Contratapa, que
algo queda.
La contra de
cubierta es un género editorial que se mueve entre el epitafio, el
certificado de bautismo y la carta de recomendación. Tiene de
epitafio el hecho de que alguien ajeno escribe sobre la última
página de un libro el resumen de su vida. A veces, eso sí, si el
editor es hospitalario, deja que el autor o la autora intervengan y
dicten el contenido de esa postrimería, oración fúnebre,
necrológica o punto y final. Como certificado de bautismo la contra
recoge los datos imprescindibles para que el libro circule por la
vida civil: nombre y apellidos, filiación, fecha y lugar de
nacimiento, raza, religión e ideología, género y diferencia
específica, vocación y target. Como carta de recomendación ofrece
encomios y alabanzas que puedan resultar atractivas para ese público
al que tanto quiero y tanto amo: brillo y tersura de la piel,
agilidad y ritmo, la textura de la voz seductora, ese ligero defecto
tan resultante, su buena educación y empaque, la expectativa de
éxito como certificado de nobleza.
La contra es el
género propio de nuestro (aunque de nuestro tenga poco) tiempo: suma
la ficción con el documento, el testimonio con el delirio, la
mentira con el deseo, la crítica con el halago, el mañana con el
retorno, el canto con el silencio, la publicidad con la autoayuda, el
imperativo con la ausencia, los adjetivos con el capital simbólico,
la biografía con la cuenta corriente, la identidad con el
autobombo, el blog con la unidad de destino en lo universal, la
literatura con la casa de citas, el éxito con la existencia, la
lista de libros más vendidos con el club de los editores muertos.
Si Kant dijo aquello
de que mentir solo está permitido cuando un autor te pregunta por el
juicio que te ha merecido su libro, la contra es ese vicio impune
donde los editores dejan de ser críticos frustrados y ponen gesto de
escritores sin vergüenza ni reparos. La contra es el género
patético por antonomasia porque deja patente las carencias, el
estilo y el deseo hacia el best-seller de tu prójimo. La contra es
un mensaje de miedo escrito con sangre venal, encerrado en una
botella opaca y arrojada al mar mercantil.
Porque los enemigos
del editor son tres: el éxito, el fracaso y la cuenta de resultados.
Y siete sus pecados capitales: las erratas, las sangrías, la
contratapa, las devoluciones, el presupuesto, la vanidad y las
comidas de trabajo.
Martín López
Navia: El editor editado. Edit. Penalufre. Lugo 2012.
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