Estigma,
menoscabo y caricatura de la militancia comunista en la novela de la Transición. Un acercamiento.
1.-
HISTORIA DE UN IDIOTA CONTADA POR ÉL MISMO o EL CONTENIDO DE LA
FELICIDAD1
Estigma:
marca o señal en el cuerpo. Desdoro, afrenta, mala fama. Marca
impuesta con hierro candente, bien como pena infamante, bien como
signo de esclavitud
La
novela, en todo su desarrollo, acepta el registro de la autobiografía
para contarnos los diversos momentos de su vida en los que el
narrador y protagonista entiende que tuvieron lugar sus encuentros y
desencuentros con la idea de felicidad. De su contenido resumiremos
tan solo el bloque narrativo donde hace memoria y balance de su
paso por la universidad, citando en largo aquellos momentos que
entendemos como más significativos de cara a su valoración de la
militancia política., cuando, después de hablarnos de su infancia y
primera adolescencia, pasa a narrar sus experiencia universitaria;
“La Universidad española, por el mero hecho de ser española, mal
podía ser una Universidad, de modo que ingresé en la Cualquiercosa
española, sección Ciencias, con la intención de hacer Exactas sin
poner los pies en el centro, ni en ninguna de sus secciones y
subsecciones, dado que tenía superada la felicidad pedagógica y
esperaba, en cambio, descubrir nuevos datos sobre una forma reciente
de felicidad a la que no tengo más remedio que llamar por su nombre:
la militancia política de extrema izquierda revolucionaria”.
Entiende además que los miembros de esa militancia “eran
decididos partidarios de la felicidad (social, internacional,
proletaria, planetaria) y, por tanto, unos beduinos errantes por la
polvareda del futuro, sin mejor oficio que la untuosa vigilancia de
prosélitos y militantes” y proseguirá explicando los resultados
de su conocimiento directo: Presentaban, como si de un fenómeno
circense se tratara, al Héroe Popular bajo el aspecto de un
tornero-fresador con mono azul —el cual, por cierto, se hizo
transexual en cuanto reunió cuatro duros y adoptó como nuevo
apellido el de «Andersen», encantador homenaje a la sirenita, otro
bicho con el sexo hecho un lío—, o incluso bajo el aspecto de El
Minero Asturiano —otro ejemplo mal elegido pues años más tarde se
dejaría crecer la corbata y figuraría como secretario general de
uno de los partidos comunistas, toda una carrera—, sin
consideración hacia los mineros y tornero-fresadores, los cuales son
como yo, es decir, enemigos declarados de la felicidad, por muy
proletaria que sea.
Mi
experiencia en el terreno de la felicidad planetaria fue triunfal. Y
el cenit lo constituyó una semana de trabajo —en realidad
conspiración y agit-prop— en una factoría de Sabadell en donde se
trataban pieles de cordero con fines que me siguen estando vedados.
En aquel estupendo ambiente, con un hedor que nunca más he podido
disfrutar, y en amable camaradería con los hermanos proletarios, nos
dedicamos, mi célula y yo, a instruirles sobre la miseria que
padecían y el futuro feliz que les esperaba, con sólo que se
dejaran matar un poco. Lo cierto es que a los cinco minutos nos
palmeaban la espalda al grito de «¿no te jode el estudiante?» y
pretendían llevarnos de putas. Al término de nuestra labor de
agitación y propaganda nos hicimos una foto y acudimos a
cobrar.
El empresario, un hombre tan parecido a Sánchez Bella que por un
instante creí estar soñando, nos entregó el sobre de estraza con
una invitadora sonrisa y susurró que nos había añadido algún
billete más que a los restantes hermanos proletarios, porque él
tenía un hijo en la mili y sabía lo que es pasar necesidad. El jefe
de célula (hoy conspicuo urbanista al servicio de una inmobiliaria
californiana) tuvo un movimiento altivo, pero nos lo llevamos a
rastras gritando «pues muchas gracias» hasta tenerlo encerrado en
el ascensor, en donde nos afeó la conducta mientras nosotros le
hacíamos ver la inexistencia de contradicción entre aceptar aquel
pequeño detrimento de la plusvalía patronal y el último discurso
de Fidel sobre la cosecha del siglo.
Magníficos
camaradas los de la militancia en la extrema izquierda
revolucionaria! ¡Así nos luce el pelo! En cuanto alguien ni
siquiera tan relevante como Sánchez Bella les ofreció una parcelita
de promoción pública, se dieron de codazos para entrar en Palacio.
España es hoy una así llamada democracia porque lo decidieron de
este modo los torturadores, los explotadores y los estafadores.
La
libertad conseguida como gracioso obsequio es un fruto venenoso; Adán
y Eva también recibieron gratuitamente su Paraíso, pero nuestros
primeros padres tuvieron la prudencia de decir «no, gracias» y
largarse a la desdicha, es decir, al hogar, a lo habitable. Nuestros
vendedores de felicidad planetaria tenían tan poca fe en su propia
mercancía que acabaron por comprar el producto de la competencia, el
contenido de la felicidad que vendía el enemigo”
2.-
La QUINCENA SOVIÉTICA2
Menoscabo:
Disminuir algo quitándole una parte, acortarlo o reducirlo. Causar
mengua o descrédito en la honra o en la fama. Deteriorar o
Deslustrar algo quitándole parte de la estimación que antes
tenía..
La
novela de Vicente Molina Foix aun teniendo un protagonista y narrador
identificado, cuenta la historia de un grupo de ocho jóvenes
militantes burgaleses del Partido Comunista que, obligados por la
caída de la cúpula del aparato provincial,se trasladan a Madrid
para seguir allí desarrollando su militancia - “Eramos todos
jóvenes, todos de poco más o menos de veinte años, pero en todos
estaba firme la conciencia política y el deseo de entrega a los
requerimientos del Partido”-. Cuatro de ellos, que han estudiado
las enseñanzas medias con beca, tienen como destino entrar en la
universidad mientras que los otros cuatro habrán de buscar trabajo
en fábricas y talleres. Entre ellos hay una sola mujer que a tenor
de la descripción que de ella se nos proporciona no será causa de
ninguna tentación sentimental - “la
camarada Marcela espantaba los sentimientos, excepto si cabe, los
fraternales con sus manazas de paisana joven que ha conducido bueyes,
su corpacho, sus tres dientes en falta”.
