Sísifo y la Lotería
Cada decepción, si puede llamarse decepción a lo que realmente se
vivía como incredulidad, no daba lugar una perdida de fe o confianza
sino, muy al contrario a reforzar un convencimiento íntimo de que si
bien en esa ocasión no hubiera sido agraciado se trataba de algo
inexplicable y que lo azaroso residía en ese no tocar mientras que
su contrario era lo que tendría que haber sido. Que le iba a tocar
la lotería era algo que se le presentaba como inevitable, obvio,
normal, dado. En su cabeza con frecuencia la naturaleza ilusa de esa
fantasía se abría camino pero en su interior, en su entraña más
real, aquel convencimiento no actuaba como una fantasía sino como un
hecho material, inherente a su existencia, y sobre el que lo máximo
que se mostraba dispuesto a aceptar era su retraso: si no ha sido,
será y esta lógica con el paso del tiempo y las decepciones no
había hecho sino crecer y arraigar. Tal era la solidez de su
creencia que a veces la decepción devenía en fortuna elucubrando
que menos mal que esta vez, dada lo escasa cuantía del premio, no le
hubiera tocado permitiendo así que su cumplimiento tuviera lugar
cuando la cantidad en juego la cantidad fuera manifiestamente
superior.
Convertir el azar en lo acostumbrado e incluso en lo inevitable es la defensa del hombre contra la fugacidad de su existencia.
ResponderEliminarNo encuentro otro medio de ponerme en contacto con C. B., leí el comentario en la noticia de la muerte de Sergio B. Landrove.
ResponderEliminarSi quieres leer el ensayo "No ventre da matriosca" puede ponerse en contacto en el correo blandrove(arroba)gmail(punto)com.
Gracias.
mi email: constantinobertolo@yahoo.es
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