martes, 5 de febrero de 2019

Modelo para caso de golpe triunfante



AL SERVICIO DE LAS INSTITUCIONES

El pronunciamiento de las Fuerzas Armadas chilenas contra el Gobierno de Unidad Popular es cosa -grave, extremosa-que cabe entender menos en términos de una sublevación militar al uso, contra el orden legal constituido,que como firme e inaplazable actitud frente a la situación -grave, extremosa- en que la política del allendismo había colocado al país.No cabe, en efecto, la fácil acusación de golpismo lanzada a los militares chilenos. La postura suya en el difícil período nacional incoado en los confusos frutos de las elecciones de septiembrede1970 -aunque Allende consiguió más votos que sus rivales a la presidencia, la suma de los habidos por éstos le superaba - había sido de ejemplar ecuanimidad.Los soldados de Chile no sólo debieron hacer oídos sordos a los cantos de sirena que desde la extrema derecha se les hacía para que se sublevaran contra el Poder -investido de legitimidad de origen -, sino que después, al paso del tiempo, y conforme la anormalidad anegaba todos los sectores y actividades del país, hubieron, los militares,de soportar provocaciones e insultos por parte de quienes entendían la arbitral pasividad de los cuarteles como complicidad con el caos y el secuestro final de las libertades por el marxismo.
El estamento castrense chileno, siempre conforme a su tradición de respeto a las instituciones políticas nacionales, se encontraba, en verdad, desempeñando una difícil y vidriosa función de arbitro esforzándose, además, en que la maquinaria del país no se paralizase del todo. Jefes de las Fuerzas Armadas, sabido es, asumieron en reiteradas ocasiones carperas ministeriales. Y fueron los militares como institución los primeros en reprimir y condenar cuantos intentos, siempre minoritarios, surgieron de sus propias filas: primero, para que Allende no asumiera la Jefatura del Estado, y luego, para derrocar al Gobierno de Unidad Popular. El estamento castrense de Chile se ha mantenido siempre, ante el allendismo, dentro de una postura de defensa del orden institucional. Lo que ha ocurrido, sin embargo, es que tal orden, la legalidad -infringida por el Gobierno, según la oposición democrática- habíase vuelto algo problemático. Problemático y confuso desde el mismo momento en que la legitimidad de origen del Poder allendista se encontraba anegada, hundida, aplastada, por la incapacidad suya de asegurar mínimos vitales de orden en los más vitales sectores y actividades del país.
A las Fuerzas Armadas nos les cupo nunca, en su tradición, pronunciarse contra la fórmula -esa «vía chilena al socialismo»- con que Allende llegaba al Poder. Era ello, en todo caso, misión de los políticos. Pero lo que sí estaba en la mano, en la tradición y en la propia misión que los textos constitucionales atribuyen a las Fuerzas Armadas, era rescatar al país, poner a salvo a Chile, de las consecuencias de todo jaez derivadas, dentro del juego constitucional, de ese imposible político que el allendismo alzaba como bandera y programa suyo : construir en minoría parlamentaria un orden socialista engendrado en el-marco de la democracia liberal y burguesa. O se hacía el socialismo marxista de orientación soviética (llevar a Chile por las urnas adonde la guerrilla había llevado a Cuba), o se respetaba la legitimidad política que la Constitución de aquella entrañable nación andina consagra. Legitimidad que atribuye a la mayoría nacional el arbitrio y la voluntad sobre cuál deba ser el destino de la patria. Las Cámaras se opusieron al empeño allendista. Y no sólo la clase política en ellas representada; también la inmensa mayoría de los colegios, gremios y corporaciones.
El Poder no quiso transigir, pactar, llegar a la avenencia en los tér- minos planteados por sus opositores. La política -en su más estricta acepción de hacer- resultó al cabo imposible. La opción revolucionaria, asumida sólo por una minoría -que recibió el Poder por concesión graciosa, en el Congreso, de la mayoría pertrechada en el Parlamento-, la opción revolucionaria, decimos, habíase desnudado de toda representatividad. Y, en la práctica, desprendido de su legitimidad de origen por lo imposible de resolverla en legitimidad de ejercicio. La «vía chilena» no cabía en las instituciones de Chile. Era ya sólo el camino del caos. Contra ello se han sublevado las Fuerzas Armadas. Para que en Chile quepa una política que sea conforme con las instituciones nacionales. A las que, esperamos, los militares pondrán de nuevo en marcha; llevando esa custodia suya de la política que les ha empujado a sublevarse, a regresar a los cuarteles cuando la política sea otra vez -también esperamos que pronto- posible en Chile.

Editorial del diario ABC el día 12 de Setiembre de 1973.

1 comentario:

  1. Los militares siempre salvando sus patrias para acabar con el distinto

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