Todos ellos siguen las medidas correspondientes a las condiciones de
radical clandestinidad: “La consigna de los primeros meses de
infiltración fue hacerse pasar por miembros de una tuna
universitaria de provincias[...] Repugnaba a nuestros principios
vestir ese disfraz de cintas [...] cantando a los turistas
norteamericanos y recibiendo de ellos, peones del imperialismo,
enemigos de clase, dinero fuerte”,
Y
todos, al instalarse en Madrid sufren los cambios que produce el
trasvase de lo rural a lo urbano:
“La
ciudad es abstracta”, “ En la ciudad la militancia es menos
franca que en el campo, donde la entrega a cuerpo entero de sus
pobladores tiene en sí algo de profundo compromiso”. Cuando
empiece el curso la célula burgalesa se separará en dos grupos
distintos; los universitarios se matriculan en Derecho, los otros
cuatro que pasan a hacer agitación de base en una factoría de
Pegaso. Será después de la separación que empiecen los problemas:
“ en las aulas, aislados los cuatro estudiantes por estrategia,
aunque al tanto todos de la rutina de los restantes, hizo su
aparición la
vida personal.”
En
la facultad se integran con prudencia de neófitos en la
organización universitaria del Partido y atienden las consignas de
sus dirigentes: “nuestro
enlace del comité universitario, Rosa Laínez, una de cuarto vestida
siempre muy convincentemente de burguesa”.
Pero pronto la propia vida en las aulas les va introduciendo en el
ambiente de los movimientos estudiantiles de protesta y militancia
antifranquista. En el bar de Filosofía y Letras conocen , por
ejemplo, a los miembros de otras organizaciones de izquierda: “Allí
estaban los estudiantes que no
estudian pero
saben”,
“Su grupúsculo de ambigua denominación libertadora, “espontáneo”
y “abierto”, “anti-estalinista”, seguía una vía al
socialismo francamente tortuosa y aventurera”.
El
gobierno prepara un Referendum Nacional3
para la aprobación de la nueva Ley Orgánica del Estado y los recién
incorporados a la lucha estudiantil asisten a la concentración que,
en clave de humor grueso los del grupúsculo abierto y
antiestalinista, han montado. Entra la policía y se arma un enorme
revuelo que acaba con el asalto al despacho del decanato y la
intervención violenta de los grises y los fachas de Defensa
Nacional. Los militantes burgaleses, siguiendo indicaciones de sus
responsables evitan ”formar parte de esa acción precipitada llena
de riesgos y provocaciones contraproducentes”.
En
Navidad se reencuentran todos de nuevo “brindamos con sidra
mientras los camaradas obreros contaban conmovedoras escenas de
afiliación masiva en sus talleres”
y
al reanudarse el curso otra vez “la vida personal”, en esta
ocasión en forma de atracción amorosa, sale a su encuentro a pesar
de que ya su enlace les ha exhortado a evitar “las caras monas sin
nada aquí dentro que tanto abundan en esta facultad”.
El narrador, del que seguimos desconociendo su nombre, abandona los
verbos en persona de plural, el nosotros, para cambiar, al menos
momentáneamente, al singular: “Me
avergüenza decir que en febrero había encontrado novia. Cáceres,
el tercero del grupo, enseguida se dio cuenta. Sin duda porque él
mismo se había prendado de una coruñesa de ojos azules que leía
siempre en el tranvía libros de Freud, sin relación alguna con las
materias de clase. Así formamos una alianza tácita de mutua
ocultación frente a Marcela
y el cuarto de la clase,
López-López,
que no habían caído en los enredos del amor”.
Su novia, Marisa, era hija de un sastre militar, dato importante
para la posterior trama de la novela, y seguidor entusiasta del
Régimen
Poco
a poco la célula incrementa su actividad revolucionaria y después
de participar, con éxito, en los preparativos de una huelga para
reclamar la constitución de un sindicato libre de estudiantes en el
distrito, su responsable en la universidad, Rosa Laínez, les
comunica en nombre de la alta cúpula dirigente que, aunque
Comisiones Obreras cada vez tiene más implantación en las fábricas,
una parte de la Iglesia empieza a mostrar su disconformidad con el
régimen y hasta grupos capitalistas y financieros cuestionan los
métodos fascistas impuestos por Franco, no se estima adecuado
todavía la convocatoria de una Huelga Nacional Política pero se
convoca una gran acción subversiva, la Quincena Soviética, que el
Partido pondrá en marcha en estrecha colaboración con la
organización de los camaradas intelectuales, “quienes, por su
mayor madurez y preparación ideológica, están capacitados para
formar la vanguardia”.
Una iniciativa que va a implicar para los estudiantes y obreros
redoblar el tiempo y los esfuerzos que hasta el momento han dedicado
a sus actividades clandestinas a fin de preparar con intensidad su
participación en esa acción programada por el Partido. El grupo
burgalés se reune en una iglesia con camaradas de otras
organizaciones de obreros y estudiantes “pero el grueso lo formaban
los intelectuales, un poeta de verso libre que había cantado al
obrero asturiano, dos novelistas del Sur, .una ensayista vasca que
servía de enlace con los trabajadores de la margen izquierda del
Nervión, y un autor teatral de mucho éxito en los escenarios
burgueses de Madrid, el Comediógrafo del Día, el hombre que a las
siete entretiene a las damas con chascarrillos de adulterio y por la
noche contribuye a la revolución con las grandes taquillas de sus
obras.”
Mientras
tanto el protagonista, del que pronto sabremos, al sincerarse
emotivamente con su novia en la noche post-primeracoyunda, que se
llama Simón si bien ese es su nombre de guerra y en realidad se
llama Ramiro, se ha ganado la confianza de su futurible suegro y
empieza a frecuentar con asiduidad el taller donde este guarda sus
colecciones de ropa militar. Hace su aparición por entonces en el
escenario de la clandestinidad un nuevo dirigente del frente
intelectual, el apuesto Juan Anido, de pelo blanco y ligero deje
gutural, que expone que la Quincena Soviética consistirá en una
serie de jornadas culturales donde se realizaran distintos actos
literarios, conferencias y
proyecciones
semiclandestinas de cine soviético,
dedicadas
a “recapitular
las conquistas del comunismo en la URSS, homenajeando en el año en
que se va a cumplir el glorioso cincuentenario de la Revolución al
gran país fraterno”.
Ramiro-Simón,
que había ganado la confianza del padre de su novia entra, con
nocturnidad y alevosía, en el taller del sastre militar y roba trece
uniformes de la Policía Armada, de los
grises.
