lunes, 2 de mayo de 2016

Toda respuesta es siempre una pregunta




¿Qué leer?

Ya sé que es difícil, pero imaginemos por un momento que de verdad quisiéramos hacer la revolución. En ese caso ¿qué novela recomendaríamos? ara dar contestación a esa interrogación tan concreta, simple y directa, al menos en apariencia, inserta en ese enunciado más amplio que actúa como obertura de este artículo, convendría antes de entrar en el terreno de las respuestas, detenerse en aquellas zonas de significación y sentido detectables en el enunciado inicial y que ni la gramática ni el diccionario son capaces por sí mismas de aclarar de modo exacto o preciso. La aparición en ese enunciado duna pregunta, como es usual en la práctica lingüística, no deja de ser el resultado consecuente de toda una cadena previa de preguntas y respuestas que conforman, desde el subsuelo implícito en este caso, el contexto o territorio semántico desde el que la pregunta se manifiesta. Preguntarnos por tanto sobre la concreta cuestión suscitada: ¿qué novela recomendaríamos? nos obliga, si queremos saber qué pregunta la pregunta, a efectuar un atento análisis de la carga de significados que actúa sobre ese enunciado o situación performativa en el que la pregunta tiene lugar. Ese “Ya sé que es difícil”, por ejemplo, así enunciado, sin más, no permite saber si la dificultad a la que se está apelando es aquella que hace referencia a la acción de recomendar una novela o más bien, y con esa pretensión fue escrito, a la propia dificultad de ese imaginar que en la frase se propone, ,es decir, a la dificultad objetiva hoy de imaginarnos como sujetos realmente deseantes de que la revolución tenga lugar. Aclarado el sentido del término utilizado se presenta ahora la necesidad de dar contenido a ese“nosotros” implícito con el que se conjuga el imaginemos, pues ¿de qué nosotros hablamos cuando el verbo convoca a esa primera persona del plural? Valga ante todo manifestar que este nosotros implícito no responde a ningún uso mayestático con el que preservar o inflacionar el yo de la figura autorial de quien esto escribe y firma. Ese nosotros tiene vocación semántica de pluralidad, de grupo de individuos, hombres y mujeres, que aceptarían sin especial reserva su integración en ese imaginar, plurales, pero coincidente,alrededor de la idea y proyecto que el concepto de hacer la revolución conlleva y con-tiene. Precisamente sobre el significado concreto de lo que hemos denominado revolución debe tratar la siguiente y acaso la más necesaria aclaración que el enunciado, a priori, comporta. Cuestión esta, ¿qué entendemos por revolución?, que por su relevancia hemos de abordar siendo muy conscientes de estar ante un terreno resbaladizo, tanto por la polisemia que el término en estos momentos soporta como por la suma de categorizaciones enfrentadas que los distintos avatares de su biografía histórica le ha ido generando. Y no es que nos neguemos o evitemos hacerlo (y aquí el plural del sujeto quiere funcionar más como prudencia y mecanismo de apoyo que como figura retó-rica al uso) sino que, ante la enorme y excesiva tarea que ahora significaría desbrozar todos y cada uno de los elementos que la palabra revolución pone en juego, nos pare-ce más útil asumir, como hipótesis de partida y consenso, que por revolución debe entenderse aquí aquel proceso social encaminado a la eliminación del sistema económico asentado en la propiedad privada de los medios de producción para dar paso a otro sistema en el que dicha propiedad privada pierda sino toda su presencia sí toda su fuerza hegemónica. Una definición que sin duda deja fuera aspectos relevantes e incluso centrales dentro de la historiografía y la teoría revolucionaria, pero que proponemos para facilitar un encuentro que nos permita otorgar significación representativa a ese nosotros plural que para la acción del pretendido imaginar se viene reclamando. Prosiguiendo con este análisis semántico que a modo de una deconstrucción de los significados trata de aclarar y reconstruir el sentido recto de la pregunta propuesta y, una vez ya expuesta la situación performativa previa del enunciado que la acompaña, sería inevitable que ahora nos