Nuevas
Amistades o el final de la autarquía
La
literatura es una de las formas que tiene una comunidad para
expresarse,
construirse, reconocerse y diagnosticarse, tratar de encontrar
alguna
respuesta a la pregunta: ¿qué dice sobre la sociedad española en
los
momentos de su publicación la novela Nuevas amistades de Juan
García
Hortelano?,
será el objetivo que guía nuestra reflexión.
Analizar
"el qué se dijo sobre lo que dice", es decir, la opinión
en su momento de la
crítica sobre el sentido e intención de la novela, nos parece un
inicio o estrategia conveniente,
aunque no vamos a ofrecer una antología de citas recogiendo los distintos
juicios al respecto que los muchos y excelentes estudios sobre la
obra de
García Hortelano han venido ofreciendo desde su aparición. Llegará
para los propósitos
de esta exposición con ofrecer una síntesis representativa de las
dos principales
líneas de lectura o interpretación: la psicológica y la política,
con las que
la crítica literaria en mi opinión ha venido enjuiciando la novela.
Para
la primera de esas líneas Nuevas amistades narraría la
pasividad de
un
grupo social carente de valores, incapaz para la acción, cobarde
moralmente, cínico
intelectualmente y marcado por el sinsentido de sus vidas. Un relato
que contiene
la historia de unos personajes de la acomodada burguesía madrileña
de la
mitad del siglo XX que viven vidas anodinas, mediocres, rutinarias,
que parecen querer
salir del círculo de vivencias estériles y aburridas en que se
mueven pero que
carecen del carácter necesario para romper con el entorno y se
refugian en el alcohol,
en el dinero o en los avatares del sexo y los afectos. Unos
personajes a quienes
el crítico Gonzalo Sobejano llama "jóvenes burgueses
intoxicados de hastío: alcohólicos,
vagos, resentidos, desganados, cínicos, amorales"1.
Esta interpretación privilegia
la atención sobre el espacio, sin duda hegemónico desde el punto de
vista cuantitativo,
que ocupa en la narración el grupo de amigos que giran alrededor del personaje de
Leopoldo y al que se incorpora Gregorio el personaje protagonista que
se encuadran
en perfiles sociológicos propios de una clase media-alta madrileña que
desarrolla su cotidianidad en el espacio urbano madrileño
correspondiente a ese
status: Barrio de Salamanca, Rosales, el Viso, Urbanizaciones
de la Sierra. La novela,
como bien se ha venido señalando, tiene uno de sus aciertoscentrales en
el
hecho de haber acudido al uso de los recursos y técnicas literarias
propias del realismo
objetivo para construir y revelar el "corpus psicológico"
de este grupo social.
Sin dejarse llevar por los extremismos del nouveau roman
francés y más en la
estela del objetivismo de la generación perdida norteamericana, el
autor hace gala
y posesión de una mirada narrativa inclinada hacia una visión
conductivista casi
radical, que le permite hacer aflorar los motivos, causas, miedos y
deseos que subyacen
a las acciones u omisiones de ese grupo de personajes con que la
novela argumenta
su intención o intenciones narrativas.
El
problema de esta visión es que deja al margen a un grueso de
personajes
que,
aun ocupando menor espacio narrativo, desempeñan sin embargo un rol
importante
en la acción narrativa aportando cargas de sobresaliente significado de
cara a la construcción del sentido de la novela. Esta
carencia ya fue pronto detectada por el crítico Rafael Conte en uno de
los primeros y oportunos comentarios a los que la publicación dio
lugar y que vamos
a utilizar a modo de paradigma de esa línea de interpretación, la
política,
a
la que nos hemos referido. “El propio autor- escribe
Conte2-
ha dicho de su obra que es
una novela formalmente ascética. Por medio de esta presentación,
pues, se hace patente la
intención política del autor........Para esta presentación se vale
de un estilo en sordina, frío,
a base de un numeroso diálogo - y diálogo bien empleado, con
sustantividad propia- que
lleva a la configuración del problema ¿Qué hace este grupo? En su
contraposición
Hortelano
coloca al pueblo en muy contadas pero significativas ocasiones. Son
Lupe, la camarera
de la cafetería; Carmen, la nueva doncella....; Emilia, la médico
que lleva a cabo la
operación; Joaquín el trabajador despreciado por Isabel, y Juan....
el hombre que sirve de enlace
entre el grupo y Emilia....un antiguo amigo de la cuadrilla pero que
salió de ella por
una
causa fundamental: no tenía dinero" 2
Entiendo
necesario acudir a esta y sucesivas largas citas de la crítica de Rafael Conte
por cuanto permiten constatar como en su perspicaz lectura integra
aquellos elementos
que en la interpretación psicologista quedaban desplazados a la
periferia narrativa.