Asiste a una manifestación con la consiguiente carga de la
caballería de las fuerzas represivas el mismo día programado para
la intervención decisiva y central de La Quincena que va a
desarrollarse durante los actos de clausura de una jornadas
internacionales de Teatro que se están celebrando y a la que
asistirán tanto la crema de la intelectualidad madrileña como
importantes figuras del mundo cultural europeo. Se prepara “el
asalto al teatro de invierno”. Un grupo de militantes, disfrazados
con los uniformas que Simón ha robado, se reparten por el teatro
con el subterfugio de velar por su seguridad. Cuando la obra
finaliza, Rosa Laínez y otra camarada suben a escena y leen un
manifiesto antifranquista contra la represión de los derechos de
asociación y libertad sindical que es aplaudido por la sala de
manera mayoritaria. Un éxito. Los falsos policías, menos Juan
Anido, junto con las dos camaradas salen del teatro sin problemas,
pero Anido es finalmente detenido y a partir de su caída las
detenciones se ponen en marcha y Simón se ve obligado a iniciar su
“tocata y fuga” no sin antes ser víctima de una especie de
“caída del caballo” de ecos marcusianos - “Huida
al interior de uno mismo”
así como de una especie de revelación mística que tiene lugar bajo
los frescos de la iglesia madrileña de san Antonio de los Alemanes.
El Partido le facilitará su llegada a Valencia con parada en Mota
del Cuervo donde se une con otros camaradas que vienen huyendo de la
represión pasándose la noche contando, a modo de un Decamerón
Rojo, historias y experiencias. Los últimos capítulos de la novela
nos contarán su años de estancia en Valencia. Allí entra en
conocimiento con la camaradas Cuca quien se mueve en las ondas y
tendencias culturales más actuales, desde la poesía de Gil de
Biedma a los haikús dadaístas pasando por los psicotrópicos y que
le incita a “refundarse”, a ponerse al día: “¡Vapulearlo
todo, cargarse todo, y que caiga en pedazos lo que en nuestra verdad
pueda caer hecho pedazos.. (...) ¡Seamos creadores en el bien y en
el mal! No olvides que el mejor mal forma parte de la mejor verdad. Y
aun así haremos la revolución. ¿Cuál? ¡Ahí voy!.
Más
tarde se
reencuentra con el camarada Anido, huido de Carabanchel y a sus
órdenes reanuda su trabajo en el aparato de propaganda que reparte
material por los pueblos. Pero no todo será “transporte de
octavillas” pues la vida personal vuelve a salir, fatalmente, a su
encuentro: ve el mar por primera vez y vuelve a tener un momento de
transfiguración mística: “ La ruidosa compañía del mar era el
mejor estímulo de un estar conmigo que quería evitar”.
El
Partido sigue reclamando su colaboración para celebrar en Valencia
“el exacto Cincuentenario de la Revolución” y una nueva acción
reivindicativa se pone en marcha. Disfrazados con monos de trabajo un
nuevo grupo de camaradas pinta con nitrato de plata y por la noche la
hoz y el martillo en la fachada del palacete de la Lonja valenciana
para provocar que, cuando le dé el sol al nitrato, pueda verse el
signo comunista coincidiendo en el tiempo con un acto gubernamental.
La acción tiene éxito también pero más allá del éxito Simón
vuelve a sentirse raro y extraño y se aparta del entusiasmo de sus
camaradas. Vigilante el Partido,Juan le convoca para una cita donde
le soltará una diatriba que se mueve retóricamente entre la
reprimenda y la autocrítica con voz ajena : “El
hombre que organiza su vida sin contar con el otro es amoral; el
pequeño burgués. El muerto. El que no escucha la llamada de los
demás. Soy un observador por obligación, Simón ¡Simón! ¿ No
estarás cayendo en los fetiches del para-ti?. [...]. El Partido no
te pierde de vista, y te alienta, por mucho que lo que yo te digo te
parezca un freno. Solo te estoy pidiendo una cosa: sé indulgente con
tus camaradas, y piensa que ellos le tienen miedo a la soledad en la
que tu te rodeas”. El
protagonista, a pesar de la perorata, mantiene sin embargo su
desconcierto. Hacia el final de la novela hay de nuevo una caída en
el Partido, siempre con mayúscula, con nueva detención de Juan
Anido con la inevitable huida y refugio de la militancia en una finca
donde Simón y otros camaradas descubrirán una especie de
cueva-capilla-altar comunista erigida a modo de santa santorum en
recuerdo de un comunista desaparecido. La historia
se cierra con la llegada de la policía nacional justo después de
que “el
camarada-vigilante” les manifestase a modo de coda final que la
revolución “ Es cuestión de seguir probando. Nos falta práctica.
Si insistimos con toda la perseverancia del mundo. Si resistimos. Si
aprendemos bien lo que hay que hacer, aparecerá.
3.-EL
BUQUE FANTASMA4
Caricatura:dibujo
satírico en que se deforman las facciones y el aspecto de alguien.
en Mex: Película de cine hecha de una serie de dibujos animados que
simulan el movimiento.
En
primera persona Martín Benavente de Juan, el narrador y protagonista
de la novela El buque fantasma, rememora, más veinte años
después, un momento de su vida que tuvo lugar en la estación de
tren de V: “Fue cuatro días después del atentado a Carrero
Blanco, el mismo día de Nochebuena por la mañana”. La
estación estaba llena de policías que buscaban a los cabecillas de
la Universidad. Algunos de ellos ya habían sido detenidos y uno de
ellos, Gaztelu, había delatado a sus camaradas, entre ellos a ese
narrador y protagonista que ese día está en la estación después
de haberse escondido en casa de un tío suyo. Allí en la estación
ve como se le acerca un policía de la Brigada Político-Social y
aguantando el miedo aparta con el pié el bolso de viaje pues “Esa
mañana había tenido la inspiración de meter en él unos números
de Pekín informa,
algunos más de Nuestra lucha
y, por espíritu ecuménico, uno o dos «mundos obreros».
Afortunadamente sale bien librado del encuentro y constata con
decepción la pasividad curiosa de la gente que, sin acercarse, se
había dado cuenta del suceso - “Los mirones se dispersaron
decepcionados. Casi seguro que a los muy miserables les habría
gustado verme detenido, sólo para tener luego algo extraordinario
que contar al llegar a sus casas”. Mientras,
él mismo se siente mortificado “por la indignidad de
haber sido, por pánico, simpático con quien únicamente podía
repugnarme”.
