¿Qué leer?
Ya sé que es
difícil, pero imaginemos por un momento que de verdad quisiéramos
hacer la revolución. En ese caso ¿qué novela recomendaríamos?
ara dar contestación a esa interrogación tan concreta, simple y
directa, al menos en apariencia, inserta en ese enunciado más amplio
que actúa como obertura de este artículo, convendría antes de
entrar en el terreno de las respuestas, detenerse en aquellas zonas
de significación y sentido detectables en el enunciado inicial y que
ni la gramática ni el diccionario son capaces por sí mismas de
aclarar de modo exacto o preciso. La aparición en ese enunciado duna
pregunta, como es usual en la práctica lingüística, no deja de ser
el resultado consecuente de toda una cadena previa de preguntas y
respuestas que conforman, desde el subsuelo implícito en este caso,
el contexto o territorio semántico desde el que la pregunta se
manifiesta. Preguntarnos por tanto sobre la concreta cuestión
suscitada: ¿qué novela recomendaríamos? nos obliga, si queremos
saber qué pregunta la pregunta, a efectuar un atento análisis de la
carga de significados que actúa sobre ese enunciado o situación
performativa en el que la pregunta tiene lugar. Ese “Ya sé que es
difícil”, por ejemplo, así enunciado, sin más, no permite saber
si la dificultad a la que se está apelando es aquella que hace
referencia a la acción de recomendar una novela o más bien, y con
esa pretensión fue escrito, a la propia dificultad de ese imaginar
que en la frase se propone, ,es decir, a la dificultad objetiva hoy
de imaginarnos como sujetos realmente deseantes de que la revolución
tenga lugar. Aclarado el sentido del término utilizado se presenta
ahora la necesidad de dar contenido a ese“nosotros” implícito
con el que se conjuga el imaginemos, pues ¿de qué nosotros hablamos
cuando el verbo convoca a esa primera persona del plural? Valga ante
todo manifestar que este nosotros implícito no responde a ningún
uso mayestático con el que preservar o inflacionar el yo de la
figura autorial de quien esto escribe y firma. Ese nosotros tiene
vocación semántica de pluralidad, de grupo de individuos, hombres y
mujeres, que aceptarían sin especial reserva su integración en ese
imaginar, plurales, pero coincidente,alrededor de la idea y proyecto
que el concepto de hacer la revolución conlleva y con-tiene.
Precisamente sobre el significado concreto de lo que hemos denominado
revolución debe tratar la siguiente y acaso la más necesaria
aclaración que el enunciado, a priori, comporta. Cuestión esta,
¿qué entendemos por revolución?, que por su relevancia hemos de
abordar siendo muy conscientes de estar ante un terreno resbaladizo,
tanto por la polisemia que el término en estos momentos soporta como
por la suma de categorizaciones enfrentadas que los distintos
avatares de su biografía histórica le ha ido generando. Y no es que
nos neguemos o evitemos hacerlo (y aquí el plural del sujeto quiere
funcionar más como prudencia y mecanismo de apoyo que como figura
retó-rica al uso) sino que, ante la enorme y excesiva tarea que
ahora significaría desbrozar todos y cada uno de los elementos que
la palabra revolución pone en juego, nos pare-ce más útil asumir,
como hipótesis de partida y consenso, que por revolución debe
entenderse aquí aquel proceso social encaminado a la eliminación
del sistema económico asentado en la propiedad privada de los medios
de producción para dar paso a otro sistema en el que dicha propiedad
privada pierda sino toda su presencia sí toda su fuerza hegemónica.
