AL
SERVICIO DE LAS INSTITUCIONES
El
pronunciamiento de las Fuerzas Armadas chilenas contra el Gobierno de
Unidad Popular es cosa -grave, extremosa-que cabe entender menos en
términos de una sublevación militar al uso, contra el orden legal
constituido,que como firme e inaplazable actitud frente a la
situación -grave, extremosa- en que la política del allendismo
había colocado al país.No cabe, en efecto, la fácil acusación de
golpismo lanzada a los militares chilenos. La postura suya en el
difícil período nacional incoado en los confusos frutos de las
elecciones de septiembrede1970 -aunque Allende consiguió más votos
que sus rivales a la presidencia, la suma de los habidos por éstos
le superaba - había sido de ejemplar ecuanimidad.Los soldados de
Chile no sólo debieron hacer oídos sordos a los cantos de sirena
que desde la extrema derecha se les hacía para que se sublevaran
contra el Poder -investido de legitimidad de origen -, sino que
después, al paso del tiempo, y conforme la anormalidad anegaba todos
los sectores y actividades del país, hubieron, los militares,de
soportar provocaciones e insultos por parte de quienes entendían la
arbitral pasividad de los cuarteles como complicidad con el caos y el
secuestro final de las libertades por el marxismo.
El
estamento castrense chileno, siempre conforme a su tradición
de respeto a las instituciones políticas nacionales, se
encontraba, en verdad, desempeñando una difícil y vidriosa
función de arbitro esforzándose, además, en que la
maquinaria del país no se paralizase del todo. Jefes de las
Fuerzas Armadas, sabido es, asumieron en reiteradas ocasiones
carperas ministeriales. Y fueron los militares como institución
los primeros en reprimir y condenar cuantos intentos, siempre
minoritarios, surgieron de sus propias filas: primero, para que
Allende no asumiera la Jefatura del Estado, y luego, para
derrocar al Gobierno de Unidad Popular. El estamento castrense
de Chile se ha mantenido siempre, ante el allendismo, dentro
de una postura de defensa del orden institucional. Lo que ha
ocurrido, sin embargo, es que tal orden, la legalidad -infringida
por el Gobierno, según la oposición democrática-
habíase vuelto algo problemático. Problemático y confuso
desde el mismo momento en que la legitimidad de origen del Poder
allendista se encontraba anegada, hundida, aplastada, por la
incapacidad suya de asegurar mínimos vitales de orden en los
más vitales sectores y actividades del país.
A
las Fuerzas Armadas nos les cupo nunca, en su tradición,
pronunciarse contra la fórmula -esa «vía chilena al
socialismo»- con que Allende llegaba al Poder. Era ello, en
todo caso, misión de los políticos. Pero lo que sí estaba
en la mano, en la tradición y en la propia misión que los
textos constitucionales atribuyen a las Fuerzas Armadas,
era rescatar al país, poner a salvo a Chile, de las
consecuencias de todo jaez derivadas, dentro del juego
constitucional, de ese imposible político que el allendismo
alzaba como bandera y programa suyo : construir en minoría
parlamentaria un orden socialista engendrado en el-marco de
la democracia liberal y burguesa. O se hacía el socialismo
marxista de orientación soviética (llevar a Chile por las
urnas adonde la guerrilla había llevado a Cuba), o se
respetaba la legitimidad política que la Constitución de
aquella entrañable nación andina consagra. Legitimidad que
atribuye a la mayoría nacional el arbitrio y la voluntad
sobre cuál deba ser el destino de la patria. Las Cámaras se
opusieron al empeño allendista. Y no sólo la clase política
en ellas representada; también la inmensa mayoría de los
colegios, gremios y corporaciones.
El
Poder no quiso transigir, pactar, llegar a la avenencia en
los tér- minos planteados por sus opositores. La política -en su
más estricta acepción de hacer- resultó al cabo imposible. La
opción revolucionaria, asumida sólo por una minoría -que
recibió el Poder por concesión graciosa, en el Congreso,
de la mayoría pertrechada en el Parlamento-, la opción
revolucionaria, decimos, habíase desnudado de toda
representatividad. Y, en la práctica, desprendido de su
legitimidad de origen por lo imposible de resolverla en
legitimidad de ejercicio. La «vía chilena» no cabía en las
instituciones de Chile. Era ya sólo el camino del caos. Contra
ello se han sublevado las Fuerzas Armadas. Para que en Chile quepa
una política que sea conforme con las instituciones
nacionales. A las que, esperamos, los militares pondrán de
nuevo en marcha; llevando esa custodia suya de la política
que les ha empujado a sublevarse, a regresar a los cuarteles
cuando la política sea otra vez -también esperamos que
pronto- posible en Chile.
Editorial
del diario ABC el día 12 de Setiembre de 1973.
Los militares siempre salvando sus patrias para acabar con el distinto
ResponderEliminar