Un
año y medio antes de ese episodio, Martín había llegado a esa
ciudad para estudiar en la Universidad, alojándose en un principio
en casa de su tío Narciso, veterinario un tanto peculiar, de
posición económica desahogada y con buenas relaciones con las
autoridades franquistas de la provincia. Martín, que ha venido
cargando en su maleta con libros de Engels, Freud y Tamames, tiene el
propósito de encontrar por medio de su tfamiliar trabajo para
pagarse la carrera -“yo
estaba sinceramente convencido de que pagando mis estudios con el
sudor de mi frente contribuía tanto a remediar las injusticias
sociales en el mundo como a una más pronta llegada del comunismo a
España. Porque una cosa era segura: el comunismo acabaría por
llegar a España y yo lo recibiría en una fábrica. Eso por
descontado”.
En
la Facultad conoce a José Rei – Había algo en él que
recordaba a uno de esos revolucionarios irlandeses. No sé. Quizás
esa fatalidad de los que tienen una causa justa, una juventud hermosa
y la audacia en los ojos, pese a lo cual no pueden evitar ser unos
perdedores sin remedio. Había algo en su mirada que lo delataba
así.- que le va a poner en
contacto con dos militantes, Gabriel y Gaztelu, de la organización
política en la que participa -Gabriel era una persona
rara, un rigorista.... escribía con la izquierda, no fumaba, no
bebía nunca, no iba al cine jamás, no salía nunca por la noche,
nada.... Usaba el violín únicamente para interpretar en él unas
versiones inquietantes y poco humanas de la «Internacional» y otros
himnos revolucionarios que elevaban su moral y exaltaban su ardor
combativo. Tampoco se reía nunca.- En
Reí martín encuentra una especie de mentor político - “Fueron
desde luego días muy provechosos. Y así fue también como me
explicó Rei las diferencias que existían entre una sociedad feudal
y otra industrializada,.. “ y
a la vez un amigo y confidente -” Yo tuve que confesarle
que no había tenido hasta el momento ninguna novia, pero que no lo
descartaba y que desde luego me gustaría que también fuera fija”.
Poco a poco nuestro
protagonista se va vendo implicado en la actividad política de sus
nuevas amistades -Había también un problema añadido. Rei
y Gabriel empezaron, cada vez con mayor frecuencia, a pasarme
propaganda ciclostilada”.- y
pronto Reí le hace la propuesta de organizarse en la Juventud
Comunista, que
acabará aceptando con un tanto de miedo a a la vez que se siente
atraído por el peligro y la vanidad -
“Qué lástima que la clandestinidad tenga que ser clandestina. Que
pena que el mundo no pueda conocer mi secreto.....arrancarle a una
admiradora un pequeño “olé. Qué le vamos a hacer”.
Empieza entonces a vivir y sufrir las incoherencias y absurdos de
la militancia y el enfrentamiento sectario entre revisionistas y
maoistas, el irracionalismo de los partidos comunistas – No
hagas preguntas. Eso es la disciplina de partido, el centralismo
democrático- y siguiendo las
consignas de la organización – Tenemos que conocer mejor
a todo el mundo. Hay que trabajar con la gente- entra
en contacto con dos compañera vascas, las hermanas Lola y Celeste: “
A mi me parece que eran las más guapas de clase, de modo que empecé
mi trabajo por ellas”.
A
partir de ese momento la historia de militante Martín Benavente De
Juan se estructura a través de un nuevo eje, el sentimental que se
suma y co-funde con su trayecto existencia: “No puedo
decir que la universidad española se portara mal conmigo: en el
primer trimestre me hizo marxista-leninista-pensamiento maotserung y,
a la vez, un enamorado clásico, es decir, romántico, desesperado,
doliente.” “ Me
veía a mí con las dos, con Lola y con Celeste, viviendo y durmiendo
con ellas, que me aceptaban sin problemas. Me imaginaba un comunismo
ideal, un día con una, otro con otra, otro con las dos, sin orden,
sin prejuicios, sin fines, con la cama sin hacer todo el día”.
Un momento de desidia en el puesto de trabajo que el tío finalmente
le consigue provoca la perdida temprana de ese empleo y el abandono
del domicilio familiar . En estas circunstancia da comienzo su
relación con una mujer madura, bella y de “clase social alta”,
Dolly, con la que tiene su primera experiencia sexual plena y con la
que va a establecer una relación que basculará entre la amistad y
el sexo. En el entre tanto, la actividad política se centra en la
preparación de las interminables asambleas de estudiantes: “ En
los dos meses de clase habríamos hecho ya unas treinta o cuarenta
asambleas, de clase, de grupo, de curso, de comunes, otra vez de
clase, luego de facultad, luego de grupos, que resultaba imposible
aburrirse”
Entiendo
que con lo resumido hasta el momento de la historia de este
personaje Martín Benavente De Juan que la novela desarrolla, se ha
ofrecido materia narrativa suficiente para que el lector de este
breve ensayo se haga “una composición de lugar”. En el
posterior desarrollo de la historia de Martín habrá espacio para
narrar una manifestación estudiantil - “Apretamos más
aún las filas. Gritamos todavía con determinación más enérgica.
Si hubiera sido a voces, las cosas en España habrían cambiado
aquella misma mañana”- dar
cuenta del desvanecimiento de sus
relaciones con Lola y de los acontecimientos que origina la delación
de uno de los camaradas. También se nos dará a conocer la
permanencia de sus encuentros con Dolly, su traslado a vivir en una
pensión, la relación entre Rei y Celeste y la rutinaria
cotidianidad revolucionaria: “Y así fue transcurriendo
el curso. Asambleas, exámenes parciales, conatos de manifestación
que duraban dos o tres minutos, cursillos leninistas, reuniones de
célula. Lo de costumbre”.
A
nivel argumental la novela se cerrará con su implicación en la
detención de un compañero de piso, la detención de Rei, el
desenamoramiento de Celeste, la falsa acusación de confidente de la
policía, su entrada a trabajar en sucursal provincial del diario
Pueblo, la desconfianza de sus camaradas y el apartamiento de la
actividad política, su tristeza al “ver a mis viejos
camaradas destrozados e inanes sobre el asfalto de la existencia”
para finalizar la historia con
las críticas, decepciones y
desilusiones de Rei, su desencanto final y su esperable suicidio.
II.
Más acá o más allá del desencanto.