Una definición que sin duda deja fuera aspectos relevantes e incluso
centrales dentro de la historiografía y la teoría revolucionaria,
pero que proponemos para facilitar un encuentro que nos permita
otorgar significación representativa a ese nosotros plural que para
la acción del pretendido imaginar se viene reclamando. Prosiguiendo
con este análisis semántico que a modo de una deconstrucción de
los significados trata de aclarar y reconstruir el sentido recto de
la pregunta propuesta y, una vez ya expuesta la situación
performativa previa del enunciado que la acompaña, sería inevitable
que ahora nos adentrásemos en la inabarcable extensión semántica
del concepto novela. No vamos por eso a volvernos locos al respecto y
simplemente acataremos sobre el tema la definición que propicia el
siempre ejemplar Diccionario de uso del español de María Moliner:
“La novela es obra literaria en prosa en que se narran sucesos
imaginarios pero verosímiles,enlazados en una acción única que se
desarrolla desde el principio al fin de la obra” . La sabiduría
filológica de Moliner no nos será sin embargo de mucha ayuda para
no extraviarnos en el bulto de cuestiones que el último concepto en
cuestión: recomendar, trae consigo, pues,si bien su diccionario
aporta una buena delimitación del contendido:
“Recomendar:
Aconsejar o indicar a alguien para bien suyo que haga o deje de hacer
cierta cosa”, la problemática a la que su presencia en el
enunciado nos abre no atañe tanto a su contenido semántico (por más
que pudiéramos considerar que vivimos en tiempos en los que hasta
aconsejar puede ser visto como una acción totalitaria por aquellos
que en nombre de la sacro santa libertad individual sienten alergia
extrema frente a la posibilidad de que alguien se pretenda autorizado
a mover el ánimo de alguien en la dirección que sea) como a los
complementos que rodean a la acción verbal que la pregunta
introduce. Aquí la cuestión pertinente sería por tanto el a quién
o quienes recomendar, en las circunstancias que se han venido
desgranando, la lectura de una novela concreta, y sobre cuya elección
versa en definitiva la pregunta que ha dado lugar a todo este largo
introito, pues es evidente que el destinatario o destinatarios de la
recomendación van a determinar el sentido y contenido de la
respuesta. Conocer aunque sea de un modo general, el destinatario de
un escrito que va a ser objeto de publicación no es algo fácil de
lograr puesto que en el proceso de comunica-ción el momento de la
escritura y el momento de la lectura corresponden a momentos y
lugares que pueden estar muy distantes en tiempo y lugar, dando
ocasión a que puedan ser totalmente dispares las condiciones del
emisor y el receptor. Cabe sin embargo tomar en consideración el
papel de “lugar de encuentro” que realiza el soporte en el que la
comunicación tiene lugar, para poder orientarse sobre los perfiles
aproximados de los lectores o lectoras que su publicación va a
posibilitar. Y así, en este aquí y ahora, estamos por tanto, unos y
otros, emisores y receptores, en un mismo espacio de encuentro: el
periódico Mundo Obrero.
Quedaría así
despejada la última dificultad comunicativa que el enunciado que da
título a este artí-culo planteaba: los destinatarios de la
recomendación son lectores y lectoras de la prensa del PCE y si
suponemos –que por desgracia no es mucho suponer- que la difusión
de tal medio difícilmente alcanza en estos momentos políticos
espacios más allá de los que la militancia traza, bien podremos
deducir que esa recomendación, a poca que sea su coherencia
comunicativa, va dirigida a ese “Nosotros y nosotras, los
comunistas” que precisamente porque queremos hacer la Revolución
somos capaces de imaginarla y porque somos conscientes de las
dificultades que tal decisión empeña agradeceríamos enormemente
que alguien nos recomendara qué novela* leer hoy para mejor llevar a
cabo esa doble exigencia: imaginar la Revolución, hacer la
revolución, que son en realidad una sola tarea. Salud.
(*) Y de manera
inevitable brota una nueva cuestión: ¿son novelas lo que más
necesitaríamos leer si de verdad quisiéramos hacer la revolución?
Publicado
en Mundo Obrero Enero 2013
Observo que este artículo fue escrito en 2013, cuando la Revolución tenía menos posibilidades que hoy. No sé si finalmente habrá Revolución en España, pero el momento es inmejorable. Yo creo que sí queremos hacer la Revolución, y que somos muchos, aunque también son muchos los que ni siquiera saben que quieren hacerla, y la novela me parece el instrumento idóneo para llegar a esos muchos que «ni siquiera saben que quieren hacerla» y que necesitan, por tanto, leer un tipo de novela que podríamos calificar de revolucionaria si es capaz de despertarlos.
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