Para Conte y los críticos que van a apoyar la visión política o
social de la
novela, es la contraposición entre "el pueblo " y la
burguesía el eje sobre la que se
construye el sentido de la historia que García Hortelano presenta:
"En resumen, el
pueblo de García Hortelano no habla, y no habla porque el grupo
central no le dice nada,
porque
estos jóvenes burgueses no oyen, ni piensan qué pueda ser ese
pueblo. La miseria estable
del suburbio es expresada por boca de un cura, que aparece
episódicamente.... la figura
de Juan sale beneficiada y por pura antítesis técnica es el
personaje fundamental que
comunica el autor. El otro tipo contrapuesto, el médico Darío,
representante del orden
establecido,
pero ineficaz, salva al grupo de su miedo... " Es
decir: para esta línea de interpretación el factor político
descansaría sobre la
contraposición, "la antítesis técnica", que supone la
presencia del grupo burgués y
lo que Conte llama "el pueblo " siendo el personaje de Juan
el que serviría de
frontera
que une y separa ambos mundos sociales. Para el grupo Juan no deja de
ser un
rencoroso mezquino y envidioso: "y no era sólo - dice
Leopoldo- resentimiento social,
lo que le hizo salir a patadas de nuestro grupo. Mal que bien, con su
mierda de poco dinero
podía seguir nuestra vida. Nosotros somos tolerantes, ¿no?, y él
ha tenido siempre una
decidida tendencia a la gorronería. Es que no vale. ¡Que no vale!
Un fracasado. Hay muchos
así. Tipos que se dedican a la cultura, pero que rabian por vivir
como nosotros, por ir
de un sitio a otro, por conocer mujeres y manejar billetes. Juan es
uno de ellos." mientras que
para Juan el grupo no pasa de ser una pandilla de señoritos
inútiles: "¿Siguen odiándome
y suponiendo que les envidio y les odio? ¿Continúa Leopoldo
durmiéndose doce horas
al día, sacándole el dinero a su madre y mintiendo cada vez que
habla? Y Jacinto, ¿qué
le ha pasado últimamente al buen cornudo en potencia de Jacinto?
Parecería
que para esta línea interpretativa la novela sería la
representación
narrativa
de "una contraposición" entendida como una especie de
lucha de
clases
light, más geográfica que dinámica, como el enfrentamiento entre
dos
personalidades
colectivas, dos psicologías que por estar situadas en dos posiciones sociales
distintas se "contraponen" y odian. De este modo lo
político quedaría limitado
a la descripción objetiva y casi aséptica de las posiciones.
Personalmente
entiendo que la línea de Conte cumple de mejor modo que
la
opción psicologista con aquella exigencia de totalidad que Galvano
della Volpe3 exigía
a la crítica literaria: "La primera contrainte (de la
crítica) consiste en considerar que
en la obra todo es significativo: Una gramática no está bien
descrita si con ella no se
pueden explicar todas las frases" Sin embargo y desde esa
misma exigencia la crítica
de Rafael Conte y otras que siguen su línea en mi opinión no acaban
de responder
de modo convincente a la pregunta que vertebra su interpretación, es
decir, a la pregunta sobre ¿qué hace este grupo? Al respecto la
mayoría de las críticas
de una y otra tendencia olvidan o abandonan el espacio de lo político
para desplazarse
en sus respuestas una vez más hacia lo psicológico o moral: pierden
el tiempo, llevan vidas
inanes, son meros parásitos que viven del excedente económico,
fracasados, faltos
de carácter, incapaces de acción, es decir, acuden a lo que ese
grupo hace para
interpretar el sentido de lo que se nos está contando. E interpreto
que estás críticas,
la de Conte incluida, se mueven inconscientemente en claves de
lectura de
la novela cercanas, demasiado cercanas, a las propias de quien parece
asumir que
se está enfrentando a una novela de costumbres. ¿Se trataría por
tanto deuna
novela costumbrista escrita en el registro técnico de un brillante y
logrado realismo
objetivo que recurre magistralmente al diálogo como modo de
expresión dominante
para la configuración de la historia?
Entendemos
aquí por costumbrismo aquellos relatos que toman como meta
dar
cuenta "de lo que pasa", en clave de representación de
aquello que a la vista o
al oído se le ofrece sin otra intención más allá de lo
etnográfico o testimonial: la
narración como paisaje social. En la novela costumbrista en realidad
no habría argumento
alguno porque nada se argumenta, todo es muestra, escena, muestrario, panorama.