La
elección de estas tres novelas para la realización de este
acercamiento y estudio del tratamiento de la militancia comunista que
se lleva a cabo en la narrativa española de la transición, pretende
evitar lo que de arbitrariedad personal toda selección supone, en
arás de concederles una significación que supla los límites y
limitaciones que el acercamiento reconoce. Es evidente que la
constelación de novelas en las que la militancia política es
abordada con mayor o menor intensidad va mucho más allá de lo que
esta trinidad recoge. De algunas de ellas hablaremos a la hora de
analizar las tres que se proponen pero otras muchas quedan fuera de
esta oportunidad. Al respecto parece insoslayable citar de manera
prioritaria el trabajo El desencanto en el PCE de la
Transición analizado a través de la novela y el cine5
realizado por el profesor
Marcello Caprarella que, en cierto sentido, marca las coordenadas
analíticas desde las que hemos abordado nuestra reflexión aunque,
en nuestro caso, hemos ampliado, más allá del PCE, nuestra mirada
hacia otras militancias comunistas. En la novela de Azúa
expresamente se habla de militancia de extrema izquierda, en La
Quincena Soviética no hay dudas
de estarse ocupando de la militancia en el PCE, mientras que en El
buque fantasma se habla de un
grupo de filiación maoista, a la izquierda del PCE.
Es
fácil apreciar que los resúmenes que hemos ofrecido de cada una de
las tres novelas han buscado claramente resaltar aquellos perfiles
que ponen de manifiesto las posiciones estéticas, y por tanto
políticas y morales, con que se aborda el tema de la militancia
comunista. Son, han querido ser en ese sentido, resúmenes
argumentales no porque resuman el argumento narrativo, aunque
también, sino porque se constituyen como pruebas argumentales de ese
menoscabo, estigma y caricatura que las caracteriza.
Sin
duda el mismo hecho de que las tres novelas se integren en ese
subgénero que podemos nombrar como novelas de la militancia
estudiantil durante el franquismo, explica la repetición en cada
una de ellas de lo que Capraella denomina “convenciones
argumentales” entre las que fácilmente podemos señalar: el
entusiasmo inicial, la universidad como espacio iniciático, la
captación de los nuevos militantes, el destacado rol de la
atracción amoroso y sexual en la convivencia grupal y de manera
especial entre militantes de distinta “extracción social”, los
escenarios de la protesta intraniversitaria, las manifestaciones, la
represión brutal de la policía, las huidas, las detenciones, “la
caída” como clímax, la rigidez , vigilancia y puritanismo de las
organizaciones respecto a la vida privada de los militantes, la
autocrítica como autorepresión, el dogmatismo y acartonamiento en
las exposiciones ideológicas, la repetición rutinaria de fórmulas
doctrinales, las delaciones, el proceso de desengaño, la
decepción, el abandono final.
Que
estos elementos aparezcan como lugares comunes nada tendría de
extraño en una narrativa que limita su espacio dramático a un mundo
tan concreto como supone el mundo universitario de los años finales
del franquismo. En todo caso a esta reiteración de topoi y tópicos
difícilmente se le podría achacar esa visión negativa de la
militancia que el título de esta exposición anuncia. Si acaso
reproches de corte estético como el que apunta la voz narrativa de
la que se sirvió el escritor Isaac Rosa en su novela El
vano ayer6
al
abordar el tema: ”Atención:
la mecánica repetición narrativa, cinematográfica y televisiva de
ciertas actitudes, roles o simples anécdotas descriptoras de un
determinado fenómeno o período consigue convertir tales elementos
en tópicos, más o menos afortunados clichés que, cuando son
utilizados en relatos que no van más allá del paisajismo o el
retrato de costumbres (dentro de un tránsito tranquilo por géneros
habituales), provocan a la vez el malestar del lector inquieto y el
sosiego del lector perezoso. Mientras este se acomoda en unos
esquemas que exigen poco esfuerzo y en que reconoce a unos personajes
bastante ocupados en conservar el estereotipo, el lector inquieto se
desentiende con fastidio ante la enésima variación -pequeña
variación además- de un tema viejo, como una cansina representación
de esa commedia dellàrte en que hemos convertido nuestro último
siglo de historia”
Ocurre
sin embargo, y entiendo que los resúmenes ofrecidos son testimonio
más que suficiente, que no trata solamente de lugares comunes,
semantemas propios de género “novelas de la oposición al
franquismo”, sino de decantaciones ideológicos que manifiestan
lecturas y prejuicios extranarrativas que tiñen la mirada de los
narradores que en las tres novelas rememoran en primera persona
hechos y actitudes que tuvieron lugar en años ya muy distantes
biográfica y mentalmente del momento en que la rememoración se
inicia. Sobre ese distanciamiento entre los hechos narrados y el
momento de la rememoración volveremos luego. Quisiera ahora seguir
reflexionando sobre el carácter distorsionante que tiñe los
semantemas propios de este subgénero que conforman “las novelas de
la oposición al franquismo” y que por acumulación funcionan como
elementos de degradación de propia actividad política, la
militancia, sobre las que se construye su eje narrativo.
Algunas
interpretaciones y autointerpretaciones al respecto se apoyan en el
carácter irónico de las poéticas desde las que esa novelas se
habrían construido. Entiendo que la ironía7
es en principio forma de decir lo que no se puede decir. Dice lo que
no se dice. Decir otra cosa de lo que dice. Pero lo que define el ser
de la ironía no es tanto su función retórica, su efecto, sino la
situación que la provoca. La ironía es, en origen, el hablar del
débil delante del fuerte. No es un recurso que el débil use para
hablar al fuerte sino un código encriptado utilizado por los débiles
en una
situación marcada por la presencia siempre vigilante del poder. Ese es el terreno constituyente de la ironía: la situación de desigualdad. La ironía en ese contexto jerárquico es el medio que tiene cualquier hablante de ir en contra de la ley o la norma sin tener que asumir las represalias que conllevaría una incitación al combate. Sin embargo en los textos de las tres novelas comentadas el recurso a la ironía nada tiene que ver con la desigualdad ni con la voluntad de debilitar la posición del poder y sus discursos. Su función en esas novelas, y en otras que ahora no vienen al caso, responde más a una estrategia exhibicionista – de ahí el auge de la autoironía, tan abundante en esa narrativa en primera persona que nos ocupa- que a la construcción de una obligada clandestinidad semántica. La ironía entre iguales, entre el narrador y los lectores en unas condiciones comerciales de libertad de expresión, no es ironía sino complicidad, guiño de identidades, muestra de pertenencia, ornato gratuito que a nadie pone en peligro, que nada oculta porque gusta precisamente de mostrarse como inteligencia compartida y que, encantada de haberse conocido, no hace otra cosa que mirarse en el confortable espejo de un superioridad moral, estética o política.
situación marcada por la presencia siempre vigilante del poder. Ese es el terreno constituyente de la ironía: la situación de desigualdad. La ironía en ese contexto jerárquico es el medio que tiene cualquier hablante de ir en contra de la ley o la norma sin tener que asumir las represalias que conllevaría una incitación al combate. Sin embargo en los textos de las tres novelas comentadas el recurso a la ironía nada tiene que ver con la desigualdad ni con la voluntad de debilitar la posición del poder y sus discursos. Su función en esas novelas, y en otras que ahora no vienen al caso, responde más a una estrategia exhibicionista – de ahí el auge de la autoironía, tan abundante en esa narrativa en primera persona que nos ocupa- que a la construcción de una obligada clandestinidad semántica. La ironía entre iguales, entre el narrador y los lectores en unas condiciones comerciales de libertad de expresión, no es ironía sino complicidad, guiño de identidades, muestra de pertenencia, ornato gratuito que a nadie pone en peligro, que nada oculta porque gusta precisamente de mostrarse como inteligencia compartida y que, encantada de haberse conocido, no hace otra cosa que mirarse en el confortable espejo de un superioridad moral, estética o política.
