que conozco al que le gusta sacarse en procesión a
sí mismo; incluso cuando habla de otros escrítores, no hace otra
cosa que hablar de sí mismo. Su enfermiza manía de que en España
no se le reconocen suficientemente sus méritos literarios, que se le
desdefla y se le ningunea, constituía no hace mucho tiempo una
verdadera lata. Veo que sigue con el mismo rollo, y después de
cabalgar a Blanco White, a Luis Cernuda y a otras sombras
prestigiosas, ahora le toca al bueno de Manuel Puig. Pero los motivos
del lance son bien claros: no se trata tanto de desfacer entuertos
como de ajustar una vieja cuenta pendiente con Carlos. Qué triste.-
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