Desde este entendimiento me atrevería a sospechar que gran parte de
la crítica
literaria que aborda el sentido de la novela de Hortelano no habría
dejado de ubicar
su lectura de manera implícita o inconsciente - "el
inconsciente ideológico" del
que habla Juan Carlos Rodríguez- en el campo del costumbrismo por
mucho que
de manera explicita se la termine valorando como uno de los ejemplos
más
logrados
del realismo objetivo. Enorme paradoja: que aún haciéndose una
lectura en
clave costumbrista se la concluya ubicando en el realismo más
ejemplar.
Para
poder argumentar esa interpretación reducida de lo político en la
crítica de Conte me
parece oportuno detenerse en dos de las reservas que él mismo
manifiesta. Por
un lado, y aún después de esclarecer el papel fundamental del
personaje de Juan, señala
que "El propio autor deja al personaje en la penumbra, apenas
lo define, y pone en su boca frases que corroboran la opinión de los
otros personajes” erosionando
así la relevancia que anteriormente le ha concedido dada la
importancia que
su valor como "contraposición" representa para la novela.
La otra reserva
me
parece todavía más inquietante a la hora de ponderar su
interpretación: "Un detalle
en contra. ¿Era necesario que Juan viviera en el suburbio? ¿No está
puesto para, con
su descripción, dar fe demasiado desgarradoramente de lo absurdo del
otro mundo? Indudablemente
el recurso apoya, pero es el que está menos justificado del libro,
ya que no es
absolutamente necesario."
Se queda uno sorprendido de que el
crítico no parezca asumir
que si estas dos reservas son sólidas su interpretación, que como
hemos visto
descansa con especial relieve sobre el papel de este personaje, se
viene abajo.
Tratando
de comprender el por qué de esta contradicción tan transparente,
llamativa
y superior creo que es obligado recurrir al contexto ideológico y
político en
el que ambos textos la novela y la crítica, se producen. En primer
lugar, y para
poder "abarcar" toda la carga política que la novela
contiene y vehicula, considero
necesario tener en cuenta aquello que la novela, por las
circunstancias sociopolíticas,
en las que su elaboración tiene lugar, o no dice, o apenas dice o incluso
oculta. Entiendo que el crítico, por la causas que sean, no ve esa
necesidad y
por tanto lee en mi opinión mal el texto. Diría, por ejemplo, que
cuando se refiere
al personaje de Juan no estima suficientemente el hecho de que el
cura al referirse
a él lo hace con una expresión coloquial pero no por eso menos
relevante: "-Maldito
socialista-. Trabaja gratis a cualquiera, menos a su cura”. En
la España de 1959
el término socialista no parece cosa que deje de llamar la atención.
De modo semejante
tampoco parece prestar atención ni a la relevancia de la pregunta
que Juan,
como al pasar, hace a Gregorio. "-¿Tienes ideas políticas?-
ni al momento en que
ese "cura obrero" - la identificación con la figura
emblemática del Padre Llanos no
parece presunción gratuita- le explicita más claramente su opinión
sobre el personaje:
"Juan es una excelente persona. Inquieto, con mucha juventud
hecha violencia. Cierta
forma de violencia no es desdeñable, créame." Una defensa
de la violencia que el crítico,
como el censor, deja pasar. Momentos, escenas y expresiones que
justifican
y
legitiman desde lo narrativo el por qué de la divergencia de Juan
respecto al grupo
central y el por qué de su integración como militante político en
el suburbio y
que al no ser asumidas o no querer ser asumidas en toda su
importancia y significación
dentro del relato le impiden al crítico hacer evidente todo el
alcance que
lo político ocupa en la trama. Porque si esta relevancia no se
asume, y leer lo
que no se dice o apenas se dice es también obligación de la
crítica, la lucha de clases,
esa ausencia presencia que estructura toda la novela, se queda
reducida a mera
contraposición aséptica, meramente sociológica y testimonial. Solo
desde el enfrentamiento
de clase y no desde la antítesis de estatus, el motivo central de la trama,
el aborto, cobra verdadero significado global y traspasa la mera
condición de
entramado o pretexto / pretexto para, más allá de lo novelesco que
el suceso sin
duda
aporta, presentarse como núcleo simbólico fuerte de lo que la
novela está realmente
narrando: la reproducción de las clases en un momento histórico,
finales de
los años cincuenta, en los que el régimen franquista se está
viendo abocado asalir
de la autarquía para dar horizonte a una burguesía que ve refrenada más que
reprimida su reproducción, y siente con inquietud y recelo que el
movimiento obrero
empieza a recobrar protagonismo.
1Gonzalo
Sobejano. Novela española de nuestro tiempo: en busca
del pueblo perdido) Madrid: Prensa
Española, 1970
2
Rafael Conte. El mundo y la técnica. Revista Acento
Cultural n° 7. Marz o -Abril 1960
3
Galvano della Volpe. Ajuste de cuentas con el estructuralismo.
Comunicación Serie B. Madrid 1969
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