Claro
que se podría alegar que precisamente esas novelas recurren a la
ironía porque se enfrentan al poder real o simbólico que la
militancia comunista detentaría en los momentos en que esa novelas
aparecen, 1986, 1988 y 1992. Nada más alejado de la realidad como ya
veremos cuando acudamos a la palabra de los historiadores que se han
interesado por el tema. En esos momento es el PSOE el que ha
acaparado prestigio y hegemonía mientras que las organizaciones
comunistas sufren un fuerte deterioro de su imagen pública y
política. Precisamente son los momentos de dominio cultural de un
PSOE que como organización ningún relato de oposición, de
militancia antifranquista, puede ofrecer. En esas situaciones la
ironía deja su lugar al sarcasmo que es procedimiento retórico que
parte también de una situación de desigualdad pero en condiciones
absolutamente contrarias a la ironía, pues el sarcasmo es el recurso
de un fuerte contra el débil y está encaminado a provocar el
aplauso y el reconocimiento de los otros fuertes que participan en la
escena. Fuertes contra débil. Un punto de partida propicio para la
producción de burla y crueldad. Burla y crueldad dirigidas hacia
alguien, las militancias comunistas, que ostenta una posición más
débil son formas de dominio semántico y narrativo. La crueldad es
una forma de catarsis aristocrática, funciona de arriba abajo. Como
versión retórica de la crueldad gratuita el sarcasmo es también un
recurso que crea reconocimiento y recuento entre los que detentan
poder y es quizá por eso que suelen utilizarlo los que se sienten
inseguros de tal pertinencia. El sarcasmo devendría
entonces
más que muestra de dominio, gesto servil y disfraz del miedo,
atemorizada impotencia, jactancia vana.
No
se debe por tanto, ni a la presencia de esos semantemas en el
entramado de la acción narrativa, ni a la comparecencia de una
mirada inquisitiva e interesada en dar cuenta de los errores, por
exceso o defecto, que se hayan podido dar en los movimientos y
militancias antifranquistas, lo que provoca que en estos tres novelas
la militancia aparezca, se revista y se ofrezca como un fenómeno más
necesitado de estudio psicológico que de reflexión política. Aquel
idiota - opinará Azúa de su
protagonista- que había creído en todas las mentiras
ideológicas con el único fin de no tener que comprometerse con su
propia vida y empuñar su responsabilidad. Esos
mismos elementos que el subgénero parece desprender y el
cuestionamiento de la militancia están presentes en otras novelas de
esa misma constelación narrativa sin que la estigmatización vía
ridículo aparezca como recurso de mediación casi único entre el
texto y el lector. En novelas como La Larga Marcha
de Chirbes, El vano ayer de
Rosa o en la reciente El Grupo
de Ana Puértolas, la militancia muestra ángulos de complejidad
suficientes para que el lector asuma su problemática política y
human aunque sea también verdad que no faltan en ella esa
convenciones argumentales tan tópicas como la utilización de
subtramas amorosas que se co-funden con la militancia: “La
verdad es que, a finales de aquel curso, las parejas habían empezado
a tejerse y destejerse velozmente: se inició el baile sentimental y
político con extrema animación. La gente se afiliaba con
precipitación a las organizaciones políticas y también al amor”8,
“…..fueron los universitarios, que cayeron los primeros,
seguramente por su imprudencia… en esa última reunión, cuando
llegamos nos lo encontramos allí con su novia, que era muy buena
chica y muy comunista y todo lo que quiera, pero qué pintaba en
aquella reunión , que era sólo de los enlaces de sector”,9,
“El entusiasmo amoroso crecía con el ardor revolucionario, y,
juntos, pasaban de preparar un cartel antiimperialista apara colocar
en la delegación de estudiantes o en el barrio a otras actividades
menos combativas pero no menos arrebatadas”10.
En
estas últimas novelas hay al menos una voluntad, lograda en mayor o
menor medida, de alcanzar una comprensión de la militancia política
que evita la tentación de caer en el regusto por la sátira o el
pastiche, mientras que las tres seleccionadas la oṕtica narrativa
va encaminada no a la comprensión sino al descrédito y, por
consiguiente, su objetivo y efecto no es la narración del
desencanto como fenómeno que históricamente sobrevino como efecto
colateral de la “normalización democrática” sino la
neutralización y degradación estética de la militancia y el
compromiso político. Es ahí donde este acercamiento se aproxima al
excelente ensayo de Marcello Capraella ya citado al mismo tiempo que
se aparta de algunas de sus predicados.
*
III
la oposición antifranquista, entre la historia y la narrativa.
Comentábamos
antes la necesidad de tener en consideración la diferencia de
tiempos de la narración que encontramos a la hora de abordar las
tres novelas seleccionadas. Localizar el año en que transcurre la
aproximación del protagonista de la novela de Félix de Azúa a la
militancia resulta dudoso. Por un lado habla de Sánchez bella como
Ministro de Educación cuando este personaje del franquismo nunca fue
Ministro de Educación sino de Información y Turismo entre 1969 y
1973, por lo que habría que ubicar las experiencias de su
protagonista en el campo de la extrema izquierda dentro de esa
horquilla temporal. La Quincena Soviética
ubica de modo claro el calendario de su acción puesto que la
acción tiene como eje el año, 1967, en
que se celebra el Cincuentenario de la Revolución de 1917, y en El
Buque Fantasma se
nos dice que la
peripecia se inicia cuando “El Proceso de Burgos (1970) estaba
todavía muy cerca). Por consiguiente podemos afirmar que las tres
historias transcurren durante la última década del franquismo.
