La
pasión de la inteligencia
Algunas
veces, pocas, muy pocas, la justicia, la justicia literaria, vía
Academia Sueca, nos deja ver su mejor cara. V. S. Naipaul lleva años
jugando, fuera de su voluntad, y perdiendo en las quinielas del
Nobel. Y sin embargo era un Nobel inevitable porque parecía inaudito
que el mejor escritor actual en lengua inglesa, y no son palabras
mías, no obtuviera tal reconocimiento.
El
viernes pasado, en las páginas de «Le Monde des Livres», apareció
una entrevista con el secretario permanente de la Academia Sueca,
institución en la que se cuece el galardón. Hablando de la
necesidad de que el premio se abriera y reconociera las nuevas formas
literarias en las que la ficción se entremezcla con el testimonio y
lo autobiográfico, el entrevistado citaba el nombre de V. S. Naipaul
y su cita era una señal o aviso de este fallo. En mi opinión, sin
embargo, con V.S. Naipaul no se premia tan solo una forma de abordar
la creación literaria sino un talante y un talento que se asienta
sobre los cimientos sobre los que se levanta toda gran literatura:
rigor, honestidad narrativa, la palabra justa, imaginación para
hacer ver lo que aún estando delante de los ojos no se ve, voluntad
de construir, obra a obra, libro a libro, una mirada inteligente y, a
la vez, entre la gente. En tiempos como estos, en los que la
«literatura simpática» triunfa por doquier, el reconocimiento a la
literatura de Naipaul no deja de ser un gesto significativo. Un grano
de arena en medio de tanta banalidad y cursilería disfrazada de
buenos y sublimes sentimientos.
V.S.
Naipaul no es un autor «simpático» con los lectores. Respeta al
lector y rechaza el halago. Ese mismo respeto lo pide hacia su obra.
Desde ese mutuo respeto el lector se encontrará con una obra, ya sea
«Una casa para el señor Biswas», ya sea «Un camino en el mundo»
o «La pérdida de El Dorado», en la que su esfuerzo se verá
recompensado. Leer a Naipaul conlleva «la alegría del esfuerzo».
Requiere lo mejor de nosotros mismos como lectores: paciencia,
memoria, concentración, capacidad asociativa, inteligencia.
Hace
años, con motivo de su última visita a Madrid, le preguntaron
cuántos lectores necesitaba un escritor para sentirse un escritor.
Lo pensó un momento, breve, sonrió y dijo: trescientos. Siempre
tuvo más y ahora este premio Nobel sin duda los multiplicará. Un
escritor para una inmensa minoría. Para todos aquellos lectores que
no hayan renunciado a la pasión de la inteligencia.
12/10/2001
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