adentrásemos en la inabarcable extensión semántica del concepto novela. No vamos por eso a volvernos locos al respecto y simplemente acataremos sobre el tema la definición que propicia el siempre ejemplar Diccionario de uso del español de María Moliner: “La novela es obra literaria en prosa en que se narran sucesos imaginarios pero verosímiles,enlazados en una acción única que se desarrolla desde el principio al fin de la obra” . La sabiduría filológica de Moliner no nos será sin embargo de mucha ayuda para no extraviarnos en el bulto de cuestiones que el último concepto en cuestión: recomendar, trae consigo, pues,si bien su diccionario aporta una buena delimitación del contendido:
“Recomendar: Aconsejar o indicar a alguien para bien suyo que haga o deje de hacer cierta cosa”, la problemática a la que su presencia en el enunciado nos abre no atañe tanto a su contenido semántico (por más que pudiéramos considerar que vivimos en tiempos en los que hasta aconsejar puede ser visto como una acción totalitaria por aquellos que en nombre de la sacro santa libertad individual sienten alergia extrema frente a la posibilidad de que alguien se pretenda autorizado a mover el ánimo de alguien en la dirección que sea) como a los complementos que rodean a la acción verbal que la pregunta introduce. Aquí la cuestión pertinente sería por tanto el a quién o quienes recomendar, en las circunstancias que se han venido desgranando, la lectura de una novela concreta, y sobre cuya elección versa en definitiva la pregunta que ha dado lugar a todo este largo introito, pues es evidente que el destinatario o destinatarios de la recomendación van a determinar el sentido y contenido de la respuesta. Conocer aunque sea de un modo general, el destinatario de un escrito que va a ser objeto de publicación no es algo fácil de lograr puesto que en el proceso de comunica-ción el momento de la escritura y el momento de la lectura corresponden a momentos y lugares que pueden estar muy distantes en tiempo y lugar, dando ocasión a que puedan ser totalmente dispares las condiciones del emisor y el receptor. Cabe sin embargo tomar en consideración el papel de “lugar de encuentro” que realiza el soporte en el que la comunicación tiene lugar, para poder orientarse sobre los perfiles aproximados de los lectores o lectoras que su publicación va a posibilitar. Y así, en este aquí y ahora, estamos por tanto, unos y otros, emisores y receptores, en un mismo espacio de encuentro: el periódico Mundo Obrero.
Quedaría así despejada la última dificultad comunicativa que el enunciado que da título a este artí-culo planteaba: los destinatarios de la recomendación son lectores y lectoras de la prensa del PCE y si suponemos –que por desgracia no es mucho suponer- que la difusión de tal medio difícilmente alcanza en estos momentos políticos espacios más allá de los que la militancia traza, bien podremos deducir que esa recomendación, a poca que sea su coherencia comunicativa, va dirigida a ese “Nosotros y nosotras, los comunistas” que precisamente porque queremos hacer la Revolución somos capaces de imaginarla y porque somos conscientes de las dificultades que tal decisión empeña agradeceríamos enormemente que alguien nos recomendara qué novela* leer hoy para mejor llevar a cabo esa doble exigencia: imaginar la Revolución, hacer la revolución, que son en realidad una sola tarea. Salud.

(*) Y de manera inevitable brota una nueva cuestión: ¿son novelas lo que más necesitaríamos leer si de verdad quisiéramos hacer la revolución?

Publicado en Mundo Obrero Enero 2013

1 comentario:

  1. Observo que este artículo fue escrito en 2013, cuando la Revolución tenía menos posibilidades que hoy. No sé si finalmente habrá Revolución en España, pero el momento es inmejorable. Yo creo que sí queremos hacer la Revolución, y que somos muchos, aunque también son muchos los que ni siquiera saben que quieren hacerla, y la novela me parece el instrumento idóneo para llegar a esos muchos que «ni siquiera saben que quieren hacerla» y que necesitan, por tanto, leer un tipo de novela que podríamos calificar de revolucionaria si es capaz de despertarlos.

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