Sobre
ese período los historiadores que han analizado las actividades de
la oposición al franquismo señalan algunas características tanto
de la oposición política en general como de la la estudiantil y
universitaria. Así Juan Andrade al estudiar el papel del PCE11
en los cambios que van a a afectar a los intelectuales y estudiantes
expone que “Razones de distinto tipo y envergadura
explican esta afluencia de intelectuales a las filas del PCE.
Conviene tener en cuenta que en las décadas de los sesenta y setenta
se produjeron cambios en la estructura socioeconómica por impacto de
lo que se dio en llamar la revolución cietífico-técnica, en virtud
de la cual los trabajadores intelectuales se masificaron y
proletarizaron, entrando en contradicción con el marco de relaciones
vigentes”, “Durante la segunda mitad de los sesenta los
comunistas desempeñaron también el papel determinante en la
constitución de sindicatos democráticos de estudiantes...[...} La
experiencia de los sindicatos democráticos languideció en los
setenta como consecuencia, entre otras cosas, de la irrupción de
perspectivas ideológicas radicales de inspiración sesentayochistas
que provocaron la atomización del movimiento estudiantil y la
ascendencia sobre él de organizaciones que se situaban a la
izquierda del PCE. Para Eduardo
González Calleja12
la protesta estudiantil antifranquista que tiene como centro la
desaparición del SEU y la creación de Sindicatos democrático “se
convirtió en una auténtica “cuestión universitaria”, abriendo
desde febrero de 1965 “un período de revuelta permanente, una
especie de crisis endémica de la vida “normal” en la
Universidad”, “ A
partir de 1965 comenzaron a aparecer en los campus grupos radicales a
la izquierda de un PCE [...] Mientras que hasta 1966-67 el PCE quería
que se participara en la elecciones oficiales a través de comisiones
y plataformas para después proclamar el SDEU como sindicato único y
Unitario, los grupos a su izquierda aceptaban esa táctica sólo para
los centros más atrasados”. Y
Gregorio Valdevira13
no duda a la hora de afirmar
que “Sin duda, las mayores movilizaciones y las más
graves alteraciones del orden y, desde luego, las más numerosas,
contra el régimen de Franco fueron protagonizadas por los
estudiantes. En aquel tiempo de silencio, de miedo e inseguridad, de
más de dos décadas, casi las únicas voces de disenso que se oyeron
fueron las de los estudiantes universitarios [...] El impacto de la
oposición universitaria fue superior a los demás por su
continuidad, la proyección de su protesta en la calle, en la que
libraba auténticas batallas con la policía, el descontrol, la
intransigencia y la política utópica y radical de un largo período,
su influencia en las clases medias y su resonancia en los medios de
comunicación”
Pues
bien, asumiendo lo que estos historiadores constatan acerca del
papel tan positivo de las movilizaciones estudiantiles en la
resistencia antifranquista, parecería coherente denunciar como una
falsificación narrativa esa visión llena de descrédito, burla e
irrisión que en estas novelas se encuentran. Entre los que los
libros de historia nos dicen y lo que estás novelas reflejan parece
haber algo más que una contradicción pues dan la impresión de
estar referiéndose a dos mundos políticos y morales diferentes;
uno lleno de ingenuidad, torpeza y manipulación y otro repleto de
entrega, coraje y firmeza. Para resolver tal incoherencia sin caer
en la denuncia paranoica, por “conspiración narrativa”, de esas
tres novelas parece conveniente acudir de nuevo a la distancia
temporal que se produce entre los hechos narrados y el momento en que
esos hechos son rememorados por esos narradores en primera persona
que los tres autores eligen como voz narrativa. En todos los casos
han transcurrido más de tres lustros y en el interim en España se
ha producido la muerte del dictador, el cambio de Régimen, la
aprobación de la Constitución de 1978, la entrada en la Comunidad
Europea y la llegada al gobierno del Partido Socialista Obrero
Español. Cabe por tanto pensar que es la nueva situación, “la
normalización democrática” la que permite e impulsa ese mirar
atrás con burla, desdoro, desconsideración y marcada altanería
hacia ese fenómeno político, la militancia comunista al que en
ningún caso estas tres novelas - y no solo ellas- parodian y
denigran. Cabe sumarse a la opinión que a propósito de la novela de
Muñoz Molina El dueño del secreto
expresa Justo Serna cuando sugiere que “ los narradores
cuentan algo más o menos remoto que les afectó profundamente.
Cuando lo rememoran tiempo más tarde, ya disfrutan de cierto acomodo
o de cierta estabilidad: estabilidad mediocre, pero aceptable”.
Estaríamos ante lo que Serna denomina “el antifranquismo
imaginario”, ante unas muestras narrativas representativas de la
mirada hacia el pasado político que la llamada transición
democrática española produjo como narración global. Entiendo que
esta perspectiva permite entender mejor el magma cultural, político
y narrativo que la transición va a escribir como relato hegemónico.
La propia postmodernidad como espacio ideológico y cultural sin duda
ayudó a la creación de unas subjetividades colectivas en las que el
compromiso político, la ideologías transformadoras, el comunismo en
cualquiera de sus versiones, se arrinconaron como muebles obsoletos y
trasnochados. En apenas unos años la militancia comunista, como el
propio marxismo o la idea de revolución, se vieron descalificadas
como espacios muertos, groseros, feos, antiguos. Lo que estas novelas
revelan, más allá de sus valores literarios, escasos en algún
caso y mas apreciables en otros, es la desvalorización de aquellas
ideologías que trataron y tratan de construir una vivencia a partir
del ser como un ser y un estar entre y con los otros. Al fin y al
cabo son novelas que abordan un hecho, la militancia, que no deja de
ser una expresión del “nosotros” como valor de vida. Unas
experiencias del nosotros que han sido narradas en un momento en el
que el yo se ha convertido en el paradigma dominante. Algo que
casi proféticamente la camarada Cuca en La Quincena
Soviética anuncia y propone al
desorientado camarada Simón hacia el final de su historia:
Pero ¿y tú?. Tu tú. Mi yo. El él de él. De éste, de aquél.
¿Dónde los metemos? Todo hay que interpretarlo. Buscar nuestros
significados a las viejas palabras aprendidas, y si son distintos
pues que lo sean”.
IV.
La novela tiene razones que la verdad no comprende.
