lunes, 25 de febrero de 2019

Dios salve a Juan Benet




Juan Benet. Cuentos completos.

Juan Benet parece estar a punto de convertirse en un "clásico", es decir, unos lo alaban, otros lo denigran y nadie lo lee. Alguno de nuestros más jóvenes y "famosillos" narradores ha dicho que no se puede soportar, salvo masoquismo literario, la lectura de una sola página de Benet. Otro escritor, con vocación de referenciador, eleva a los altares de la prosa inmortal las primeras líneas de Volverás a Región. Dios salve a Juan Benet.
En estos tiempos narrativos en los que predominan las novelas de misterio, trauma psicológico, crimen, braga y suspense, y triunfa el costumbrismo existencialero de la juventud airada pero autosatisfecha, la obra de Benet corre sin duda el alto riesgo de ser llevada al higiénico espacio de lo sacro. Quizás por ello haya que agradecer esta edición de sus Cuentos completos cuya lectura acaso permita a sus lectores descubrir que Benet es un autor que no escribe "de espaldas al lector". Ocurre simplemente que Benet es -y quedan pocos- un escritor que respeta, y por tanto exige de los lectores, el uso de las facultades humanas que la lectura requiere: memoria, paciencia, inteligencia y juicio, y desprecia (y seguramente ahí resida "su oscuridad") el sentimiento como motor hegemónico de la lectura.
Si en sus obras narrativas mayores Benet parece haber elegido la distancia (o quizá la soberbia) como punto de vista, en los cuentos - tomemos el titulado Syllabus como ejemplo- la ironía se muestra como óptica predilecta. Una ironía que, curiosamente, se presenta como arma de los fuertes frente a los débiles, trastocando así su función tradicional (arma de los débiles frente a los fuertes) y convirtiéndose en esa especie de cinismo aristocrático que caracteriza (y limita) a gran parte de la mejor literatura de este siglo que está finalizando. Los lectores que se sientan parte de los fuertes encontrarán en estos cuentos motivos para seguir autosatisfechos. Los que se sientan parte de los débiles pueden aprender a descubrir (y acaso combatir) la inteligencia del enemigo. Los lectores que sufran la contradicción de moverse en la dialéctica fuerte/débil (supongo que somos la mayoría de este país en permanente estado electoral) asistirán al despliegue narrativo de una literatura construida sobre una concepción del talento más cercana al rigor que al ingenio.

Publicado en Ajoblanco a finales del siglo pasado

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