Iniciamos
esta reflexión adelantando que la utilización casi única de las
tres novelas seleccionadas conllevaba el importante riesgo de que
cualquier generalización resultaría sospechosa, aun cuando les
otorgaramos la condición de textos significativos para poder
acercarse al tema de la militancia antifranquista en la novela
española de la transición. Sin duda que para extraer conclusiones
menos dudosas será necesario realizar un chequeo más exhaustivo de
nuestra narrativa. Pero, aún con esas limitaciones esperamos que
esta aproximación coloque al menos sobre el tapete literario, en
compañía de otros trabajos de indudable mérito, el tema de la
novela y la representación de las realidades políticas en el
tardofranquismo. No quisiera sin embargo cerrar la exposición sin
referirme a dos problemas que entiendo atañen a esa narrativa de la
oposición.
Por
un lado constatar que la lectura del repertorio de novelas que tienen
su tema en esa área histórica permite constatar una carencia muy
señalada al comprobarse que la mayoría de ellas se centran en
personajes pertenecientes al mundo de la juventud universitaria, lo
que indudablemente reduce su alcance.
Al
investigar la cuestión de la defección o abandono de la
militancia el profesor francés Oliver Fellieule recuerda que en
todas las biografías marcadas por un tiempo de militancia es
necesario prestar atención a las tres áreas biográficas en las
que la actividad inevitablemente incide: la participación política,
la vida en familia, y la vida profesional. La elección del espacio
estudiantil como objeto de la narrativa de la militancia introduce
serias reservas a la hora de establecer su relevancia y repercusión
pues, aunque suelen prestar la atención más o menos necesaria para
que se conozca su participación política14,
en lo que atiende a su vida familiar no suelen ir más allá del
tópico de la ruptura con la familia conservadora o de la
introducción ya señalada de subtramas de amor, pasión y atracción
sexual que alteran y pone en cuestión la normalidad de una
militancia que se presenta como valor por encima de cualquier otro.
En las tres novelas estudiadas abundan las limitaciones señaladas al
tiempo que podemos observar una ausencia casi absoluta de aquello
hechos y situaciones que tengan que ver con la vida profesional por
cuanto un personaje estudiante se corresponde con una situación
anterior al inicio de esa vida profesional.
Este
hecho es el que da lugar al segundo de los problemas que pueden
observarse en nuestra reciente narrativa del antifranquismo: la
ausencia casi absoluta de protagonistas o personajes pertenecientes
al mundo del trabajo, ya del sector primario (que sin embargo dio
lugar en la primera mitad del siglo XX a toda una narrativa que tiene
en Los
campesinos
de Joaquin Arderíus, en Requiem
por un campesino español
de Sender o en La
mina
de López Salinas tres excelentes referentes), ya del sector
servicios (con la relevante y excepciona novela de Fernando Díaz
Panfleto
para seguir viviendo),
ya del sector industrial que aparece como un territorio casi virgen
desde el punto de vista narrativo (aunque cabría citar como singular
muestra Komatsu
PC-340
de Javier Mestre).
Los
trabajadores como clase social son los grandes ausentes de nuestra
narrativa. Cierto que en La
larga Marcha y
en La
caída de Madrid de
Chirbes o en
El grupo de
Ana Puértolas,
aparecen
figuras de trabajadores, pero siempre desempeñando un papel
secundario en la trama y sin que nunca asistamos al desarrollo de su
actividad como militantes en su propio espacio y ambiente de trabajo.
En La
mano invisible
el escritor Isaac Rosa parece hacerse consciente de esta carencia
sistemática y aborda, aunque desde perspectivas más alegóricas
que realistas el mundo del trabajo.
Parece
casi evidente que las poéticas de la novela hoy más establecidas
buscan los elementos novelescos que faciliten la lectura a sus
posibles clientes. La co-fusión del entramado político y el
entramado amoroso sexual responde sin duda a esos planteamientos que
buscan más la seducción del cliente lector que la densidad
representativa necesaria para dar cuenta de una relación social
complicada. Más allá de las reservas ideológicas mencionadas, las
novelas actuales han venido favoreciendo la atención prioritaria a
los movimientos del yo individual, desconfiando de cualquier
condición que moleste a los necesarios egoísmos que la vida
competitiva impone. En esas poéticas narrativas centradas en el yo
se mueve nuestra actual narrativa, pero no deja de ser posible, y ya
han aparecido textos en en esa dirección, que la crisis económica
del 2008 dé impulso a nuevas formas de militancia que a su vez den
lugar a novelas representativas de este momento político. Esperemos.
1 Esta
novela de Félix de Azua fue publicada por la editorial Anagrama en
1986.
2
El
7 de Noviembre de 1888, La
Quincena Soviética
fue galardonada, por unanimidad, con el VI Premio Herralde de Novela
por un jurado compuesto por Salvador Clotas, Juan Cueto, Luis
Goytisolo, Esther Tusquets y el editor Jorge Herralde.
3
Hace referencia al Referendum sobre Ley Orgánica del Estado
celebrado el 14 de diciembre de 1966
4
En
Abril de 1992, diecisiete años después de la muerte del General
Franco, catorce después de la probación de la Constitución
Española y diez después de la llegada del primer gobierno
socialista al poder, se concede el VIII Premio de Novela
Internacional Plaza&Janés a la novela El
Buque fantasma
de Andrés Trapiello. El jurado que perpetró el premio estaba
formado por Soledad Puértolas, Néstor Luján, Manuel Gutiérrez
Aragón, Enrique Badosa como secretario y Enrique Murillo como
presidente,
5 CAPRAELLA,
M,. “EL DESENCANTO EN EL pce EN LA Transición, analizado a través
de la novela y el cine”, en M. Bueno, J. Hinojosa y C. García
(Coords) Historia del PCE. I Congreso (1920-1977), vol II, Madrid,
FIM, 2007
6 Rosa.
I. El vano ayer. Edit Seix&Barral. Barcelona,2004
7 LA
IRONÍA, EL GATO, LA LIEBRE Y EL PERRO, Bértolo, C. Revista Dossier
Edición UMP. Santiago de Chile 2007
8 CHIRBES,
R. La larga Marcha. Anagrama. Barcelona 1996
9 ROSA,
I. El vano ayer, Seix&Barral, Barcelona 2004
10 PUÉRTOLA,
A. El grupo, anagrama, Barcelona 2016.
11 ANDRADE,
J. El PCE y el PSOE en (la) transición. Siglo XXI. Madrid 2015
12 GÓNZALEZ
CALLEJA, E. Rebelión en las aulas. Alianza Editorial. Madrid 2009
13 VALDEVIRA,
G. La oposición estudiantil al franquismo, Editorial Síntesis.
Madrid 2006
14
Pero conviene hacer notar que la inclinación de esta narrativa a
retratar la militancia correspondiente a pequeños partidos o
grupúsculos inevitablemente le resta potencia y representación.
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